Cannes retomó su andadura con otro canto a la autoría nacional, "Annette"
- por © Daniela Creamer (Cannes)-NOTICINE.com
Vuelve por sus fueros, el Festival de Cannes, siempre templo para el cine francés, especialmente el más provocador, a veces difícil, a veces exasperante y otras seductor. Luego de una edición en blanco por la pandemia, el certamen de la Costa Azul debutó con la francesa "Annette", un musical surrealista de Leos Carax que tiene una mínima participación mexicana (Piano), con la breve aparición de Natalia Lafourcade.
Efusión o rechazo. Definitivamente, Leos Carax no es un director de medias tintas. En sus 60 años ha firmado solo seis largometrajes ("Los amantes del Pont-Neuf", "Boy meets Girl", entre ellos), cultivando con atención su imagen extrema. En Francia, su país natal, lo han definido como un director “punk”, ya que lo que mejor consigue es destruir las reglas convencionales, no tanto por el gusto de la provocación sino por su capacidad de sorpresa. Sus películas no son jamás lo que se espera. "Annette", el film inaugural de Cannes, un musical surrealista con toque de tragedia que pretende ser humor, y viceversa, logró desatar polémicas entre admiradores y detractores.
Acogida con un tibio aplauso por la crítica internacional, la historia se centra en Henry (Adam Driver), un comediante crudo y salvaje que goza del placer de provocar hablando de sí mismo, y de Ann (Marion Cotillard), célebre cantante de ópera que ha hecho del éxito su forma de subsistir. Pareja perfecta, inicialmente, hasta que llega su pequeña hija Annette y sus vidas se transformarán en tal modo que ya nada volverá a tener sentido. Una especie de muñeca de materia imprecisa, que camina en modo mecánico, pero con un don muy especial.
Cotillard, deslumbrante, con su usual melancolía intensa y sus toques de congoja, se refirió en la rueda de prensa a su personaje: “Ann parece gentil, casi tímida, tiene un aspecto luminoso, pero también un lado oscuro. Esto enfatiza la importancia del juego de la representación, el papel de los demás al determinar nuestra propia imagen, el peso de las convenciones”.
Para narrar la historia, Carax usa las canciones y la música de los hermanos Sparks. El resultado es una especie de ópera cinematográfica, sin bailes pero con mucha recitación que incluye excesivas citaciones y alusiones. No obstante, la actriz francesa, asidua de este Festival, ganadora de un Oscar por su papel en "La vie en Rose", admitió con honestidad no haberse sentido familiarizada con el bel canto hasta antes del rodaje: “Los cantantes de ópera tienen una relación especial con sus emociones, las cuales transforman la voz. Fue una vivencia muy intensa aprender sobre este maravilloso mundo mientras preparaba mi personaje”.
Antes de aceptar encarnar a Ann, Cotillard tuvo la necesidad de hablar con un profesor de canto para saber si era capaz de lanzarse a este desafío. “Era evidente que no podía convertirme en una cantante de ópera en tan poco tiempo. Quería estar a la altura de lo que Leos esperaba de mí, así que optamos por grabar las voces en un estudio y poner mucha acción en el rodaje mientras cantábamos, moviendo mucho nuestros cuerpos. Obviamente, nos preparamos mucho para lograrlo”, señaló.
Cuestionada sobre los temas centrales del film, que ponen en discusión el trabajo del artista, la relación con el público y la necesidad de reconocimiento frente a los demás, la actriz aseguró que “esta es una patología compartida por muchos seres humanos. Lo que me gusta de esta historia es que trata precisamente el tema del ego, que nos lleva a realizarnos, pero al mismo tiempo toca una parte oscura que nos aleja de nosotros mismos, transformándonos en algo destructivo y monstruoso con quienes amamos. Puedes obtener todo el reconocimiento del mundo, pero siempre sentiremos sosiego si este reconocimiento no proviene de nosotros mismos”, concluyó.
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Efusión o rechazo. Definitivamente, Leos Carax no es un director de medias tintas. En sus 60 años ha firmado solo seis largometrajes ("Los amantes del Pont-Neuf", "Boy meets Girl", entre ellos), cultivando con atención su imagen extrema. En Francia, su país natal, lo han definido como un director “punk”, ya que lo que mejor consigue es destruir las reglas convencionales, no tanto por el gusto de la provocación sino por su capacidad de sorpresa. Sus películas no son jamás lo que se espera. "Annette", el film inaugural de Cannes, un musical surrealista con toque de tragedia que pretende ser humor, y viceversa, logró desatar polémicas entre admiradores y detractores.
Acogida con un tibio aplauso por la crítica internacional, la historia se centra en Henry (Adam Driver), un comediante crudo y salvaje que goza del placer de provocar hablando de sí mismo, y de Ann (Marion Cotillard), célebre cantante de ópera que ha hecho del éxito su forma de subsistir. Pareja perfecta, inicialmente, hasta que llega su pequeña hija Annette y sus vidas se transformarán en tal modo que ya nada volverá a tener sentido. Una especie de muñeca de materia imprecisa, que camina en modo mecánico, pero con un don muy especial.
Cotillard, deslumbrante, con su usual melancolía intensa y sus toques de congoja, se refirió en la rueda de prensa a su personaje: “Ann parece gentil, casi tímida, tiene un aspecto luminoso, pero también un lado oscuro. Esto enfatiza la importancia del juego de la representación, el papel de los demás al determinar nuestra propia imagen, el peso de las convenciones”.
Para narrar la historia, Carax usa las canciones y la música de los hermanos Sparks. El resultado es una especie de ópera cinematográfica, sin bailes pero con mucha recitación que incluye excesivas citaciones y alusiones. No obstante, la actriz francesa, asidua de este Festival, ganadora de un Oscar por su papel en "La vie en Rose", admitió con honestidad no haberse sentido familiarizada con el bel canto hasta antes del rodaje: “Los cantantes de ópera tienen una relación especial con sus emociones, las cuales transforman la voz. Fue una vivencia muy intensa aprender sobre este maravilloso mundo mientras preparaba mi personaje”.
Antes de aceptar encarnar a Ann, Cotillard tuvo la necesidad de hablar con un profesor de canto para saber si era capaz de lanzarse a este desafío. “Era evidente que no podía convertirme en una cantante de ópera en tan poco tiempo. Quería estar a la altura de lo que Leos esperaba de mí, así que optamos por grabar las voces en un estudio y poner mucha acción en el rodaje mientras cantábamos, moviendo mucho nuestros cuerpos. Obviamente, nos preparamos mucho para lograrlo”, señaló.
Cuestionada sobre los temas centrales del film, que ponen en discusión el trabajo del artista, la relación con el público y la necesidad de reconocimiento frente a los demás, la actriz aseguró que “esta es una patología compartida por muchos seres humanos. Lo que me gusta de esta historia es que trata precisamente el tema del ego, que nos lleva a realizarnos, pero al mismo tiempo toca una parte oscura que nos aleja de nosotros mismos, transformándonos en algo destructivo y monstruoso con quienes amamos. Puedes obtener todo el reconocimiento del mundo, pero siempre sentiremos sosiego si este reconocimiento no proviene de nosotros mismos”, concluyó.
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