Crítica / Berlinale: "Una escuela en Cerro Hueso", delicadeza a toneladas ante una cruda realidad

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"Una escuela en Cerro Hueso"
"Una escuela en Cerro Hueso"
Por Lucía Martín Muñoz     

El film argentino "Una escuela en Cerro Hueso", dirigido por Betania Capatto, sobre la infancia autista, se ha estrenado mundialmente en la recién iniciada 71 edición del Festival de Cine de Berlín, que este año debido a la crisis del COVID-19, se está llevando a cabo en un formato virtual.

Capatto quería contar la historia de su hermano, un niño autista, que tras el rechazo de diecisiete escuelas, recibió un "sí" de un colegio con muy pocos recursos alejado de Santa Fe. Este largometraje cuenta esta experiencia a través de los ojos de Emma, una niña autista que, junto con su familia, se muda a Cerro Hueso, un barrio muy pobre alejado de la ciudad para poder asistir a la única escuela que aceptó su solicitud de ingreso.

En esta fragmentada crónica, se tratan temas como la marginalidad, la desigualdad y el abandono de una sociedad que deja de lado al diferente, a través de los ojos de una familia que pasa de vivir en la ciudad a ser discriminada por esta. Serán, sorprendentemente aquellos que tienen menos recursos, los que abran sus puertas sin ningún impedimento. Se plasma así el sentimiento de comunidad y solidaridad que han tenido que crear frente a un Estado que mira hacia otro lado.

La delicadeza y los detalles abren los ojos del espectador frente a una realidad que parece invisible para muchos, consiguiendo la empatía de cualquiera que vea la película. Los diálogos no son relevantes ya que las imágenes hablan por sí solas, en ocasiones, con un silencio de fondo que aporta sensibilidad. Las improvisaciones, sobre todo de los niños, hacen más verosímil y real una historia que logra traspasar la pantalla.

La fotografía es muy personal, original y está extremadamente cuidada. La elección de rodar el film con cámara al hombro y la utilización de los planos subjetivos en momentos clave, ayudan a introducirse aún más en la narración.

En la película se narran dos tramas contadas en paralelo que se retroalimentan para enfatizar sobre un mismo sentimiento. Hay una principal, el desarrollo de una niña autista en una escuela muy humilde, y una subtrama protagonizada por su madre que intenta descubrir el porqué aparecen peces muertos en la zona, la cual sirve únicamente como vehículo para metaforizar acerca de la premisa.

Al comienzo del largometraje se ve llegar a la familia al barrio en un coche desde el que la niña observa cómo un grupo de niños se dirigen a pie hacia el colegio. Este mismo recurso es utilizado al final para mostrar el arco de transformación de los personajes; en este caso de la madre, que decide parar el auto y conducir a los niños hacia la escuela, habiendo aprendido que en la comunidad todo el mundo aporta.

El largometraje tiene algo de lo que el cine escasea últimamente, propósito. En sus comienzos, el Séptimo Arte buscaba una razón de ser, ahora con la aparición de plataformas de streaming a las que solo les interesa generar contenido comercialmente atractivo, se ve diluida la función de llamar a la conciencia del espectador a través de la reflexión con lo que se transmite en la pantalla. "Una escuela en Cerro Hueso" no solo funciona, sensibiliza sobre el autismo y la marginación en general que se tiene hacia lo diferente, con gran delicadeza.

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