Colaboración: Oscars 2016, cuando la realidad supera a la ficción

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Por Borja Garrido  

Finalmente, y tras una larga espera cargada de sueños, emociones y polémicas que lograron agitar el ya de por sí exagerado bombo publicitario que gira en torno a los Oscars, llegó la ceremonia más esperada por la industria cinematográfica. Fue una noche, además, en la que más allá del lujo y el glamour del que frecuentemente alardean las grandes estrellas de Hollywood al caminar sobre la ya endiosada alfombra roja, se pudo apreciar cómo uno de los protagonistas de la velada, el multidisciplinar reclamo político, logró imponerse por encima de cualquier otra cuestión en el plano ajeno al mundo del cine.

Al ya más que mencionado conflicto sobre la ausencia de diversidad racial en la parrilla de nominados, se unieron otras grandes causas que, aunque de manera aislada y poco elaborada, bien merecían la oportunidad de entrar en escena, como por ejemplo la lucha contra los abusos sexuales (cada vez más frecuentes en campus universitarios estadounidenses), la homofobia y transfobia o el discurso sobre el cambio climático que un comprometido Leonardo DiCaprio tuvo la ocasión de pronunciar.

Lo cierto es que, tal y como se esperaba, no se trató de una gala en la cual las sorpresas surgiesen de entre las sombras desmontando todo el esquema básico de premios que más o menos tanto críticos especializados como el público en general tuviesen construido en sus mentes. Aunque, como no podía ser de otra manera, hubo algún que otro premio medianamente inesperado y que provocó cierto asombro.

Hablar de quién ostenta más o menos méritos en un año tan potente en lo que a la calidad de las películas se refiere como el ya pasado (pero no olvidado) 2015 sería injusto para aquellos que no lograron llevarse a casa la estatuilla dorada, pero por lo general la Academia optó por crear un ambiente de contento general siguiendo la tendencia ya establecida últimamente de no proclamar grandes vencedores absolutos y repartir ganancias entre los films que partían como favoritos, tal y como pueden apreciar en el artículo que previamente hemos publicado con los resultados de la entrega de premios.

Tras el clímax de la ceremonia, en el que Leo DiCaprio logró romper el ouroboros al que parecía haberse sometido a lo largo de tantos años en ese ciclo de esfuerzo eterno por conseguir el reconocimiento que desde "Diamante de sangre / Blood Diamond" justamente merecía, llegó la gran sorpresa de la noche. Como nos llevan acostumbrando los cuentos desde nuestra más tierna infancia, es al final cuando el proceso narrativo parece dar una vuelta de tuerca y forzar la maquinaria que parecía funcionar de manera tan fluida, únicamente para asombrarnos y dejarnos sorprendidos con el rumbo de los acontecimientos. Y ahí fue donde apareció uno de los grandes actores del olimpo cinematográfico, Morgan Freeman, para revelar como mejor película del año a "En primera plana / Spotlight", lográndose imponer a la gran favorita de la noche, "El renacido / The Revenant", demostrando que las grandes y realistas historias pueden llegar a superar a las más épicas aventuras.

Exceptuando la proclamación de Mark Rylance ("El puente de los espías / Bridge of Spies") como mejor actor de reparto, logrando imponerse ante un atónito Sylvester Stallone que partía como favorito y que tuvo que conformarse con los mensajes de ánimo que su amigo Arnold Schwarzenegger le dejaba en Twitter; "Para mí, eres el mejor. No importa lo que digan", no hubo ninguna sorpresa en el ámbito interpretativo, siguiendo con la tónica habitual a la que nos acostumbró una noche en la que casi todos los pronósticos se cumplieron, también en otros rubros como los referentes a cuestiones de guión o aspectos técnicos.

Definitivamente, esta 88 edición de los Premios Oscar no va a pasar a la historia, ni por suponer una noche rompedora que quiebre con el monótono y efímero entretenimiento al que la audiencia se ve sometida ni por brindar grandes sobresaltos que dejen ridiculizados a unos pronósticos que cada vez se cumplen con más frecuencia. Sin embargo, sí que fue una noche histórica para dos de los profesionales iberoamericanos que actualmente nos representan con mayor impacto internacional: Tras la consecución de tres Oscar consecutivos por parte de Emmanuel Lubezki y su consagración como el mejor camarógrafo del mundo actualmente, Alejandro G. Iñárritu dio un paso de gigante para quedar en el recuerdo de todos los aficionados al cine al entrar en el selecto club que hasta ahora únicamente estaba compuesto por John Ford y Joseph L. Mankiewicz, siendo los únicos que han logrado levantar dos veces seguidas la estatuilla al mejor director ante la mirada de millones de personas.