Crítica: "El hijo", intriga atrapante al filo de la locura

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"El hijo"
"El hijo"
Por Edurne Sarriegui     

Sebastián Schindel, el realizador de la premiada "El patrón, radiografía de un crimen" (2014), estrena en Argentina su segundo largometraje, "El hijo". Con una reconocida carrera como documentalista a sus espaldas y alejándose del hiperrealismo de su primera obra, desarrolla un logrado thriller psicológico en el que realidad y locura se entrelazan.

Schindel vuelva a apostar a la sociedad con el actor Joaquín Furriel para interpretar a su protagonista. Lorenzo es un pintor de cierto éxito al que la vida da una segunda oportunidad después de superar su alcoholismo que le ha dejado como saldo un matrimonio malogrado y la pérdida de contacto con sus hijas.

Casado ahora con Sigrid (la actriz noruega Heidi Toini), una bióloga extranjera, esperan con ilusión la llegada de un hijo. Sin embargo, la felicidad se va diluyendo a medida que se hace evidente para Lorenzo que las cosas no son como él esperaba.

El guion de Leonel D'Agostino y Guillermo Martínez, basado en la novela corta "Una madre protectora" de éste último, se desarrolla en dos líneas cronológicas. En una de ellas se relatan las dificultades actuales por las que atraviesa Lorenzo y en la otra el curso de los acontecimientos anteriores que desembocaron en ese presente complicado para el protagonista.

A medida que se desarrolla el embarazo de su mujer, Lorenzo se va sintiendo más y más excluido en su propia casa y eso se acentúa cuando Grüdum (Regina Lamm), una mujer que fue niñera de su esposa, llega para ayudar con el nacimiento y crianza del nuevo bebé.

Como contraposición a la oscuridad del entorno de Lorenzo aparece la pareja compuesta por Renato (Luciano Cáceres) y Julieta (Martina Gusmán) que son sus amigos y atraviesan su propio drama como pareja  en su intento por ser padres. Además, Julieta tratará de ayudarle como abogada y ambos le apoyarán en sus momentos más difíciles.

El guion de D'Agostino y Martínez provoca la expectativa permanente sobre el desenlace de la historia y la dirección de Schindel crea una atmósfera perturbadora y opresiva que refleja el estado de ánimo de Lorenzo.

La cinta pone un ojo crítico sobre temas actuales como los roles paterno y materno desde una nueva óptica. La situación inicial que plantea "El hijo" no hubiera sido conflictiva cincuenta años atrás cuando todas las decisiones con respecto a un recién nacido las tomaban las madres y las mujeres del entorno familiar. Ahora, el desplazamiento del padre a lo largo del embarazo, parto y crianza, se siente como un problema.

También trae a colación la contraposición de los distintos universos de los que provienen ambos progenitores: el arte frente a la ciencia, los idiomas diferentes y las culturas con escasos puntos en común. En un mundo globalizado, éstos son temas que se presentan con frecuencia.

"El hijo" resulta una película atrapante en su desarrollo que deja una parte importante a cargo del espectador, que en palabras del propio director "es el que construye la película en su cabeza". A él le tocará discernir qué es cierto y qué no lo es en el film y decidir hasta dónde llega la razón y en qué punto inicia la locura.

Su realizador se arriesga y se decide por una opción tensa que incomodará a aquellos que buscan definiciones claras. Pero, a buen seguro, fascinará al público que prefiere armar su propio final y hasta cambiar su punto de vista.

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