El derecho al afecto, en "El amor de Andrea", nueva propuesta española en la Seminci
- por © Jon Apaolaza (Valladolid)-NOTICINE.com
Desde su título, "El amor de Andrea" y cartel, en el que identificamos a una adolescente, podría pensarse que la nueva película de Manuel Martín Cuenca sigue el primer enamoramiento de la muchachita en cuestión, pero no. La tercera película nacional que -este lunes- entró en la competencia por las Espigas en la Seminci es una sensible historia de amor y desamor paterno-filial, lo que Martín Cuenca califica de "las heridas del afecto".
Andrea está en el instituto. Vive con su madre, que se pasa el día fuera, trabajando, lo que obliga a que sea la adolescente la que la mayor parte del tiempo se encargue de atender a sus dos hermanos pequeños, los vista, bañe, alimente y lleve y recoja de la escuela.
En un tono minimalista y pantalla 4/3 el realizador almeriense refleja la lucha de esa adolescente por recuperar a su padre, que ahora vive en otra casa y con otra pareja, y también por averiguar la verdad, qué pasó entre él y su madre que motivara la separación.
Cádiz es un personaje más de "El amor de Andrea", y no el menor. Mucha de la acción de la película se desarrolla en sus calles, sus playas y la abierta luminosidad de la fotografía es el contraste al intimismo con el que Martín Cuenca narra su historia, desprovista de cualquier subrayado melodramático.
El cineasta asume que el principal esfuerzo del proyecto fue el casting. De una convocatoria a la que acudieron miles de menores surgieron los mágicos tres protagonistas, encabezados por Lupe Mateo. En ellos se ve autenticidad. "Los niños han puesto su corazón", dice, luego de subrayar que para él los personajes solo existen "cuando se encarnan en los actores" y en esta ocasión logró "los actores perfectos, que me enamoraron y en el rodaje de la película nos lo hemos pasado muy bien".
Para Martín Cuenca el cine es "un espejo" en el que el espectador debe verse reflejado e identificarse en los personajes, pero matiza que "es una mirada sobre la realidad, no la realidad", lo que le ha permitido la licencia de mostrar a unos menores que no están enganchados a sus teléfonos móviles (Andrea solo lo usa para mirar la hora) sino que disfrutan más de la playa y la lectura que de las redes sociales.
Ello le da a "El amor de Andrea" un "aire fresco" e intemporal, que no distrae de lo que el realizador andaluz y su guionista Lola Mayo consideran la esencia de la película, la búsqueda del afecto y el deseo de conocer las verdades que a veces los adultos ocultan a los niños por no considerarlos preparados.
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Andrea está en el instituto. Vive con su madre, que se pasa el día fuera, trabajando, lo que obliga a que sea la adolescente la que la mayor parte del tiempo se encargue de atender a sus dos hermanos pequeños, los vista, bañe, alimente y lleve y recoja de la escuela.
En un tono minimalista y pantalla 4/3 el realizador almeriense refleja la lucha de esa adolescente por recuperar a su padre, que ahora vive en otra casa y con otra pareja, y también por averiguar la verdad, qué pasó entre él y su madre que motivara la separación.
Cádiz es un personaje más de "El amor de Andrea", y no el menor. Mucha de la acción de la película se desarrolla en sus calles, sus playas y la abierta luminosidad de la fotografía es el contraste al intimismo con el que Martín Cuenca narra su historia, desprovista de cualquier subrayado melodramático.
El cineasta asume que el principal esfuerzo del proyecto fue el casting. De una convocatoria a la que acudieron miles de menores surgieron los mágicos tres protagonistas, encabezados por Lupe Mateo. En ellos se ve autenticidad. "Los niños han puesto su corazón", dice, luego de subrayar que para él los personajes solo existen "cuando se encarnan en los actores" y en esta ocasión logró "los actores perfectos, que me enamoraron y en el rodaje de la película nos lo hemos pasado muy bien".
Para Martín Cuenca el cine es "un espejo" en el que el espectador debe verse reflejado e identificarse en los personajes, pero matiza que "es una mirada sobre la realidad, no la realidad", lo que le ha permitido la licencia de mostrar a unos menores que no están enganchados a sus teléfonos móviles (Andrea solo lo usa para mirar la hora) sino que disfrutan más de la playa y la lectura que de las redes sociales.
Ello le da a "El amor de Andrea" un "aire fresco" e intemporal, que no distrae de lo que el realizador andaluz y su guionista Lola Mayo consideran la esencia de la película, la búsqueda del afecto y el deseo de conocer las verdades que a veces los adultos ocultan a los niños por no considerarlos preparados.
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