Cine mexicano en Morelia: "Esa era Dania", "Todo lo demás", "Pacífico" y "La región salvaje"

por © S.H. / Correcamara.com-NOTICINE.com
"Todo lo demás"
Una de las ventajas mayores de un festival de cine, al menos de uno que se precie de poner atención a su curaduría, es la posibilidad de extraer lecturas de conjunto que serían imposibles cuando los films se ven por separado o en otras condiciones. La selección de competencia en Morelia, igual que en Cannes, Berlín, Sundance o donde se quiera, permite un diagnóstico integral que detecta síntomas en una industria mexicana, una cinematografía, una generación, etc...

En la competencia mexicana de Morelia se estrenaron dos largometrajes de directoras ya conocidas como documentalistas, nacidas en la ciudad de México con apenas dos años de diferencia, y que en sus primeras ficciones construyen sendos relatos sobre la experiencia (y dignidad) de lo femenino. El paralelo termina ahí: " Esa era Dania"  de Daniela Ludlow y " Todo lo demás"  de Natalia Almada no podrían, por otra parte, ser más distintas entre sí.

La película de Ludlow deja bien claro, desde antes de empezar, que a su cámara la mueve el ímpetu generacional: los créditos iniciales aparecen simulando una conversación de WhatsApp y los primeros minutos simulan la pantalla vertical de un teléfono grabando video. Que de ahí en adelante sea capaz de construir un drama y un personaje más o menos universales, no es mérito menor. "Esa era Dania"  es el perfil de la muchacha del título, una adolescente embarazada en la preparatoria y emocionalmente incapacitada para cuidar de su hija tanto como de ella misma.

Para ponerse a salvo de ser un melodrama aleccionador sobre la condición "nini" , la idiosincrasia milennial o sobre cualquier tópico, Ludlow intenta un ejercicio interesante: intercalar pasajes de autoficción donde Dania interpreta escenas de su propio pasado, con otras donde ella misma, desde el presente, comenta sus recuerdos, o la escenificación de los mismos, mientras los ve en una pantalla. Lo que ocurre en esta puesta en abismo empieza a ser tan interesante como aquello que la circunda. La protagonista resulta ser sobrina de la directora, y la veracidad de lo relatado comienza a tejerse con la inevitable ambigüedad del ejercicio. ¿Debió "Esa era Dania" competir como ficción o como documental? En las discusiones que detone la pregunta estará su mayor acierto.

En otro registro, "Todo lo demás" aparece firmada como una película de Natalia Almada, pero la cinta le pertenece por derecho propio a su protagonista, Adriana Barraza. En un libreto que parece escrito para ella, interpreta a la empleada de una raquítica oficina de gobierno encargada de revisar documentaciones. Sus días se van en esa tarea anodina y solo se interrumpen para pintarse los labios, viajar en metro o cuidar a su gato, que parece ser su único compañero de vida. En el fondo se intuye un pasado traumático, un voto de silencio, una aversión al agua, un ascetismo que nunca llegamos a comprender del todo. Es un drama que parece feminista pero que al momento de hablar claro, se muestra tan apático y reprimido como su protagonista.

No es grato entregarse a una película que obliga a ser leída entre líneas cuando las líneas tienen poco que decir. En el programa de mano, la cineasta invoca a Hannah Arendt e invita a reconocer, en lo que vemos, la huella indeleble del pensamiento de la teórica alemana. Me encanta Arendt, pero agradecería más que la propia Almada y su actriz digan lo que tengan que decir, sin intermediarios académicos. Lo que eleva a "Todo lo demás" es la espléndida y minuciosa fotografía de Lorenzo Hagerman y el delicado diseño sonoro. Con todas las posibilidades que tiene por explorar, paso casi dos horas deseando que la humanidad de su relato alcance el nivel de su factura, pero ese momento no llega. Al final queda el recuerdo de una Adriana Barraza inmensa, plena de matices y claroscuros, que se ve obligada a navegar en un guión que nunca termina de ponerse a su altura.

La tercera ronda de competencia en el Festival Internacional de Cine de Morelia ha sido dominada por las dos cartas de ND Mantarraya que aspiran a lograr premios el próximo sábado: "Pacífico" de Fernanda Romandía y "La región salvaje" de Amat Escalante, por mucho, el centro de la expectativa en la sección de ficción del festival michoacano. Se agradece su programación temprana en el calendario: así todos salimos de dudas y pasamos a atender al resto de las aspirantes, que hasta hoy muestran un nivel entre mediano y desconcertante.

En el origen de "Pacífico", el primer largo de ficción de Romandía, está un proyecto documental que compitió como Work in Progress en el parisino y siempre interesante Cinéma du Reel. En el camino, una serie de circunstancias, que intuyo entre azarosas y oportunistas, terminaron convirtiéndola en una docu-ficción. Ahí empiezan sus problemas. Concebida como una documentación alrededor de los trabajos de construcción de una casa de Tadao Ando en Oaxaca, la película se siente precisamente así: como los cimientos de una obra negra que no permite imaginar la estructura final.

El argumento es simple e intermitente, a ratos vaporoso. Un obrero de construcción a quien llaman Oriente, combina sus jornadas en la cimbra con lo que él llama su vocación poética: elegir pasajes aleatorios del Quijote para repetirlos como mantra. Alrededor de la obra se pasea una niña, ahijada de varios de los albañiles, pregonando que una compañera escolar le robó un par de aretes. Un puño de personajes incidentales platican entre sí sobre el futuro, el clima o el noviazgo. De pronto, la película terminó. El resultado es un producto más de una larga serie de intentonas formalistas, supuestamente sensibles, pretendidamente intelectuales, con una pátina leve de posiciones autorales, exploraciones del lenguaje fílmico, sociocrítica impostada, etc. Destaca el delicado trabajo de cámara de Pedro González Rubio, que en mucho recuerda a su propia, extraordinaria "Alamar" (2009).

Luego de ser premiada en Venecia, llegó para su estreno mexicano "La región salvaje"  más o menos en las mismas condiciones que "Heli" : en medio de una expectativa fantasmal, creada antes por los rumores de terceros que por otra cosa. Es una estrategia bien cultivada por su distribuidora. A mí la película me sorprendió por su osadía para manipular registros disímiles y para metaforizar su conflicto central (el odio como válvula de escape de la represión del instinto erótico) sin tropezarse con sus propios pies. Aunque la película queda lejos de ser perfecta –su arco dramático tiene altibajos, su resolución es tibia, el elenco no parece latir al mismo ritmo en todo momento- su arrojo no se desboca ni se excede, gracias al pulso firme que ha ganado Escalante a lo largo de cuatro largos.

El otro responsable es Gibrán Portela. Su guión camina en una cuerda de equilibrista. De un lado está su ambigüedad y del otro, el peligro del ridículo. No cae en uno ni en otro, pues el drama que lo mueve es extrañamente universal. A pesar de su descarado pastiche de "Posesión" de Anzdrej Zulawski, la cinta de Escalante toma un impulso en su segunda mitad que la eleva y la reviste de una identidad propia, indeleble. Su impacto es menos evidente que el de "Heli"  o "Los bastardos"  porque es menos efectista. No hay cabezas destrozadas ni genitales en llamas, pero hay horrores más abstractos: un río, un bosque, una cabaña vacía. Y sí, en el camino, también está la orgía más desconcertante de la que tengamos memoria, una que involucra mapaches, guajolotes y meteoritos. Así de rara es "La región salvaje" , así de inteligente también.


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