"Akelarre" inició, sin convencer, la participación iberoamericana en San Sebastián

por © Carolina G. Guerrero (San Sebastián)-NOTICINE.com
El equipo de "Akelarre"
El equipo de "Akelarre"
El primero -de sólo tres- representantes iberoamericanos en la competencia del festival donostiarra 2020 es el hispano-argentino "Akelarre". Pablo Agüero, director nacido en Mendoza en el 77, viene de nuevo a participar en la sección oficial de esta 68 edición, con un drama histórico que mezcla brujería y política, sin acabar de convencer.

Agüero, que cimentó este proyecto aquí mismo en el Foro de Coproducción tiempo atrás, ya es veterano en el concurso de San Sebastián, donde participó en el año 2015 con su cinta "Eva no duerme".

Esta y "Akelarre" representan estilos absolutamente alejados, que no parecen del mismo director. La perturbadora, pero atrayente película que hablaba del peregrinaje del cadáver embalsamado de Eva Perón, por mil caminos, dentro y fuera de la Argentina, quedó grabada en la memoria de muchos como un trabajo algo extravagante, pero no carente de talento y buena factura, aunque algo fetichista, pero el tema así lo requería.

Ahora, su historia de brujas no se sostiene por ningún lado, es un amasijo de incoherencias, de un guion pobre, una concatenación de escenas llenas de efectos, que intentan sorprender al espectador a base de golpes visuales y sonoros, estrepitosos y algo desgarradores, pero que no aportan absolutamente nada.

La historia arranca en el año 1609, en una aldea vasca donde todos los hombres, pescadores, han salido a la mar, y en esta tesitura un juez inquisidor enviado por el rey establece su caza y posterior quema de chiquillas, acusadas injustamente de brujerías y malas artes.

Las seis jóvenes serán recluidas en una presión pestilente, mientras son torturadas e interrogadas para que confiesen su participación en ritos satánicos, y brujerías varias.

Ana, es la voz cantante del grupo, nunca mejor dicho, pues se pasa más de medio metraje, canturreando una canción popular, en tono de cántico satánico, para confundir al juez y ganar tiempo, para que los hombres vuelvan de la mar después de la luna llena, y rescatarlas de tan injusto cautiverio.

Este cántico, que se convertirá en un mantra casi insoportable para el espectador, y que va in crescendo en el tono e intensidad, es el arma de la chica para provocar al juez y generar su interés. Así, éste, previsiblemente, se convertirá en el cazador cazado.

Atraído por los quejidos de la chica, se despertará la lujuria del inquisidor, que -según ella- coincide con su  personal descripción del diablo. Las maniobras de la muchacha le perturban mucho, y comenzará así aun más a desvariar esta historia que no convence.

Muchos han querido, como pasa con este tipo de cine, ver o adivinar, mucho más de lo que se muestra, en un ejercicio de esnobismo exacerbado, temas políticos por medio, poderosos contra desfavorecidos, abuso de poder... Por supuesto, éste está presente, pero lo más destacable seria el mensaje de que el que lucha, o persigue la supuesta corrupción, para poder mantener a raya a los súbditos, termina por ser el más corrupto, además sin posibilidad a ser juzgado, pues él mismo es el juez.

Podríamos decir, que lo único destacable de esta cinta son las interpretaciones. Alex Brendemühl hace de juez malote y vicioso, que cae seducido por la desfachatez de la supuesta líder de las sorgiñas (brujas), encabezadas por Ana, interpretada magistralmente por Amaia Aberasturi.

Una cinta había despertado una notable expectación, por el tema que trata y sus implicaciones en el tiempo presente a través de la temática del feminismo y la resistencia de los pueblos frente al poder centralizador.

Lo cierto es que la cinta exceptuando que sí, que se inspira en el horror que se cometió en aquellas terroríficas cazas y posteriores ejecuciones en la hoguera de brujas, no cuenta nada más. Es caótica y hace aguas por todas partes.

La otra cara de la moneda fue la cinta de François Ozon, que viene de la selección del no celebrado Cannes, "Verano del 85 / Été 85", que ha gustado y ha sido ampliamente aplaudida. Ozon, en cuarentena, lamentó no poder venir a defenderla en un festival que siempre le ha acogido con los brazos abiertos y generosidad en su palmarés. Es un director que casi nunca defrauda.

No es una cinta redonda, pero si atrapa al espectador, y lo hace entrar en la historia romántica, entre dos chicos adolescentes, en la costa de Normandía, en el verano del 85. La muerte sobrevuela a los protagonistas desde el comienzo, y se hace presente. La música de los 80 ilustra una maravillosa banda sonora, con Rod Stewart incluido, y las interpretaciones de todos sus actores dan aun más valor al argumento de un libro que marcó a su director en sus años de juventud.

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© ANA SANMARTÍN 2020


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