Crítica: "Selva trágica", la maldición de la Xtabay

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"Selva trágica"
"Selva trágica"
Por Emiliano Basile     
 
En línea con la argentina "Los que vuelven" (2019), la coproducción entre México, Francia y Colombia "Selva trágica", de Yulene Olaizola, estrenada el año pasado en la Mostra de Venecia y ahora lanzada en Netflix, narra una historia mitológica ocurrida en tiempos coloniales.

Estamos en el año 1920 en la Selva Maya, a orillas del Río Hondo, frontera entre México y Belice (en aquel entonces, Honduras), cuando este último territorio aún pertenecía al imperio británico.

Un grupo de trabajadores se encuentra en la selva extrayendo chicle de los árboles para comercializarlo. Mientras escapan de su patrón para vender la materia prima por su cuenta a un mejor valor se encuentran con una misteriosa mujer (Indira Andrewin) a quien retienen como trofeo. Pero un extraño poder asociado a una maldición ancestral, los lleva a morir uno a uno cuando intentan abusar de ella.

Al igual que la película de Laura Casabé, en "Selva trágica" (2020) son fundamentales el diseño de arte y de sonido para lograr una atmósfera envolvente que nos traslada a tiempo y espacio. El misterio alrededor de la selva -y de la mujer- ocasionan el terror latente en el grupo de hombres, acorralados por sus deseos y temores.

Mediante este relato fantástico la quinta película de Yulene Olaizola desarrolla varias problemáticas ligadas a los tiempos fundacionales: la explotación del hombre, la crueldad de los colonos y el lugar de la mujer en el sistema patriarcal; injusticias sociales aún vigentes subsanadas en el ámbito agreste, que encuentra su propio equilibrio "natural".

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