Colaboración: Damián Alcázar y el nuevo régimen actoral post-nafta (II)

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Damián Alcázar
Por Sabino Luévano *   

Dentro de los cambios en el régimen actoral, Damián Alcázar ocupa un lugar importante ya no sólo en el cine mexicano independiente sino también en el latinoamericano. Leer su performance actoral no sólo on screen sino también off screen, en entrevistas de medios de comunicación por ejemplo, arroja luz sobre los cambios dentro del cine en particular y de la sociedad mexicana en general. No es que su performance sólo sea un reflejo de, sino también un texto en el cual se tejen cambios sociales y la emergencia de una nueva subjetividad masculina mexicana, idea que tomo de Laura Podalsky y su ensayo "Landscapes of subjectivity in contemporary Mexican cinema" (2011).

Tomando como punto de partida el primer fenómeno (los otros dos no se estudiarán en este ensayo), el surgimiento de una demanda de actores independientes, podríamos decir que históricamente, los actores dramáticos en México han sido blancos -o White passing-, y los melodramáticos todavía más blancos. Según Sergio de la Mora, el éxito de actores del cine de la época de oro como Pedro Infante, Jorge Negrete, María Félix, Silvia Pinal etc., no se entendería sin éste componente. El único actor mestizo que alcanzó gran popularidad en ese tiempo fue Mario Moreno Cantinflas, por supuesto que en el género cómico. Un actor que ha vivido esta discriminación, y a su vez, la transición hacia una mayor apertura del cine mexicano y su type casting colorista, es Tenoch Huerta. En una entrevista a El País en el 2017 sobre racismo en México, argumenta:

en la televisión mexicana no hay morenos con este nivel de moreno y los que están son cómicos, son chistes. Afortunadamente cuando yo empecé a actuar el cine nacional empezó a contar otras historias, empezó a contar historias de jodidos, sufridores y rateros, y somos los morenos los jodidos, sufridores y rateros en este país (Reina, "México frente al espejo").

Este cambio de régimen que menciona Tenoch Huerta, también benefició a Damián Alcázar.  El primer papel que le dio un nicho en el performance de cine independiente, fue en la película "La ciudad al desnudo" (1989), de Gabriel Retes. Especie de naranja mecánica a la mexicana, en esta obra Damián Alcázar representa a un jodido, ratero, violador y homosexual psicópata apodado la Suavecita. Anteriormente, Alcázar ya tenía una carrera como actor dramático en los años 80, de teatro clásico y experimental. Su formación política nunca ha sido un misterio; en una entrevista al programa TAP publicada en el 2012, del canal 11, Alcázar menciona que de joven deseaba ser guerrillero, pero al final le ganó el miedo y decidió ser actor. En este performance off-screen, Alcázar promueve cierto pan-latinoamericanismo como actor comprometido con un ideario de izquierda, en el cual, por supuesto, no es casual un look un poco guevareano, de esa izquierda de los años 60 y 70 donde abundaban las melenas, las barbas, los sombreros y los pantalones de mezclilla desgastados. A diferencia de actores más jóvenes y blancos -y más melodramáticos- que aprovecharon ese capital para brincar a Hollywood, como Salma Hayeck, Ana de la Reguera, Eduardo Verástegui etc., Damián Alcázar trabaja mayoritariamente en proyectos de cine mexicano y latinoamericano independientes. En los últimos años se ha convertido en un actor de culto entre los directores latinoamericanos y se da el lujo de participar sólo en los proyectos que lo convencen y que no traicionan sus ideas sobre el arte de actuar.

Por otra parte, en lo que Barry King llama la economía cultural del cuerpo humano (136), y que se refiere a la escala de valor que los rasgos físicos ocupan en las industrias de cine, hubiese sido difícil brincar a un régimen de actuación más comercial con ese nivel de moreno, para citar las palabras de Tenoch Huerta. Damián Alcázar podría ser la cara de un mestizo mexicano promedio e incluso latinoamericano. Ha aparecido en producciones paraguayas, costarricenses, colombianas y sus papeles se sostienen de igual forma debido a su capacidad camaleónica para interiorizar acentos y a su rostro mestizo.

Esta parte no performativa del actor, que King llama "giveness" (citado en Peberdy, 68), o sea, lo dado, el cuerpo que uno habita como es, si bien en una producción estadounidense comercial no podría salir de un type casting estereotipado, como narcotraficante, por ejemplo, en el nicho que se ha labrado Alcázar se ha convertido en una ganancia y en parte esencial de su capital actoral.  En este sentido, podría argumentarse que Alcázar cae de lleno en el estereotipo de lo que llama Tenoch Huerta el moreno jodido, sufridor y ratero. Un tal Pérez Orfa, comenta en el tráiler de El infierno en youtube: "este cabrón no se cansa de salir de jodido". Un tal Alvin Santa es de una opinión contraria y comenta: Que enorme diferencia hay entre el actor nato, el actor que nació con ese enorme talento como lo es Damián Alcázar a los dizque actores de hoy que solo por tener una cara bonita y un cuerpo súper atlético pero de talento CERO como William Levy Sebastian Ruli David Cepeda y muchos más.

Este comentario, de apariencia impresionista, en realidad comparte preocupaciones teóricas, aunque expresadas en otros códigos, de especialistas del performance actoral como Lev Kuleshov, James Naremore o Barry King. Este último plantearía el problema en términos de "impersonation" y "personification" (130). Del primero se espera que "in playing any character, the "real" personality of the actor should disappear into the part" (citado en Peberdy 58) y del Segundo "personification refers to the actor [being] consonant with his or her personality" (Citado en Peberdy 58). El otro problema que plantea esta reflexión es el de "type casting". En el sistema actoral dominante, el llamado método Stanislavsky naturalista, se exige que el actor copie e interiorice un modelo de persona real. Así surgieron los performances de Robert De Niro o Marlon Brando: el primero tuvo que convivir por meses con taxistas reales. En la película "Full Metal Jacket", actor y personaje convergieron en uno de los más memorables performances del cine con R. Lee Ermey. En resumen, en el enfoque naturalista el actor se debe dejar colonizar por el personaje y tener un givenness en común con él. Así, un actor de estatura baja y subido de peso, en el sistema naturalista, nunca podrá representar a Hércules, aunque sí en otros sistemas de actuación como el brechtiano o el bresoneano.

(*): Sabino Luévano estudia un doctorado en análisis de cine en el Departamento de Estudios Hispanos, en la Universidad de Houston.

Primera entrega de este artículo, AQUI.

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