La deuda histórica en Montreal: cine contra el esquilmo cultural de la colonización
- por © María Gómez Bravo (Montreal)-NOTICINE.com
Cuando la educación es el vehículo no para sentar las bases del futuro sobre la riqueza de la cultura originaria sino sobre la destrucción del legado ancestral, castigando las expresiones, la lengua, la identidad misma, se están eliminando también las posibilidades de pervivencia de la propia humanidad, entendida como esa cualidad única que nos hace humanos.
El crimen cultural perpetrado por los gobiernos a las comunidades nativas parte no solo de la expropiación del territorio, de las riquezas, sino también de los bienes inmateriales más preciados, empezando por la propia educación. Solo en Canadá, el 30% de los niños aborígenes durante finales del siglo XIX, fueron ingresados en las denominadas "escuelas residenciales". Este "genocidio cultural", como lo llamó la jueza en jefe de la Corte Suprema de Canadá, Beverly McLachlin, ha sido vehículo narrativo de algunas de las producciones que se dan cita en el Festival de la Presencia Autóctona de Montreal.
Si en el cortometraje de ficción "Cornnhusk", de Jaiden Mitchell, una muñeca soportaba el peso de todo el dolor de los niños "encarcelados" en las Escuelas Residenciales, en la propia contradicción con el instinto más primario de la infancia, el juego, estas reminiscencias culturales impuestas sobre la propia identidad indígena también afloran en la sobrecogedora "Angélique’s Isle", de Marie-Hélène Cousineau y Michelle Derosier. Esta ficción basada en hechos reales nos plantea cómo para la propia supervivencia, Angelique Mott, abandonada junto a su marido en una isla del Lago Superior por ricos mercaderes en busca de cobre, recurre al conocimiento que había rechazado al adoptar la cristiandad, impuesta en la escuela.
Ese conflicto entre lo aprendido en la comunidad y el esfuerzo por hacer desaparecer todo atisbo de rasgo cultural indígena no es exclusivo de los pueblos nativos canadienses o estadounidenses. También al otro extremo, en las tierras nórdicas, la población Sami (habitantes de Laponia, al norte de Noruega, Suecia, Finlandia y la península de kola) ha librado su propia batalla frente al desprecio de sus vecinos, frente a esa contra-educación que les ha situado en un conflicto vital importante, como refleja la impresionante cinta "Sami Blood".
Firmada por Amanda Kernell, el largometraje sueco acompaña a una mujer en el viaje de regreso y de recuerdo de los hechos que definieron su juventud y su relación con su hermana: la escuela residencial, la "taïga", el deseo de progreso frente al ambiente racista o la pesada tradición familiar. Un conflicto que recoge también el cortometraje de ficción "Beaivvi Nieida" (Daughter of the Sun), de Margrethe OSkal, la representación noruega del festival, donde una escritora Sami se une a un taller de escritura y cómo la actitud de uno de los participantes despierta sus memorias más dolorosas.
Junto al reclamo de la lengua o del territorio, temas clásicos de las producciones filmográficas que se proyectan en el Festival de la Presencia Autóctona, la apropiación cultural y la necesidad de, por un lado, cuestionarse a través del arte y el cine, cuáles son esos bienes culturales identificativos de la comunidad indígena y, por otro lado, de reclamar su actualidad y su pervivencia, como necesidad de reafirmación y de identidad, se convierten en protagonistas mismos de las cintas que se pueden ver en Montreal. Resulta interesante cómo estas narraciones, que han sido hasta ahora bastante marginales, empiezan a ocupar también su sitio en la programación de los cines más comerciales, e incluso de la televisión, con series como la brasileña "Aruanas" (emitida en Globo). Quizás es momento de que este cine deje de ser una rareza y pase a formar parte de todas las agendas, sean o no sean nativas, por el bien de la cultura.
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El crimen cultural perpetrado por los gobiernos a las comunidades nativas parte no solo de la expropiación del territorio, de las riquezas, sino también de los bienes inmateriales más preciados, empezando por la propia educación. Solo en Canadá, el 30% de los niños aborígenes durante finales del siglo XIX, fueron ingresados en las denominadas "escuelas residenciales". Este "genocidio cultural", como lo llamó la jueza en jefe de la Corte Suprema de Canadá, Beverly McLachlin, ha sido vehículo narrativo de algunas de las producciones que se dan cita en el Festival de la Presencia Autóctona de Montreal.
Si en el cortometraje de ficción "Cornnhusk", de Jaiden Mitchell, una muñeca soportaba el peso de todo el dolor de los niños "encarcelados" en las Escuelas Residenciales, en la propia contradicción con el instinto más primario de la infancia, el juego, estas reminiscencias culturales impuestas sobre la propia identidad indígena también afloran en la sobrecogedora "Angélique’s Isle", de Marie-Hélène Cousineau y Michelle Derosier. Esta ficción basada en hechos reales nos plantea cómo para la propia supervivencia, Angelique Mott, abandonada junto a su marido en una isla del Lago Superior por ricos mercaderes en busca de cobre, recurre al conocimiento que había rechazado al adoptar la cristiandad, impuesta en la escuela.
Ese conflicto entre lo aprendido en la comunidad y el esfuerzo por hacer desaparecer todo atisbo de rasgo cultural indígena no es exclusivo de los pueblos nativos canadienses o estadounidenses. También al otro extremo, en las tierras nórdicas, la población Sami (habitantes de Laponia, al norte de Noruega, Suecia, Finlandia y la península de kola) ha librado su propia batalla frente al desprecio de sus vecinos, frente a esa contra-educación que les ha situado en un conflicto vital importante, como refleja la impresionante cinta "Sami Blood".
Firmada por Amanda Kernell, el largometraje sueco acompaña a una mujer en el viaje de regreso y de recuerdo de los hechos que definieron su juventud y su relación con su hermana: la escuela residencial, la "taïga", el deseo de progreso frente al ambiente racista o la pesada tradición familiar. Un conflicto que recoge también el cortometraje de ficción "Beaivvi Nieida" (Daughter of the Sun), de Margrethe OSkal, la representación noruega del festival, donde una escritora Sami se une a un taller de escritura y cómo la actitud de uno de los participantes despierta sus memorias más dolorosas.
Junto al reclamo de la lengua o del territorio, temas clásicos de las producciones filmográficas que se proyectan en el Festival de la Presencia Autóctona, la apropiación cultural y la necesidad de, por un lado, cuestionarse a través del arte y el cine, cuáles son esos bienes culturales identificativos de la comunidad indígena y, por otro lado, de reclamar su actualidad y su pervivencia, como necesidad de reafirmación y de identidad, se convierten en protagonistas mismos de las cintas que se pueden ver en Montreal. Resulta interesante cómo estas narraciones, que han sido hasta ahora bastante marginales, empiezan a ocupar también su sitio en la programación de los cines más comerciales, e incluso de la televisión, con series como la brasileña "Aruanas" (emitida en Globo). Quizás es momento de que este cine deje de ser una rareza y pase a formar parte de todas las agendas, sean o no sean nativas, por el bien de la cultura.
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