El Personaje: Guillermo del Toro, bicho raro

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Rodando Blade II
Rodando Blade II
Cartel de MimicRodando Blade II19-IV-02

Por Angel L. Esteban

No es fácil para un creador latino triunfar en Hollywood, aunque a algunos, como a Guillermo del Toro, no les ha costado más que cuatro películas. Seguramente su estilo personal, indeleblemente impreso en películas de orientación comercial y atmósfera tenebrista, le ha abierto las puertas de la taquilla americana como paso previo para conquistar las del resto del mundo. Una conspiración vampírica que parece ideada por los sanguinarios seres que pueblan “Blade II”, que ahora estrena en España y que tiene marcado el indeleble sello Del Toro.

Nacido en el estado mexicano de Guadalajara en 1964, el orondo - aunque vegetariano - director y guionista ha destacado desde sus inicios, que incluyen una sorprendente participación como productor ejecutivo en ese delirio gay-católico-costumbrista de culto que es “Doña Herlinda y su hijo” (1985), por saber marcar las distancias respecto a la realidad colindante y erigir su propio universo mediante mitos, fantasías y leyendas.

Para muchos no dejará de ser un bicho raro, pero Guillermo del Toro conquistó ya con su primer trabajo, “Cronos”, un Premio de la Crítica en el Festival de Cannes, dos más en el de Sitges y arrasó - cómo no - en los Ariel de la Academia de Cine de México. Una historia muy personal que, a pesar de los errores, ha marcado sus sucesivos pasos, demostrando su gusto por las historias mitológicas, las atracciones vampíricas y misteriosas leyendas de trasfondo religioso.

Menos suerte tuvo con su primera incursión en Hollywood, “Mimic”, en la que Mira Sorvino se esforzaba por acabar con una epidemia fatal de cucarachas dentro de una historia quizás demasiado marcada por la pautas de los estudios todopoderosos, los “independientes” Miramax, que la produjeron. Este condicionamiento no impide sin embargo que “Mimic” se enmarque a la perfección dentro de la trayectoria de Del Toro, el necesario escollo de la segunda película que le devolvió al redil latino y le enseñó a no renunciar nunca jamás a su personalísmo criterio, que es el que le ha convertido ya, a sus 38 años, en director de culto entre los más jóvenes.

Parte de ese seguimiento se debe al gusto de Del Toro por los ambientes oscuros, los bichos de toda clase y condición, y su descarada aproximación visual al mundo del cómic, como ocurrió en su siguiente trabajo, “El espinazo del diablo”. Esta historia de creación propia, de apariencia cercana al clásico “Paracuellos” de Carlos Jiménez, ha logrado una gran repercusión internacional, en parte por el apoyo en la producción de El Deseo de los hermanos Almodóvar. Los rostros de Marisa Paredes, Eduardo Noriega y el habitual Federico Luppi pasaron a formar parte de la galería de extraños personajes que pueblan las fantasías de Del Toro.

A éstas se une ahora Blade, la criatura de Mark Wolfman con cuerpo y rostro de Wesley Snipes, en una segunda entrega cinematográfica que se acerca más a la estética neogótica del original y a su sentido del humor, logrando un espectáculo visual y narrativo con el que Guillermo Del Toro se revaloriza como autor fantástico. Se prepara así para empezar a trabajar en “Las montañas de la locura”, adaptación de la novela de Lovecraft, después de llevar a las pantallas el personaje “Hellboy” de Mike Mignola, para el que ha elegido a uno de sus actores habituales, el extraño e interesante Ron Perlman.