Emilio Gutiérrez Caba escribe sobre los 30 años de la asociación de actores AISGE

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Emilio Gutiérrez Caba
Emilio Gutiérrez Caba
Por Emilio Gutiérrez Caba *
 
En julio de 2018, cuando decidisteis confiar en mí para asumir la presidencia de la entidad, ya afirmé que afrontaba con el mayor orgullo uno de los retos que más responsabilidad demandaba a lo largo de mi trayectoria profesional. Dos años y cuatro meses más tarde no solo reitero y refrendo el sentido de aquellas palabras, sino que puedo constatar en primera persona la importancia de esta casa para el sostenimiento de nuestro ecosistema artístico en los entornos audiovisuales.

Los actores, actrices, bailarinas , bailarines y directores de escena de este país son trabajadores sujetos a vulnerabilidades, como todo colectivo, y más aún en estos momentos tan delicados y terribles de la historia. Pero la labor de AISGE para defender sus derechos de remuneración, avalar la transparencia de los repartos y proteger a aquellos en situaciones más apuradas y desfavorecidas ha pasado a ser esencial en las actuales circunstancias. No contábamos, ni yo ni nadie, con turbulencias y desasosiegos de estas dimensiones. Pero me alegro, honestamente, de poder aportar mi granito de arena desde la máxima responsabilidad institucional de la entidad, justo ahora que es cuando más se nos necesita.

Pertenezco a AISGE desde su misma fundación, hace justo ahora 30 años, y me enorgullezco de haber formado parte como consejero de su junta directiva varias veces. Juntos hemos vivido muchas horas de debates, sugerencias, proyectos de mejora en las condiciones sociolaborales del colectivo artístico, análisis de novedades legislativas, encrucijadas económicas y un sinfín de circunstancias más. Nunca el desempeño de mis obligaciones para con esta entidad ha sido colateral, circunstancial o menor en mi agenda. Ahora que el compromiso es máximo, me congratulo de que resultemos todo lo útiles que podemos para el resto de mis compañeros. Como suscribiría cualquier gestor, lamento a diario que los recursos sean finitos (a diferencia de los problemas sobrevenidos, que en algunas ocasiones parecieron interminables). Y constato que, en circunstancias extremas, la grandeza del ser humano está siempre muy por encima de puntuales e inevitables ejemplos de miseria moral.

Desde que el mundo quedó súbitamente en suspenso el pasado mes de marzo, paralizado por una hecatombe para la que no encontrábamos parangón en los últimos 80 años de historia, AISGE y la Fundación AISGE se han multiplicado para amortiguar los efectos del golpe. Debo agradecer desde aquí al equipo técnico de la entidad, en sus diferentes emplazamientos de Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, San Sebastián y  Santiago de Compostela, que haya sabido redoblar esfuerzos y compromiso. Todo el personal de la casa, sin excepción, se ha reinventado para afrontar el reto del teletrabajo, ha multiplicado su dedicación, prolongado horarios y desvelos mucho más allá de obligaciones contractuales, ejercido sinergias internas y empatías externas para aliviar situaciones graves y prolongar una normalidad inexistente durante estos últimos y larguísimos ocho meses y medio. Todo ha seguido funcionando de manera óptima, pese a la excepcionalidad y la ausencia de referentes, modelos, antecedentes o protocolos, esa palabra que tantas veces formulamos ahora.

No digo que el esfuerzo de AISGE durante este año aciago sea un caso único: muchas otras empresas, colectivos y particulares, hombres y mujeres ilustres o anónimos, han dado lo mejor de sí mismos. Digo, eso sí, que el ejemplo que he recibido de tantos profesionales involucrados con la entidad ha sido conmovedor. Igual que el trabajo de tantos artistas, que aliviaron primero la más cruda travesía del confinamiento, cuando más noqueados estábamos por el dolor y el estupor, y están dejándose ahora hasta la última gota de sudor por recuperar actividades, ilusiones y proyectos.

Esa es la magia de esta bendita e indestructible profesión. Por eso la alabaré hasta el último aliento y estaré siempre agradecido a los hados, a la suerte, a quién sea, por permitirme sumar  seis décadas formando parte de ella, al principio de manera casi inevitable y, desde hace mucho,  de forma activa, consciente, esforzada, militante, orgullosa y reivindicativa. Para preservar todos nuestros valores como colectivo profesional, su viabilidad económica y la independencia en la manera de pensar de cada cual, una entidad como AISGE es hoy, casi 11.000 días después de su constitución, más necesaria que nunca. Y no digamos ya a los ojos de quienes peor lo han pasado, los más vulnerables y desprotegidos, aquellos a los que las circunstancias se les tornaron esquivas. Ellos saben, mejor que ninguno, que siempre seguiremos estando a su lado y de su lado. Aunque el abrazo, en las actuales circunstancias, solo pueda ser un gesto a distancia, recibid desde aquí el mío.

(*): Perteneciente a una histórica saga de intérpretes españoles que se inició en el siglo XIX, Emilio Gutiérrez Caba ha navegado con igual pericia en las aguas del teatro, la televisión y el cine. En la gran pantalla ha participado en cintas como "La comunidad", "Sin noticias de Dios", "Deseo", "El hombre de las mil caras", "Palmeras en la nieve"... Desde hace dos años preside la Entidad de Gestión de Derechos de los Actores e Intérpretes (AISGE), la más importante asociación del gremio interpretativo en España.

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