Juan Antonio Bayona escribe sobre "La sociedad de la nieve"

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Bayona, rodando "La sociedad de la nieve"
Bayona, rodando "La sociedad de la nieve"
Por J.A. Bayona

Leí el libro de "La sociedad de la nieve" hace más de diez años, mientras preparaba el rodaje de "Lo imposible", y resultó ser muy inspirador. El título de "Lo imposible", por ejemplo, se me ocurrió leyendo unas declaraciones de Roberto Canessa, uno de los supervivientes de los Andes. Recuerdo que a Naomi Watts y Tom Holland les compartía extractos del libro en los descansos entre tomas. Las dos películas cuentan dos catástrofes humanas que comparten una idea de la supervivencia no solo física sino también emocional.

El autor del libro, Pablo Vierci, consigue que entres en la mente de cada uno de los personajes y vivas una experiencia extrema que te sitúa frente a la muerte para, desde ahí, destacar la vida. Es una lectura apasionante y compleja. Su relato está cargado de claroscuros y es muy humano. Me interesó especialmente el sentimiento de culpa que revolotea por toda la lectura, que desmonta el relato del héroe clásico que el cine ha hecho este tipo de historias. En el libro, Roberto Canessa se dirige a los muertos, cuarenta años después del accidente, y les pide que acepten en paz haber vivido la vida que ellos no tuvieron. En esa idea está el origen uno de los temas de la película: la necesidad de establecer un contacto entre los vivos y los muertos para escribir un relato que ponga en evidencia el papel fundamental que jugaron todos, también los que se quedaron.

Si seguimos hablando de esta historia más de cincuenta años después es en gran parte porque los protagonistas tuvieron que alimentarse de los cuerpos de sus amigos. A mi me interesa mucho el carácter simbólico de ese acto, la idea de darse al otro. En el corazón de "La sociedad de la nieve" hay un espíritu de colaboración y camaradería que aparece de manera espontánea cuanto mayor es la adversidad a la que se enfrentan los protagonistas. La entrega al prójimo se manifiesta tanto en lo espiritual, cuando uno camina por los demás, o les cura las heridas, como en lo físico, con esos cuerpos que dan permiso para comer en caso de morir. Es un recurso tan extremo como místico y humanista. A pesar de tratar temas oscuros, mis películas son luminosas, hablan de la muerte para resaltar la vida.



Preservamos la intimidad de los protagonistas. Y preferimos sugerir emociones en lugar de mostrar imágenes explícitas. Las imágenes gráficas distraían. Para ellos comer carne humana se volvió algo cotidiano. Pero para el público, es imposible convertir lo escabroso en algo anecdótico en dos horas de película.

En un momento crucial de esta historia, los personajes se echan a andar por la montaña a ciegas, sin un destino claro, a una muerte segura. Para mi no es un acto de fe, sino de dignidad. La dignidad también se expresaba en aquellos que morían dando ánimos a sus compañeros. Son comportamientos fruto de una profunda transformación. En una situación de completo abandono, cuando te lo han quitado todo, tienes la capacidad de escoger cómo morir. Y ellos lo hacían dándose a sus amigos. Estoy seguro que para muchos de ellos supuso una experiencia trascendente. Para mí no es una película religiosa, pero sí una película espiritual.

Con "La sociedad de la nieve", no quise seguir un guion cerrado. La historia era de sobras conocida, así que me interesaba más capturar gestos e imágenes poderosos que los hechos en sí. Tener acceso directo a los supervivientes fue una fuente extraordinaria de información, así que decidir recrear lo sucedido con su ayuda. Reunimos a un grupo de más de veinte jóvenes actores y ensayamos durante dos meses. De ahí surgieron muchas ideas nuevas. Durante el rodaje, surgieron más imágenes y situaciones que fuimos incorporando al guión. Esta historia no podía ser contada desde la distancia, necesitábamos sumergirnos por completo, sentir el frío, el hambre y el aislamiento de la montaña. La película no solo proviene de un guion previo, sino también de las experiencias e ideas que exploramos durante los ensayos, el rodaje y el montaje.

(*): El español Juan Antonio Bayona clausuró la Mostra de Venecia con esta película largamente gestada, rodada en Suramérica y España, bajo la financiación de Netflix, con la que aspira por España a una nominación al Oscar y de momento ya ha logrado candidaturas a los Globos de Oro y los Critics Choice.

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