Crítica: "Tamara y la Catarina", las trampas de la soledad

por © Correcamara.com-NOTICINE.com
"Tamara y la Catarina"
Por Lorena Loeza Cortés   

De cómo las diferencias te aíslan por diferentes circunstancias y en distintos momentos de la vida, se construye el argumento central de "Tamara y la Catarina", cinta dirigida por Lucía Carreras que con cierto retraso llegó a salas mexicanas. La mirada femenina hace de esta historia un interesantísimo relato acerca de cómo las mujeres somos excluidas y borradas, en un sistema que nos estigmatiza y desecha cuando ya no cumplimos funciones productivas o cuando tenemos necesidades particulares que nos convierten en una carga familiar, comunitaria y social.

Tamara es una mujer con discapacidad intelectual que vive en una zona marginada de la Ciudad de México. Gracias a rutinas muy específicas, puede trabajar y ganarse la vida, aunque eso no es suficiente para ser tratada como inferior. Vive con su hermano Paco, que un día decide marcharse y dejarla a su suerte. En esa misma colonia vive Doña Meche, una adulta mayor que sobrevive gracias a la venta de quesadillas en su pequeño puesto callejero que es blanco permanente de la extorsión por parte de los policías que patrullan el barrio. La mujer vive esperando que sus hijos ausentes le manden dinero y aunque eso nunca sucede, para ella es un bastión de esperanza que le permite sobrevivir.

Un día, camino al trabajo, Tamara encuentra a una bebé y se la lleva a su casa, sin tomar en cuenta las consecuencias de ello. Doña Meche se da cuenta de lo sucedido y trata de ayudar a Tamara a regresar a la pequeña. La situación les va a mostrando a las dos la importancia de la solidaridad para seguir adelante y los estragos que la soledad ha causado en sus vidas, como lo es la falta de propósito y sentido de la existencia.

La cinta va hilando las diferentes expresiones de la exclusión y sin discurso explícito, también muestra como la discriminación se potencia y agrava por el hecho de ser mujer. El maltrato hacia estas mujeres está presente todo el tiempo, como una condición permanente a la que las ya no se rebelan, la asumen como parte del escenario en que se mueven en sus vidas, como una constante y prácticamente un destino inevitable.

La cuidada fotografía y las destacadas actuaciones de Angeles Cruz y Angelina Peláez, hacen de esta una película redonda, de largos silencios y pocas diálogos, pero con expresiones certeras para conectar emocionalmente con las y los espectadores.

La película es una muestra de este nuevo cine que recorre nuestras calles y ciudades, contándonos historias cercanas y profundas.  Estampas simples, emotivas, reveladoras, que la convierten en una experiencia muy recomendable.

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