Aki Kaurismaki abre corazones a los refugiados en la Berlinale
- por © E.E. (Berlín)-NOTICINE.com
Mientras del otro lado del océano hay quien cierra fronteras y aeropuertos, en la Berlinale, los cineastas van por el camino opuesto. Si el miembro del jurado Diego Luna, actor y director mexicano, quiso fotografiarse no casualmente ante un segmento aún intacto del muro que separó por casi tres décadas la ciudad, en la pantalla del Berlinale Palast, el cineasta finlandés Aki Kaurismaki enfrentaba la intolerancia y el totalitarismo (nada mas totalitario que igualar a las personas por su religión o su país de nacimiento), con "Toivon toulla puolen" (que han traducido como "La otra cara de la esperanza"), una de sus inclasificables historias tan absurdas como reales, cargada de moralejas necesarias. En esta misma jornada del martes, Alemania volvió a concursar esta vez de la mano de un documental sobre el artista y activista Joseph Beuys.
Inmigrantes y refugiados no son nuevos en el cine del menor de los Kaurismaki, cuya previa cinta, "Le Havre", presentada hace seis años en Cannes, hablaba también de los inmigrantes o huidos del hambre, la pobreza y las guerras del Tercer Mundo que desesperan para cruzar el canal de la Mancha en busca del sueño británico. Ahora, en "Toivon toulla puolen" se trata de un refugiado sirio al que acoge el propietario de un restaurante, antes viajante de comercio, que decidió invertir en el póker y así pudo comprar su negocio.
Khaled consigue llegar a Helsinki tras innumerables penalidades por el continente europeo y después de perder a su familia en la guerra civil de Siria. Solicita infructuosamente asilo político pero al serle rechazado opta por vivir en la clandestinidad, durmiendo en la calle. Allí lo encuentra Wikström, el dueño del restaurante en cuyo exterior trasero ha pernoctado. Le da trabajo y techo, y junto a la camarera y a un perro igualmente "recogido", conforman una peculiar familia en medio de una sociedad injusta.
Kaurismaki aborda el asunto sin el menor paternalismo. No pretende vender un país, el suyo, Finlandia, como la tierra de asilo que cualquier refugiado disfrutaría, llena de gente de gran corazón, porque también hay intolerantes fascistas entre sus conciudadanos, como en todas partes. En lo cinematográfico, es fiel a sus ideas, ese estilo de comedia costumbrista seca, sin artificios, pero a la postre profundamente humana. Así lo han apreciado, con aplausos, a este cinta tan actual como necesaria los espectadores de la Berlinale.
El otro film del día era un documental, que concursa igualmente por los Osos, en la estela de Cannes o Venecia, también permeables a un género que está de moda confrontar con la ficción. "Beuys", sigue la vida, la obra y el espirítu vanguardista de un artista alemán, Joseph Beuys, controvertido y admirado en Alemania, como el primer artista germano en exponer en el Guggenheim neoyorquino, pero no tan popular -fuera de los círculos artísticos- en el resto del orbe. Siempre es interesante aprender algo nuevo y en ese sentido, el documental de Andres Veiel, que pasó tres años recopilando material fílmico, videográfico y sonoro sobre el creador fallecido hace tres décadas, uno de los fundadores del movimiento de "Los Verdes" en su país, puede tener cierto interés. Pero ponerlo a pelear con cintas de ficción, buenas o malas, sigue pareciéndonos injusto.
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Inmigrantes y refugiados no son nuevos en el cine del menor de los Kaurismaki, cuya previa cinta, "Le Havre", presentada hace seis años en Cannes, hablaba también de los inmigrantes o huidos del hambre, la pobreza y las guerras del Tercer Mundo que desesperan para cruzar el canal de la Mancha en busca del sueño británico. Ahora, en "Toivon toulla puolen" se trata de un refugiado sirio al que acoge el propietario de un restaurante, antes viajante de comercio, que decidió invertir en el póker y así pudo comprar su negocio.
Khaled consigue llegar a Helsinki tras innumerables penalidades por el continente europeo y después de perder a su familia en la guerra civil de Siria. Solicita infructuosamente asilo político pero al serle rechazado opta por vivir en la clandestinidad, durmiendo en la calle. Allí lo encuentra Wikström, el dueño del restaurante en cuyo exterior trasero ha pernoctado. Le da trabajo y techo, y junto a la camarera y a un perro igualmente "recogido", conforman una peculiar familia en medio de una sociedad injusta.
Kaurismaki aborda el asunto sin el menor paternalismo. No pretende vender un país, el suyo, Finlandia, como la tierra de asilo que cualquier refugiado disfrutaría, llena de gente de gran corazón, porque también hay intolerantes fascistas entre sus conciudadanos, como en todas partes. En lo cinematográfico, es fiel a sus ideas, ese estilo de comedia costumbrista seca, sin artificios, pero a la postre profundamente humana. Así lo han apreciado, con aplausos, a este cinta tan actual como necesaria los espectadores de la Berlinale.
El otro film del día era un documental, que concursa igualmente por los Osos, en la estela de Cannes o Venecia, también permeables a un género que está de moda confrontar con la ficción. "Beuys", sigue la vida, la obra y el espirítu vanguardista de un artista alemán, Joseph Beuys, controvertido y admirado en Alemania, como el primer artista germano en exponer en el Guggenheim neoyorquino, pero no tan popular -fuera de los círculos artísticos- en el resto del orbe. Siempre es interesante aprender algo nuevo y en ese sentido, el documental de Andres Veiel, que pasó tres años recopilando material fílmico, videográfico y sonoro sobre el creador fallecido hace tres décadas, uno de los fundadores del movimiento de "Los Verdes" en su país, puede tener cierto interés. Pero ponerlo a pelear con cintas de ficción, buenas o malas, sigue pareciéndonos injusto.
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