San Sebastián: División de opiniones para la española "La mujer sin piano" y silencio a la turca "11’e 10 kala"

por © Patricia Sanmartín G. (S.S.)-NOTICINE.com
Carmen Machi (FICSS)
Carmen Machi (FICSS)
Cine de autor no muy accesible para el público medio, "La mujer sin piano", segundo film de Javier Rebollo ("Lo que sé de Lola"), filmado y terminado en un tiempo récord para llegar a San Sebastián, fue aplaudido este jueves en una nueva jornada competitiva del certamen donostiarra, si bien algunos prefirieron irse antes. Más unanimidad hubo en el desinterés hacia la turca "11’e 10 Kala", que parte de una idea -o realidad- interesante pero naufraga antes de llegar a puerto.

"La mujer sin piano", con Carmen Machi en el papel de una mujer de mediana edad de decide romper con su mediocre existencia huyendo de casa, es un grito mudo para oidos sordos, como en esos sueños en los que pides auxilio y nadie te oye... es un viaje a ninguna parte. Hay una maleta, cierto, una estacion, de acuerdo, pero no es suficiente para de verdad partir...

Con un decorado tan hiperrealista que resulta surrealista, dominan los colores frios (azules y grises) de la vida cotidiana  de Rosa (Carmen Machi, aquí sí por fin aprovechada en el cine español), con el rojo de sus labios y uñas, simbolos de absoluta feminidad, deseo y sensualidad, que rasgan con fuerza la pantalla como las cuchilladas de una navaja.

Toda la trama transcurre en una noche, una unica noche, en la que Rosa se pondra una peluca,"no con fin de disfrazarse, poniéndose una máscara, sino para quitarse la cara, por una única noche dejar de ser ella misma", según explica Javier Rebollo.

En "La mujer sin piano" hay silencio, soledad, en una sociedad automatizada invadida por todo tipo de tecnología que nos deshumaniza. "En italia desde que tienen móvil, han dejado de hablar con las manos", constata Rebollo. Al telefono nos contestan máquinas, las administraciones nos alienan con reglamentos que no toman en consideración le factor humano, la contaminacion auditiva de la nueva  tecnología (tv, radio, móviles, etc...) nos aisla en el silencio y en la soledad. Sólo existe el ruido, no la comunicación.

Por una noche sólo, Rosa, huirá de la dictadura de lo cotidiano. Carmen Machi, con esta película empapada del cine frances de la "nouvelle vague", nos aparece por fin como la extraordinaria artista que es. Entra de lleno en la línea de figuras como Annie Girardot, Jeanne Moreau, o mas cercana a  nosotros, Nathalie Baye.

"No soy un director intelectual, sino sensual", recalca Rebollo. "Me inspiré de una escena real de la que fui testigo una noche. En una estación vacía, había un mujer mayor que parecía perdida, con una maleta".

"La mujer sin piano" se quiere "clara y sencilla como el dibujo de un niño". Ese es su propósito destilar y simplificar hasta logra la quintaesencia de su proyecto, su papel no es dar respuestas al público, tan sólo plantear interrogaciones...

Por su parte, la turca "11’e 10 Kala", que tiene su puesta de largo internacional aquí en San Sebastián, dirigida por Pelin Esmer, es una prueba de que el arte también imita a la naturaleza. Hace años, en otro festival de otro país, veíamos un corto documental de la misma directora sobre un personaje real, un anciano -empleado ya jubilado- que había pasado toda su vida coleccionando periódicos y objetos que él consideraba bellos o útiles, y por partida doble. Uno para usarlo y otro... por si acaso. Aquel era un trabajo realmente fascinante, sobre un individuo para nada marginal, afectado si se quiere por una variante del "mal de Diogenes", pero perfectamente integrado en la sociedad.

Ahora, la misma directora, siete años después, ficciona parcialmente la historia real de Mithat Esmer, hombre solitario cuya colección desborda la capacidad de su amplio piso, en un edificio que quieren tirar para construir uno nuevo. En el entresuelo humedo de ese edificio vive el portero, con evidentes problemas económicos y una esposa en el pueblo, pues su niña padece asma, lo que impide que vivan en esa porteria juntos.

El coleccionista es indiferente al valor que representa su colección, pero el portero ve en ella una fuente de ingresos hasta encontrar un trabajo que le permita mantener su familia dignamente.

Para la joven directora (cuyo personaje principal está inspirado e interpretado por el auténtico coleccionista, su propio tío) el cine es una manera de perpetuar la tradición turca. Sólo se trata de contar historias, y si hoy en dia se dan a conocer tantos cineastas turcos es porque allí se está impaciente por dejar de callar.

Hace años, cuando vimos aquel corto, pensamos inevitablemente en que podía ser el punto de partida de una gran película. Su directora lo ha intentado, pero en casi dos horas lo único que consigue es una cinta lenta y más bien aburrida. Una pena...