OPINION: Secretos y estrellas tras el Festival de San Sebastián
- por © NOTICINE.com / Fotos: FICSS
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Por María Iglesias
Con la digestión ya realizada de lo que fue el último Festival de San Sebastián, vamos a hacer balance de los fueron sus nueve días (uno menos que los últimos años) desde el punto de vista del "glamour" y de los detalles de los que poco se puede hablar en las crónicas diarias más propias de la urgencia informativa y del análisis de las películas proyectadas.
Pocos pudieron ver en vivo los andares tímidos y nerviosos de Woody Allen por las calles de Donostia. Con el cineasta neoyorquino y la presentación de su nueva película "Melinda y Melinda" se abrió el certamen y se tocó techo pues después todo supo a poco. La rueda de prensa de Woody Allen fue la más numerosa de los últimos años, ni siguiera superada por la convocatoria de Francis Ford Coppola hace dos años, y hay que retrotraerse a la visita de Bette Davis en 1989 para encontrar un parangón similar. La excusa pública de la visita fue la entrega del Premio Donostia a su trayectoria, premio sin importancia para el realizador de "Annie Hall" ya que detrás sólo se mueven un ramillete de intereses. ¿Esperaban algo más místico? En el mundo real no.
Al festival donostiarra le interesaba la visita de Allen para acrecentar su credibilidad, tener un verdadero estreno mundial de primer nivel y atraer a un buen número de medios. Esta 52º edición ha logrado reunir a más de 1.200 periodistas acreditados, procedentes de 49 países. Y entre ellos se encontraban 45 canales de televisión. Mikel Olaciregui, director de este circo del séptimo arte, aprovechó un concierto ofrecido por Allen y su banda de jazz, en San Sebastián, el 5 de septiembre de 2003, para convencerlo de las virtudes del Festival. Olaciregui estuvo cinco minutos en el camerino y ofreció todo tipo de sonrisas al cineasta mientras calentaba sus dedos en el clarinete antes de salir al escenario. Pero donde se cerró un 'acuerdo hablado' para garantizar la visita de Woody Allen al certamen fue minutos después cuando Olaciregui departió muchos minutos con las productoras del director de "Balas sobre Broadway", Letti Aaronson y Lucy Darwin. Estas expertas en contabilidad saben que la 'pegada' de Allen es cada vez menor en Estados Unidos, donde ya no puede ni rodar debido al acoso de los ejecutivos pocos juiciosos con el trabajo creativo.
Allen es rotundo: "Para rodar sólo me hace falta que alguien ponga el dinero y se marche". Esto no ocurre en América y prefiere ir a rodar a Londres. En su propósito por cuidar el público europeo, la "guardia contable" de un Allen, que no ha recogido nunca sus tres Oscar, le ha empezado a despabilar para que enseñe sus películas no ya en Venecia -como hace desde siempre sin acudir- sino en Cannes y, ahora, en San Sebastián. Pedro Almodóvar fue reclamado para darle el premio, el viernes 17 de septiembre, al genio neoyorkino, en un encuentro tímido y algo frío, en una gala falta de famosos y llena de políticos y esposas, empresarios y demás jerarquía vasca.
La ministra de Cultura, Carmen Calvo, no se cortó en entrar en una sala privada para saludar a un agobiado Allen, acompañado de los actores, su productora y a la vez protectora hermana, Letti Aaronson, su joven esposa Soon Yi y sus dos hijos. Allen pidió disculpas por si a alguien no le había gusta "Melinda y Melinda" y avisó chistoso que no se preocupara porque ya ha terminado la siguiente. "Cada año presento una película, espero seguir este ritmo hasta que me muera, algo que me parece fácil porque tengo muchas ideas que creo que son buenas para el cine", dijo el autor de "La rosa púrpura del Cairo". La visita furtiva de un Woody Allen exageradamente amable no defraudó. Llegó en un jet privado desde Londres, solicitó una suite en un piso bajo del hotel -tiene miedo a las alturas- y fue a comer al restaurante Aldanondo acrecentando el orgullo culinario de los vascos.
En una máxima de este festival de los últimos años de que todo invitado norteamericano dedica una lindura a George Bush, iniciada por Jessica Lange, quien llamó "estúpido" al presidente estadounidense y declaró "sentirse avergonzada en estos momentos de ser estadounidense", Allen no bajó el listón al afirmar: "Bush en sí mismo es cómico, pero si sale reelegido será una tragedia".
La actriz Annette Bening conjugó también la promoción de su nueva película "Being Julia", de István Szabó, ante cientos de periodistas con la gentileza de recoger el premio Donostia a su corta y fructífera carrera. La protagonista de "Los Timadores" empezó a hacer películas pasado los treinta años, todo un mundo en Hollywood. Annete Bening estuvo tan exultantemente brillante en la interpretación de la comedia ligera "Being Julia" como algo estirada en la vida real, al menos esa imagen dio pero en la entrevista que mantuvimos con ella fue realmente encantadora, dulce y muy creíble. Ella dijo no estar suficiente cualificada para hablar de política, pero si tuvo tiempo para reafirmarse en defensora del partido demócrata y votante de John Kerry. Un sobreactuado Imanol Arias entregó al premio a la esposa de Warren Beaty, quien lo excusó con mentiras piadosas como que se quedaba cuidando a sus cuatro hijos en casa. ¿Alguien se cree que este matrimonio multimillonario no tenga niñeras para cuidar a sus hijos? ¿Alguien se cree que el mujeriego Warren se quede en el hogar más de dos horas?
Causó sorpresa la llegada de Jeff Bridges a Donostia, que vino para recoger el tercer galardón del certamen a toda su carrera y de paso, como no, promocionar su nueva película "The door in the floor" (Una mujer difícil), que interpreta junto a Kim Basinger. Bridges llamó la atención por su imagen desaliñada, distinta a la de madurito y rudo galán, y más cercana al excéntrico personaje que representa en "El Gran Lewoski", de los hermanos Coen. Fue difícil diferenciar realidad y ficción entre el actor y ese personaje ya de culto creado por los Coen. Bridges dominó todo los registros: amable con la prensa, seductor con el público y bastante cínico y mortífero con la política norteamericana.
De igual forma se comportaron otros cineastas estadounidenses. John Sayles presentó a competición oficial el retrato venenoso de un político republicano en "Silver City". El director destripó las ansias de poder de los republicanos y tachó a los medios de comunicación americanos de "ser muy blandos" con el poder. Aunque quien estuvo más ácido fue Oliver Stone. El director de "JFK" acudió a San Sebastián a presentar "Looking for Fidel", segundo documental que realiza sobre la figura de Fidel Castro después de que el primero ("Comandante") fuera tachado de procastrista y censurado en su país. Stone subrayó que "en la historia a Bush se le conocerá como el malo de la película y al final se verá todo el daño que ha hecho". El cineasta, que en enero estrenará en España la superproducción con más de tres años de trabajo "Alejandro Magno", ofreció la mejor intervención del festival por su lucidez, tono y compromiso. De Castro aventuró a decir que "durará 10 años más". Él opinó que EEUU no las tiene todas consigo cuando fallezca Castro. "La lucha va a durar mucho, más de lo que se piensa", profetizó. El realizador de "Platoon" buscando símiles cinematográficos indicó que en un "Jurassic Park" el comandante cubano se encontraría en su hábitat natural, ya que "es un dinosaurio que representa un ideal antiguo".
Con un discurso más diluido se presentó el director de origen indio Night Shyamalan, responsable de "El sexto sentido". Ofreció fuera de concurso su nueva película "El bosque" con una buena aceptación, aunque por debajo del nivel de las anteriores "Señales" o "El protegido". Shyamalan resultó ser una especie de Amenábar pero a la americana: con mucho más dinero para hacer la película. Vino acompañado de la actriz protagonista Bryce Dallas Howard, hija de mítico Ron Howard, una trepadora nata que llegará lejos porque encima hace una interpretación muy creíble. Otros dos puntos llamaron también la atención esta 52 edición: el esperado estreno de la tachada como pornográfica "Nine songs" (Nueve canciones), de Winterbotton, y la presentación de la historia del travesti boxeador tailandés "Beautiful Boxer", de Uekrongtham.
El número de estrellas y famosos fue más escaso que otros años en el certamen, debido posiblemente a la disminución de fondos. El certamen cuenta con un presupuesto de 800 millones, financiados en un 50% por las instituciones (Ministerio de Cultura, Gobierno vasco, Diputación Foral de Guipúzcoa y Ayuntamiento donostiarra, que aportan cada una 100 millones) y el otro 50% de patrocinadores y autofinanciación por la venta de entradas. Las versiones oficiales prefieren decir que existe un "reajuste" de los recursos, pero lo cierto es que este apretón del cinturón se debe a la salida del patrocinio financiero de Canal Plus. La empresa Sogecable concluyó en 2003 un contrato de diez años de apoyo financiero al festival y en esta nueva etapa, tras la fusión de las dos plataformas, decidió ofrecer sólo una aportación en bienes traducido en una presencia física.
La publicidad baja y los costes suben. El festival se vio obligado a reducir de 10 a 9 días el certamen, a quitar con mezquindad la fiesta de bienvenida a los medios y profesionales del sector el día de inauguración del certamen y a cobrar 30 euros a los periodistas por cubrir la información (50 a los invitados), provocando una agitada polémica entre los medios. La maquinaria del certamen está bien engrasada gracias a un equipo permanente durante todo el año de 15 personas, que aumenta a 40 durante los tres meses de verano. Aunque la organización donostiarra contrata a unas 600 personas los diez días del festival para poder manejar el operativo, entre azafatas, exhibidores, traductores, seguridad y un sin fin de puestos necesarios. La crisis no ha impedido tener a pleno rendimiento sus 20 salas de cine donde exhibir las más de 200 películas -con un total de 656 proyecciones- incluidas en esta nueva edición del certamen. Y el público responde. El festival ha logrado un aforo de 200.000 espectadores, según informaron los organizadores.
Por María Iglesias
Con la digestión ya realizada de lo que fue el último Festival de San Sebastián, vamos a hacer balance de los fueron sus nueve días (uno menos que los últimos años) desde el punto de vista del "glamour" y de los detalles de los que poco se puede hablar en las crónicas diarias más propias de la urgencia informativa y del análisis de las películas proyectadas.
Pocos pudieron ver en vivo los andares tímidos y nerviosos de Woody Allen por las calles de Donostia. Con el cineasta neoyorquino y la presentación de su nueva película "Melinda y Melinda" se abrió el certamen y se tocó techo pues después todo supo a poco. La rueda de prensa de Woody Allen fue la más numerosa de los últimos años, ni siguiera superada por la convocatoria de Francis Ford Coppola hace dos años, y hay que retrotraerse a la visita de Bette Davis en 1989 para encontrar un parangón similar. La excusa pública de la visita fue la entrega del Premio Donostia a su trayectoria, premio sin importancia para el realizador de "Annie Hall" ya que detrás sólo se mueven un ramillete de intereses. ¿Esperaban algo más místico? En el mundo real no.
Al festival donostiarra le interesaba la visita de Allen para acrecentar su credibilidad, tener un verdadero estreno mundial de primer nivel y atraer a un buen número de medios. Esta 52º edición ha logrado reunir a más de 1.200 periodistas acreditados, procedentes de 49 países. Y entre ellos se encontraban 45 canales de televisión. Mikel Olaciregui, director de este circo del séptimo arte, aprovechó un concierto ofrecido por Allen y su banda de jazz, en San Sebastián, el 5 de septiembre de 2003, para convencerlo de las virtudes del Festival. Olaciregui estuvo cinco minutos en el camerino y ofreció todo tipo de sonrisas al cineasta mientras calentaba sus dedos en el clarinete antes de salir al escenario. Pero donde se cerró un 'acuerdo hablado' para garantizar la visita de Woody Allen al certamen fue minutos después cuando Olaciregui departió muchos minutos con las productoras del director de "Balas sobre Broadway", Letti Aaronson y Lucy Darwin. Estas expertas en contabilidad saben que la 'pegada' de Allen es cada vez menor en Estados Unidos, donde ya no puede ni rodar debido al acoso de los ejecutivos pocos juiciosos con el trabajo creativo.
Allen es rotundo: "Para rodar sólo me hace falta que alguien ponga el dinero y se marche". Esto no ocurre en América y prefiere ir a rodar a Londres. En su propósito por cuidar el público europeo, la "guardia contable" de un Allen, que no ha recogido nunca sus tres Oscar, le ha empezado a despabilar para que enseñe sus películas no ya en Venecia -como hace desde siempre sin acudir- sino en Cannes y, ahora, en San Sebastián. Pedro Almodóvar fue reclamado para darle el premio, el viernes 17 de septiembre, al genio neoyorkino, en un encuentro tímido y algo frío, en una gala falta de famosos y llena de políticos y esposas, empresarios y demás jerarquía vasca.
La ministra de Cultura, Carmen Calvo, no se cortó en entrar en una sala privada para saludar a un agobiado Allen, acompañado de los actores, su productora y a la vez protectora hermana, Letti Aaronson, su joven esposa Soon Yi y sus dos hijos. Allen pidió disculpas por si a alguien no le había gusta "Melinda y Melinda" y avisó chistoso que no se preocupara porque ya ha terminado la siguiente. "Cada año presento una película, espero seguir este ritmo hasta que me muera, algo que me parece fácil porque tengo muchas ideas que creo que son buenas para el cine", dijo el autor de "La rosa púrpura del Cairo". La visita furtiva de un Woody Allen exageradamente amable no defraudó. Llegó en un jet privado desde Londres, solicitó una suite en un piso bajo del hotel -tiene miedo a las alturas- y fue a comer al restaurante Aldanondo acrecentando el orgullo culinario de los vascos.
En una máxima de este festival de los últimos años de que todo invitado norteamericano dedica una lindura a George Bush, iniciada por Jessica Lange, quien llamó "estúpido" al presidente estadounidense y declaró "sentirse avergonzada en estos momentos de ser estadounidense", Allen no bajó el listón al afirmar: "Bush en sí mismo es cómico, pero si sale reelegido será una tragedia".
La actriz Annette Bening conjugó también la promoción de su nueva película "Being Julia", de István Szabó, ante cientos de periodistas con la gentileza de recoger el premio Donostia a su corta y fructífera carrera. La protagonista de "Los Timadores" empezó a hacer películas pasado los treinta años, todo un mundo en Hollywood. Annete Bening estuvo tan exultantemente brillante en la interpretación de la comedia ligera "Being Julia" como algo estirada en la vida real, al menos esa imagen dio pero en la entrevista que mantuvimos con ella fue realmente encantadora, dulce y muy creíble. Ella dijo no estar suficiente cualificada para hablar de política, pero si tuvo tiempo para reafirmarse en defensora del partido demócrata y votante de John Kerry. Un sobreactuado Imanol Arias entregó al premio a la esposa de Warren Beaty, quien lo excusó con mentiras piadosas como que se quedaba cuidando a sus cuatro hijos en casa. ¿Alguien se cree que este matrimonio multimillonario no tenga niñeras para cuidar a sus hijos? ¿Alguien se cree que el mujeriego Warren se quede en el hogar más de dos horas?
Causó sorpresa la llegada de Jeff Bridges a Donostia, que vino para recoger el tercer galardón del certamen a toda su carrera y de paso, como no, promocionar su nueva película "The door in the floor" (Una mujer difícil), que interpreta junto a Kim Basinger. Bridges llamó la atención por su imagen desaliñada, distinta a la de madurito y rudo galán, y más cercana al excéntrico personaje que representa en "El Gran Lewoski", de los hermanos Coen. Fue difícil diferenciar realidad y ficción entre el actor y ese personaje ya de culto creado por los Coen. Bridges dominó todo los registros: amable con la prensa, seductor con el público y bastante cínico y mortífero con la política norteamericana.
De igual forma se comportaron otros cineastas estadounidenses. John Sayles presentó a competición oficial el retrato venenoso de un político republicano en "Silver City". El director destripó las ansias de poder de los republicanos y tachó a los medios de comunicación americanos de "ser muy blandos" con el poder. Aunque quien estuvo más ácido fue Oliver Stone. El director de "JFK" acudió a San Sebastián a presentar "Looking for Fidel", segundo documental que realiza sobre la figura de Fidel Castro después de que el primero ("Comandante") fuera tachado de procastrista y censurado en su país. Stone subrayó que "en la historia a Bush se le conocerá como el malo de la película y al final se verá todo el daño que ha hecho". El cineasta, que en enero estrenará en España la superproducción con más de tres años de trabajo "Alejandro Magno", ofreció la mejor intervención del festival por su lucidez, tono y compromiso. De Castro aventuró a decir que "durará 10 años más". Él opinó que EEUU no las tiene todas consigo cuando fallezca Castro. "La lucha va a durar mucho, más de lo que se piensa", profetizó. El realizador de "Platoon" buscando símiles cinematográficos indicó que en un "Jurassic Park" el comandante cubano se encontraría en su hábitat natural, ya que "es un dinosaurio que representa un ideal antiguo".
Con un discurso más diluido se presentó el director de origen indio Night Shyamalan, responsable de "El sexto sentido". Ofreció fuera de concurso su nueva película "El bosque" con una buena aceptación, aunque por debajo del nivel de las anteriores "Señales" o "El protegido". Shyamalan resultó ser una especie de Amenábar pero a la americana: con mucho más dinero para hacer la película. Vino acompañado de la actriz protagonista Bryce Dallas Howard, hija de mítico Ron Howard, una trepadora nata que llegará lejos porque encima hace una interpretación muy creíble. Otros dos puntos llamaron también la atención esta 52 edición: el esperado estreno de la tachada como pornográfica "Nine songs" (Nueve canciones), de Winterbotton, y la presentación de la historia del travesti boxeador tailandés "Beautiful Boxer", de Uekrongtham.
El número de estrellas y famosos fue más escaso que otros años en el certamen, debido posiblemente a la disminución de fondos. El certamen cuenta con un presupuesto de 800 millones, financiados en un 50% por las instituciones (Ministerio de Cultura, Gobierno vasco, Diputación Foral de Guipúzcoa y Ayuntamiento donostiarra, que aportan cada una 100 millones) y el otro 50% de patrocinadores y autofinanciación por la venta de entradas. Las versiones oficiales prefieren decir que existe un "reajuste" de los recursos, pero lo cierto es que este apretón del cinturón se debe a la salida del patrocinio financiero de Canal Plus. La empresa Sogecable concluyó en 2003 un contrato de diez años de apoyo financiero al festival y en esta nueva etapa, tras la fusión de las dos plataformas, decidió ofrecer sólo una aportación en bienes traducido en una presencia física.
La publicidad baja y los costes suben. El festival se vio obligado a reducir de 10 a 9 días el certamen, a quitar con mezquindad la fiesta de bienvenida a los medios y profesionales del sector el día de inauguración del certamen y a cobrar 30 euros a los periodistas por cubrir la información (50 a los invitados), provocando una agitada polémica entre los medios. La maquinaria del certamen está bien engrasada gracias a un equipo permanente durante todo el año de 15 personas, que aumenta a 40 durante los tres meses de verano. Aunque la organización donostiarra contrata a unas 600 personas los diez días del festival para poder manejar el operativo, entre azafatas, exhibidores, traductores, seguridad y un sin fin de puestos necesarios. La crisis no ha impedido tener a pleno rendimiento sus 20 salas de cine donde exhibir las más de 200 películas -con un total de 656 proyecciones- incluidas en esta nueva edición del certamen. Y el público responde. El festival ha logrado un aforo de 200.000 espectadores, según informaron los organizadores.