Cannes: Entre la romántica sensibilidad de Jane Campion y el terror ridículo de Park Chan-wook
- por © E.E. (Cannes)-NOTICINE.com
Jornada competitiva de fuertes contrastes la de este viernes en Cannes: Aplausos emocionados para la neozelandesa Jane Campion, que recupera con "Bright star" su intensa vena romántica de "El piano", con la que ganó aquí mismo la Palma de Oro, y profundo desagrado hacia "Bak-Jwi", del coreano Park Chan-wook, una orgía pretenciosa de sangre y sexo sobre un sacerdote que se convierte en vampiro.
Campion llevaba tiempo queriendo llevar al cine la real historia de amor entre el joven poeta Jon Keats y su vecina, Fanny Brawne, trágicamente finalizada por la prematura muerte del escritor, víctima de la tuberculosis. Este relación casi secreta, entre dos jóvenes de principios del siglo XIX que aparentemente tienen poco en común y ni siquiera se llevan bien se convierte -tapizada de hermosas cartas y poemas- en una travesía intensa hacia el amor más absoluto, en medio de un ambiente hostil. La cineasta neozelandesa la ha rodado con una espléndida fotografía y ambientación.
"Me sedujo -ha explicado Campion- la historia de Keats a la que tuve acceso a través de la biografía escrita por Andrew Motion, que me trasladó a otro mundo y me inspiró la necesidad de contar ese amor en una película, que no considero una "biopic" al uso. La he narrado a través del punto de vista de Fanny. No se trata de llevar a la pantalla una biografía, sino de hacer un film romántico inspirado por la realidad y basado en las cartas y poemas que intercambiaron. Las "biopics" tienen que ser muy selectivas y casi siempre acaban resultando frustrantes porque no puedes meter en hora y media toda una vida. En este caso es un período concreto el que usamos, y a decir verdad al terminar la película me quedé muy triste de alejarme de ese mundo".
También hay pasión en el cura-vampiro de Park Chan-wook, otro de los "niños bonitos orientales" de cualquier seleccionador de festival que se precie, sin que luego apenas logre presencia en las salas convencionales de medio mundo. Solo que esta vez el anhelo es por la sangre y su amante a la que vampiriza después de una buena ración de sexo.
"Bak-Jwi" (Esta es mi sangre) arranca con un cura coreano que lleno de anhelos solidarios hacia el prójimo va a Africa a probar una vacuna contra una enfermedad contagiosa pero sucumbe al mal. Una transfusión de sangre le devuelve a la vida, pero le convierte para siempre en un vampiro sediento de sangre y en menor medida de sexo. Su repentina curación le convierte en objeto de culto y peregrinaje de los creyentes, que le consideran un santo y acaban viendo de primera mano que él se interesa ya más por sus cuellos que por sus almas. Entre esos peregrinos se encuentra un amigo de infancia y su atractiva esposa, a la que convertirá en compañera de orgías llenas de hemoglobina.
Más cerca del "gore" que de su previo éxito crítico "Old boy", el vocacionalmente provocador Chan-Wook se decanta por ahogar al espectador en chorros de sangre, cuellos rotos, efectos sonoros desagradables y piruetas más propias de una película de artes marciales. Algunas de ellas francamente bien rodadas, pero sin una apoyatura dramática que justifique tanto esfuerzo.