Colaboración: El agua sin güisqui de Tom Cruise

por © P.L.-NOTICINE.com
Cruise muestra a los sevillanos sus virtudes como motorista
Cruise muestra a los sevillanos sus virtudes como motorista
Por Sergio Berrocal *

Las gaviotas andaluzas siguen sin ser cigüeñas soviéticas y la dulce Tatiana Samoilova nada tenía de común con la pizpireta Cameron Díaz. Tampoco hay guerra por medio a no ser los pistoletazos que pega Tom Cruise agarrado a una moto en plena Sevilla, capital de Andalucía. El actor más grande de Hollywood, medido tirado y pisoteado en el suelo, acaba de presentar su última película, "Knight And Day", (¿sublime alusión a Cole Porter?), que ha rodado en parte en el sur de España.

La noción de disparate nacional hace tiempo que ha desertado las tabernas que alberga Andalucía, más que iglesias y monaguillos juntos, más que farmacias o saetas de Semana Santa.

Todo el mundo parece encantado. El alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirin, dice que la productora ha previsto una inversión publicitaria directa o indirecta de 33 millones de euros, poco más en dólares. Y como el paro en España apunta a más de cuatro millones de personas, no cabe más que congratularse con una copa en la mano.

Tom Cruise y Cameron Díaz, su acompañante en el reparto de ese magno filme al lado del cual "Lo que el viento se llevó" será probablemente una minucia, anduvieron por Sevilla la bella.

Un tabernero de los cientos de templos báquicos que encierra la ciudad ha revelado algunos secretos de la pareja de norteamericanos: "Tom Cruise me pidió un agua mineral que no conocíamos. La conseguimos y trajimos una caja. Pero Cameron Díaz pidió un Cardhuc de 10 años (güisqui carísimo y nada extraordinario) y se lo tomó de un tirón".

Entonces me quedé tarumba. ¿Cómo el hombre que yo tenía por un donjuan sin duda chiquitito pero matón, el conquistador de Penélope Cruz entre otras, pedía a gritos que le diesen agua mineral?

Mire, amigo tabernero, hace años de luna llena, vi a Errol Flynn luchando para que los enfermeros no le incautaran una caja de güisqui que había escondido debajo de la camita blanca del blanco hospital de Tánger (hoy Marruecos) adonde le había conducido un puñetazo demoledor pero mal dado que le produjo una infección de perro.

Y el supuesto matón, "un retaquito, vamos", aseveraba una sevillana repleta de carnes apetitosas, va y pide agua, eau, water, en la capital del beber, del bien beber, del volverse majareta bebiendo, donde el único agua que se respeta es la del río Guadalquivir. Y se respeta tanto que a nadie se le ocurre darle un sorbo…

Al saber de estos extraños gustos "enológicos" de Tom Cruise entendí de pronto todo lo que está ocurriendo en Occidente, el descalabro de sus bolsas, la pobreza que espera a millones de personas atracadas por banqueros con los intereses entre los dientes. Ví de golpe y porrazo, el porrazo fue de la emoción, que aunque las piernas más largas de Hollywood (ya saben, la Cameron) se pegase un latigazo de güisqui, el mundo estaba cambiando.

Casi al mismo tiempo que Tom causaba escándalo, pavor, consternación, miedo al que dirán, perplejidad, pena penita pena de Semana Santa con la Legión cantándole a su Cristo, ocurrían espantosas cosas alrededor de Sevilla.

Sin legionarios valientes y elegantes que le asistiesen, un obrero que hace tiempo quedó cesante se subía a todo lo alto de un puente de Sevilla para exigir el respeto, es decir, que le devolviesen su trabajo.

Cerca de allí, un alcalde iba a pagar 300.000 euros de fianza para salir de la cárcel a la que le había arrojado un desalmado juez alegando que se había llevado un montón de dinero que no era suyo. Es que ya en España te meten en la cárcel por cualquier cosa.

En Málaga, a algunos cientos de kilómetros de Sevilla, un jeque, como el de aquellas películas que con Omar Shariff o Anthony Quinn nos llevaban el alma a caballo, quiere comprar el club de fútbol Málaga. El hombre explica que el título de propietario de semejante cuadra será un plus en su tarjeta de visita.

A miles de kilómetros de Sevilla, en Johannesburgo, África del Sur, se comenta que cada jugador del equipo español que participa en el Mundial de Fútbol, y son por lo menos once, cobrara 600.000 euros por cabeza si ganan al final.

El obrero fue a dar con sus huesos proletarios a un calabozo, acusado de desorden público.

El alcalde fuma probablemente ya los puros de su libertad ganada a pulso de su talento.

El jeque cree haber reconquistado un poquito de esa Andalucía que algunos exaltados islamistas reclaman.

Los futbolistas muy felices, gracias.

Por Dios, Tom, Tom Cruise, ¿se da usted cuenta, mister, del lío tan espantoso que ha provocado pidiendo una botella de agua mineral? Es que ni todas las mariposas de los bosques mexicanos…

Que Dios te perdone, hermano, nosotros nos beberemos algunos güisquis por ti y por la salvación de tu alma. Falta te hace.

(*): Sergio Berrocal es periodista y crítico de cine. Su último libro: "Crónicas sin güisqui" (www. publibook.com).