Colaboración: Murió Gabriel Retes, murió el cine mexicano

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Gabriel Retes y Lourdes Elizarrarás
Gabriel Retes y Lourdes Elizarrarás
Por Sergio Berrocal    

Hacía una eternidad que no nos veíamos, que no nos hablábamos, que no nos cruzábamos en un festival de cine, en un aeropuerto, en cualquier sitio. Gabriel Retes, que acaba de fallecer a los 73 años de edad fue uno de los mejores, si no el mejor cineasta mexicano de su generación. Junto con la que fue su esposa, Lourdes, formó una de las parejas más brillantes de todo ese cine latinoamericano que entonces luchaba por sobrevivir, cuando no bastaba con irse un ratito a Hollywood y que te diesen fama.

No lo entiendo. Y ¿dices que no nos volveremos a ver, ni a charlar, ni a tomar una copa?. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos, es cierto. Y Satanás te ha castigado por abandonar a los amigos. Seguro que a estas horas estás preparando una película sobre el infierno. Nos habíamos perdido de vista, cada cual en un rincón del mundo y ni él ni yo éramos de los que se comunicaban demasiado. Sonreía, enseñaba los dientes grandes y así creo que se comunicaba.

Me lo acaba de confirmar Lourdes, que como esposa y guionista, le acompañó en cada paso que dio en ese mundillo del cine cuando para hacer cine en México había que tenerlos bien puestos. Y ellos dos formaban la pareja indestructible, la pareja querida por todos, porque la separación al cabo de los años no quiere decir nada más que el amor no es cosa fácil de llevar. Lourdes era la sonrisa, el alma de Gabriel, el que lo aguantaba mientras charlábamos en el jardín del Hotel Nacional de La Habana, cuando tomábamos una copa, cuando hablábamos de cine.

Les doy sus películas, las que la pareja tejió desde 2019 (Identidad Tomada) hasta el comienzo:

    La Revolución y los artistas (2018)
    El ombligo de la luna (corto) (2015)
    Mujeres en el acto (2013)
    Buscando la ola (2011)
    Arresto domiciliario (2008)
    Bienvenido-Welcome II (2006)
    @festival.ron (2003)
    Despedida de amor (2003)
    La mudanza (2003)
    Un dulce olor a muerte (coproducción hispano-argentina, 1998)
    Bienvenido-Welcome (1994)
    El bulto (1992)
    El nacimiento de un guerrillero (1989)
    La ciudad al desnudo (1989)
    Los náufragos del Liguria II: Los piratas (1985)
    Los náufragos del Liguria (1985)
    Mujeres salvajes (1984)
    The Recourse to the Method (1978)
    Bandera rota (1978)
    Flores de papel (1977)
    Nuevo mundo (1976)
    Chin Chin el teporocho (1975)
    Los bandidos (1974)
    Los años duros (1973)
    Tribulaciones en el seno de una familia burguesa (1972) (cortometraje)
    El asunto (1972)
    Fragmentos (1971)
    Comunicados de insurgencia obrera (1971)
    El paletero (1970)
    Sur (1970)

Ellos hacían cine con el alma, con el corazón, con las entrañas.

Pero no les quiero hablar del cineasta, ya basta con ver la lista de títulos,los éxito que cosechó.Y los que se quedaron en camino porque también hay que dejar algo para los demás.

Eso sí, hubo un momento, era después de un Festival de La Habana, que se apartó un poco del cine. Creo que fue cuando se marchó de agregado cultural, o a mí me lo parece, a un país latinoamericano.

Pero el cine lo llevaban los dos muy adentro y no podían dejarlo. Eran un trio, él, ella y el cine. Una pareja y el amante y se entendían como poca gente.

Pero, repito, no quiero hablar del cineasta, ni tampoco de que Lourdes sigue haciendo cine con el mismo talento que siempre ha tenido. El se acaba de morir de un cáncer que se le presentó hace unos meses y cuando la muerte te llama parece ser que no se le puede decir que no, pase usted otro día, ahora tengo un guión que terminar.

No sé ni por donde terminar. Miren sus películas, solo los títulos y acuérdense de que sin él, sin ellos, el cine mexicano nunca hubiese sido lo que con ellos fue. Claro, me dirán, hubo mexicanos que triunfaron por todo lo alto en Hollywood, donde dan esas cosas que se llaman Oscars. A ellos no les tocó que yo sepa.

Cuando se peleaban cada día cada noche cada mediodía por empezar una película, muchas veces había que buscar el dinero para comprar una fotocopiadora, una máquina o qué se yo.

No se hizo rico de la noche a la mañana dando dos vueltas al ruedo en Hollywood y vamos a tomarnos una copa.

Me ha quedado el recuerdo que me acompañará toda la vida. Era en el Festival de Gramado, en el sur de Brasil, en unas montañas preciosas con un pueblecito que olía a chocolate suizo. Probablemente todos sus puñeteros habitantes eran suizos o quizá todo aquel entramado no era más que el decorado de una película que Lourdes y Retes estaban perpetrando sin decirlo a nadie.

Aquella noche, cuando se apagaron las luces del suelo, cuando el silencio cayó encima de una luna sacada de un cuento de Walt Disney o de una película made in Suiza, los tres nos encontramos en un restaurante extraño. Estábamos solos o a mí me lo parecía porque allí no brillaban más que ellos. Y creo que había vampiros de esos que hacen películas.

Y bebimos, bebimos y bebimos hasta el fin del mundo, en medio de mil anécdotas, de mil risotadas, porque él se reía como nadie, más que nadie, aunque a veces te dabas cuenta de que le faltaba un cacho de risa y que una parte de la cara estaba triste como para llamar al Trio Los Panchos y llorar en medio de guitarras desenfrenadas.

Bebimos, y bebimos, y bebimos. Tanto y tan rico que ni nos emborrachamos, ¿verdad que no, Lourdes?, o quizá habíamos pasado toda las fronteras de la amistad junta y feliz.

No sé cómo salimos de allí a menos que nos sacaran en un furgón de la policía o los Reyes Magos andaban por esos lares y tuvieron la gentileza de llevarnos a la cama.

Adiós, Gabriel, cabrón, podían haberte hecho millonario si hubieses adaptado aquel libro mío que tanto manoseábamos, "Ojos verdes" con cuya lectura, me consta, lo certifico, Lourdes soltó más de una lágrima.

Pero éramos felices como se es cuando no se busca más que serlo, sin intereses ni puñeterías.

Luego desapareciste, mi querido cabronazo, y menos mal que Lourdes, que entonces era esposa tuya, siempre tenía una sonrisa para que no se rompiera la ilusión.

Adiós. Pero, ¿cómo se te ocurre morirte en el preciso momento en el que el mundo vive una guerra horripilante provocada por un bicho llamado coronavirus, que nos está matando. Tú, más listo, no has querido que el bicho te coma y te has marchado a la chita callando.

Pero te has perdido una enorme película. El bicho te hubiese metido en Hollywood, pero tal vez sea mejor así.

Te llegó la hora, amigo. Como nos llega a todos. Pero me hubiese gustado que hubiese sido encima de una botella de güisqui o metido en un barril de rico vino tinto Cabernet Sauvignon.

Jesús, hazle un sitio ahí en tu caverna de Ali Baba y los doce ladrones. Te va a enseñar a beber y a reír. Y de paso hasta te convierte en estrella de cine.

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