Isaki Lacuesta estrenó en Berlín su estudio de la supervivencia al terrorismo, "Un año, una noche"
- por © Jon Apaolaza (Berlín)-NOTICINE.com
El atentado a la sala de conciertos Bataclán, en París fue el punto de partida de la nueva película del reconocido cineasta español Isaki Lacuesta, "Un año, una noche", que acaba de participar en el Festival de Berlín. Esta coproducción hispano francesa estudia las traumáticas secuelas psicológicas de la violencia inesperada en una joven pareja que acudió al concierto en la capital francesa, durante una trágica noche de atentados yihadistas. Se inspira en el libro del español Ramón González "Paz, amor y death metal". NOTICINE.com dialogó en exclusiva con Lacuesta.
- ¿Es "Un año, una noche" un trabajo de encargo?
Sí, y es curioso porque algunas de mis películas más personales vienen de encargos. Tanto los largometrajes como los cortometrajes más personales y autobiográficos míos vienen de propuestas ajenas. Esto creo que era muy natural en el cine clásico, no quiero comprarme a ellos en absoluto, lo digo como referencia de que para mí no es mejor una cosa que otra. En las películas de John Ford eran todas de encargos e impresiona ver como él no escribía el guion, no le dejaban mirar por cámara, no montaba y todas las películas son extremadamente suyas. En este caso fue igual, era un encargo y acabo siendo una cinta totalmente mía. Cuando Ramón Campos (el productor) me propone hacer la historia de este libro mi primera impresión fue rechazarla. Me pareció demasiado delicado, doloroso, cercano en el tiempo y fue luego al conocer a Ramon y Céline cuando decidí que sí me concernía realmente, que me sentía haciendo este film y lo hice tan mío como cualquier otro.
- ¿Por qué decidieron ustedes, los guionistas, jugar con ese factor de supervivencia?
La idea de juego con respecto a esto no me gusta demasiado porque no teníamos ninguna intención de jugar con estas ideas. He hecho películas juguetonas formalmente pero aquí no queríamos jugar, sino que lo que buscábamos era ser lo más fieles posibles a las emociones y a la forma de pensamiento que nos transmitían ellos. Quedamos muy impresionados cuando vimos que todos los supervivientes y testimonios nos contaban una cantidad enorme de falsos recuerdos, todos por separado. Hay casos que se cuentan en la película como esa escalera que ambos recuerdan, es una escalera recta que sube hasta el camerino, con la cual consiguen salvarse, pero evidentemente va girando hasta la cuarta planta. Hay casos más extremos como el de Christophe Molmy, el jefe de operativo policial con el que nos juntamos, que nos contaba como muchos de sus compañeros de la unidad, a día de hoy, siguen muy traumatizados con lo que vivieron dentro de Bataclán. Molmy me contaba que eran compañeros que nunca entraron en Bataclán, él los dejo en el perímetro de seguridad y ellos están convencidos de que entraron, se han apropiado de recuerdos de sus compañeros. Lo mismo ha ocurrido con Ramón que creyó ver morir a Carlos, interpretado por Quim Gutierrez. Todo esto pensamos que tenía que estar en la película y entonces trabajamos con esta línea de subjetivación máxima en la que la cinta esta hecha a partir de la idea de imagen traumatizada en función de cómo se siente, utilizamos distintas posibilidades de lectura. Una que Céline haya creído ver morir a Ramón y esa imagen en la que regresa y en su cerebro no hay distinción entre el falso recuerdo y el real porque de hecho nuestros cerebros no distinguen una cosa de la otra. Queríamos mostrarlo así y que fuera el espectador quien decidiera, que viviera la misma confusión que viven ellos. La otra lectura es en la que estamos asistiendo a un luto de intento de resurrección de algo que no ocurrió y cuya máxima expresión sería la escena final del concierto. Ese concierto que se pudo celebrar un año después, que nunca pudo llegar a terminar y por fin juntos escuchan esa canción que no pudieron oír del todo porque fue interrumpida por el tiroteo.
- ¿Cómo cree que les afecrará la coincidencia del estreno con el proceso judicial contra los terroristas y cómplices supervivientes?
Es algo imprevisible y que no entraba en nuestros cálculos del mismo modo que en el largometraje decidimos no dar espacio ni filmar a los terroristas. Soy incapaz de pensar en la reacción ante el juicio y la película. Queríamos centrarnos en contar la experiencia de las personas que estuvieron allí y que han podido contar su relato y transmitirnos su experiencia. Si que notamos que en Francia desde que empezó el juicio y ha pasado más tiempo del atentado hay una necesidad cada vez mayor de hablar de esta herida completamente abierta, no para cerrarla, pero si para compartirla y tratarla. Como contaba Noemí muy bien ayer cada espectador es un mundo, igual que pasa con Ramón y Céline, hay personas en Francia que necesitan hablar de esto, que haya películas,libros,comics, obras de teatro, como está sucediendo y personas que necesitan más tiempo, más silencio y quizás nunca necesiten una cinta así. Sí que estamos notando que el juicio está removiendo como es lógico esta herida. Estoy siguiendo mucho las crónicas de Emmanuel Carrère y es una historia que sigue ocurriendo. Uno tiende a pensar que con los informativos y los periódicos la historia termina la noche del atentado y para muchas personas comienza ahí.
Transcripción: Nuria Medina
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- ¿Es "Un año, una noche" un trabajo de encargo?
Sí, y es curioso porque algunas de mis películas más personales vienen de encargos. Tanto los largometrajes como los cortometrajes más personales y autobiográficos míos vienen de propuestas ajenas. Esto creo que era muy natural en el cine clásico, no quiero comprarme a ellos en absoluto, lo digo como referencia de que para mí no es mejor una cosa que otra. En las películas de John Ford eran todas de encargos e impresiona ver como él no escribía el guion, no le dejaban mirar por cámara, no montaba y todas las películas son extremadamente suyas. En este caso fue igual, era un encargo y acabo siendo una cinta totalmente mía. Cuando Ramón Campos (el productor) me propone hacer la historia de este libro mi primera impresión fue rechazarla. Me pareció demasiado delicado, doloroso, cercano en el tiempo y fue luego al conocer a Ramon y Céline cuando decidí que sí me concernía realmente, que me sentía haciendo este film y lo hice tan mío como cualquier otro.
- ¿Por qué decidieron ustedes, los guionistas, jugar con ese factor de supervivencia?
La idea de juego con respecto a esto no me gusta demasiado porque no teníamos ninguna intención de jugar con estas ideas. He hecho películas juguetonas formalmente pero aquí no queríamos jugar, sino que lo que buscábamos era ser lo más fieles posibles a las emociones y a la forma de pensamiento que nos transmitían ellos. Quedamos muy impresionados cuando vimos que todos los supervivientes y testimonios nos contaban una cantidad enorme de falsos recuerdos, todos por separado. Hay casos que se cuentan en la película como esa escalera que ambos recuerdan, es una escalera recta que sube hasta el camerino, con la cual consiguen salvarse, pero evidentemente va girando hasta la cuarta planta. Hay casos más extremos como el de Christophe Molmy, el jefe de operativo policial con el que nos juntamos, que nos contaba como muchos de sus compañeros de la unidad, a día de hoy, siguen muy traumatizados con lo que vivieron dentro de Bataclán. Molmy me contaba que eran compañeros que nunca entraron en Bataclán, él los dejo en el perímetro de seguridad y ellos están convencidos de que entraron, se han apropiado de recuerdos de sus compañeros. Lo mismo ha ocurrido con Ramón que creyó ver morir a Carlos, interpretado por Quim Gutierrez. Todo esto pensamos que tenía que estar en la película y entonces trabajamos con esta línea de subjetivación máxima en la que la cinta esta hecha a partir de la idea de imagen traumatizada en función de cómo se siente, utilizamos distintas posibilidades de lectura. Una que Céline haya creído ver morir a Ramón y esa imagen en la que regresa y en su cerebro no hay distinción entre el falso recuerdo y el real porque de hecho nuestros cerebros no distinguen una cosa de la otra. Queríamos mostrarlo así y que fuera el espectador quien decidiera, que viviera la misma confusión que viven ellos. La otra lectura es en la que estamos asistiendo a un luto de intento de resurrección de algo que no ocurrió y cuya máxima expresión sería la escena final del concierto. Ese concierto que se pudo celebrar un año después, que nunca pudo llegar a terminar y por fin juntos escuchan esa canción que no pudieron oír del todo porque fue interrumpida por el tiroteo.
- ¿Cómo cree que les afecrará la coincidencia del estreno con el proceso judicial contra los terroristas y cómplices supervivientes?
Es algo imprevisible y que no entraba en nuestros cálculos del mismo modo que en el largometraje decidimos no dar espacio ni filmar a los terroristas. Soy incapaz de pensar en la reacción ante el juicio y la película. Queríamos centrarnos en contar la experiencia de las personas que estuvieron allí y que han podido contar su relato y transmitirnos su experiencia. Si que notamos que en Francia desde que empezó el juicio y ha pasado más tiempo del atentado hay una necesidad cada vez mayor de hablar de esta herida completamente abierta, no para cerrarla, pero si para compartirla y tratarla. Como contaba Noemí muy bien ayer cada espectador es un mundo, igual que pasa con Ramón y Céline, hay personas en Francia que necesitan hablar de esto, que haya películas,libros,comics, obras de teatro, como está sucediendo y personas que necesitan más tiempo, más silencio y quizás nunca necesiten una cinta así. Sí que estamos notando que el juicio está removiendo como es lógico esta herida. Estoy siguiendo mucho las crónicas de Emmanuel Carrère y es una historia que sigue ocurriendo. Uno tiende a pensar que con los informativos y los periódicos la historia termina la noche del atentado y para muchas personas comienza ahí.
Transcripción: Nuria Medina
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