Crítica / Festival de Moscú: "Corazón azul", la conformidad del sometimiento

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Héctor Noas en "Corazón azul"
Héctor Noas en "Corazón azul"
Por Lucía Martín Muñoz    

El film "Corazón azul" (2021), del cubano Miguel Coyula, basado en su novela de 1999 "Mar rojo, mal azul", se presentaba en el Festival de Cine Moscú, después de ocho años en proceso de producción y de que el director fuese censurado por el gobierno de Cuba. Se trata de un largometraje experimental de ciencia ficción, que es capaz de hablar metafóricamente de la realidad en la que vivimos, y que puede suscitar en el público de todo, menos indiferencia.

El título alude a un grupo de personas que han sido modificadas genéticamente como experimento para un proyecto del propio Fidel Castro, que pretende crear al "hombre nuevo". El ensayo acaba fracasando y esas personas que sirvieron como "ratoncillos de laboratorio" se unen para acabar con el sistema a través de ataques terroristas.

El tema de la obra es la libertad, aquella que creemos tener pero que se ve reducida al vivir con unos parámetros establecidos por un sistema moldeado por el ser humano, para mantener un cierto "equilibrio". En el discurso llega a mostrar cómo hay censura hasta en un campo en el que debería ser inexistente, el arte: En una escena, uno de los protagonistas es llamado por el director del centro de pintura donde estudia, quien le dice que tiene que cambiar el título de su obra porque es polémico o, de lo contrario, no lo podrá exhibir. Un paralelismo con la dificultad que ha tenido este film de distribuirse después de la censura impuesta al director por el gobierno cubano.

También pone sobre la mesa la necesidad de dejar de comportarnos como "rebaños", y ser diferentes en un mundo donde nadie dice lo que verdaderamente piensa, mientras se limitan a seguir la corriente. Esta reivindicación y crítica a lo "normalizado" se muestran a través de los actos de los humanos sobre los que se ha experimentado, que se sienten maltratados por el gobierno y pretenden acabar con el mismo, con los propios poderes que han conseguido a partir del ensayo clínico.

La fotografía es extremadamente personal y la elección de planos muy llamativa, principalmente por las decisiones en relación a los tiros de la cámara, que dan forma a una curiosa manera de narrar. Cada fotograma es un verdadero cuadro y la composición está extremadamente cuidada. Además, las localizaciones son impresionantes, lo que provoca que, aunque en ocasiones sea difícil seguir el hilo argumental de la historia, al no poder apartar la vista por la propia estética de la filmación.

En el discurso final parece interpelar al público de manera directa, aunque sin romper la cuarta pared, sobre la aparente conformidad que tiene interiorizada la sociedad al vivir en un sistema que nos viene dado y que parece que no nos interese cambiar.

El largometraje no tiene un gran presupuesto, ni la mejor opción argumental posible para narrar esta especie de distopía, pero sí que tiene propósito y mensaje, las únicas dos cosas que necesita el cine, para ser verdaderamente eso, cine.

"Corazón azul" va más allá de un guion de ciencia ficción, de gente con poderes, de collages de vídeos de diferentes televisiones alrededor del mundo, de buenos y malos. Te hace reflexionar sobre nuestra libertad como individuos y como sociedad, independientemente del país en el que residamos. ¿Nos dejamos llevar por la corriente preestablecida del acuario, o de verdad intentamos buscar la inmensidad del mar? Es más, ¿existiría la libertad si todos viviésemos en aguas abiertas?

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