San Sebastián: Pamela Anderson despide con nota la carrera por las Conchas
- por © Carolina G.Guerrero (San Sebastián)-NOTICINE.com
La competencia donostiarra acabó este viernes de la mano de una sex symbol de los 90, Pamela Anderson, explaymate y exvigilante playera, devenida en actriz cuya interpretación en "The Last Showgirl" sorprenderá a la mayoría. Ha sido un buen punto final en una desigual selección cuyo desenlace en forma de palmarés conoceremos este sábado.
"The Last Showgirl" es una película profundamente nostálgica y melancólica que aborda la decadencia de una era en Las Vegas a través de los ojos de Shelley, interpretada magistralmente por Anderson. Dirigida por Gia Coppola, el film explora las luchas emocionales de las mujeres que, al ir cumpliendo años, se enfrentan a la pérdida de relevancia en un mundo que las celebra mientras son jóvenes, pero las ignora cuando la juventud se desvanece.
No es exagerado considerar que éste es el papel más impactante de su carrera, y quizás el primero en darle reales oportunidades de lucimiento. Interpretando a Shelley, una showgirl veterana cuyo espectáculo, Le Razzle Dazzle, está por cerrar después de décadas, Anderson no solo captura la vulnerabilidad de una mujer que lo ha dado todo por su arte, sino que también retrata el dolor de verse atrapada en una vida que ya no le ofrece futuro. La caracterización de Shelley es rica en matices: una mujer atrapada en sus recuerdos de gloria, que aún se aferra a los sueños que tuvo en su juventud.
Su voz suave y sus gestos delicados revelan una inocencia que, aunque desfasada, sigue viva. Anderson logra transformar su imagen pública en un potente comentario sobre la edad, la belleza y la identidad, desafiando las expectativas de aquellos que la subestimaron.
Otra notable figura la acompaña en esta aventura, Jamie Lee Curtis, quien brinda una actuación igualmente conmovedora como Annette, una exshowgirl que ahora es camarera de casino. Su personaje es un reflejo del posible destino de Shelley, una mujer que, a pesar de sus intentos por mantenerse relevante, también está atrapada en un mundo que ya no la necesita. Curtis aporta humor y tristeza en igual medida, convirtiendo su personaje en una figura tan trágica como reconocible.
La película destaca por su cinematografía atmosférica, con una Las Vegas capturada a través de una lente suavemente iluminada que contrasta con los estereotipos habituales de la ciudad. Coppola ofrece un retrato honesto de este mundo, evitando la brillantez superficial de los neones para enfocarse en las vidas y sueños no cumplidos de las mujeres que sostienen la ciudad. Escenas como el baile solitario de Annette en el casino, o el desgarrador colapso de Shelley en el techo del club, subrayan el contraste entre la ilusión del glamour y la realidad del olvido.
No obstante, aunque "The Last Showgirl" tiene momentos de brillantez, al final en algunos puede dejar el regusto amargo de no haber logrado explotar todo su potencial. Las relaciones de Shelley con su hija Hannah, interpretada por Billie Lourd, y con su ex amante Eddie (Dave Bautista), carecen de la profundidad emocional que sus personajes merecen. El enfoque fragmentado en las dinámicas interpersonales y las convenciones limita el impacto emocional de la historia, restando fuerza a lo que podría haber sido un retrato aún más devastador del ocaso de una vida en el espectáculo.
A pesar de esos puntos débiles, el film logra articular su mensaje sobre el envejecimiento y la marginación de las mujeres en la industria del entretenimiento con sensibilidad y sutileza. Anderson, en particular, se erige como una figura trágica y profundamente humana, ofreciendo una actuación tan sorprendente como conmovedora. "The Last Showgirl" puede no ser perfecta, pero sin duda reafirma el talento de Anderson y su capacidad para trascender las limitaciones que la industria y la cultura le impusieron.
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"The Last Showgirl" es una película profundamente nostálgica y melancólica que aborda la decadencia de una era en Las Vegas a través de los ojos de Shelley, interpretada magistralmente por Anderson. Dirigida por Gia Coppola, el film explora las luchas emocionales de las mujeres que, al ir cumpliendo años, se enfrentan a la pérdida de relevancia en un mundo que las celebra mientras son jóvenes, pero las ignora cuando la juventud se desvanece.
No es exagerado considerar que éste es el papel más impactante de su carrera, y quizás el primero en darle reales oportunidades de lucimiento. Interpretando a Shelley, una showgirl veterana cuyo espectáculo, Le Razzle Dazzle, está por cerrar después de décadas, Anderson no solo captura la vulnerabilidad de una mujer que lo ha dado todo por su arte, sino que también retrata el dolor de verse atrapada en una vida que ya no le ofrece futuro. La caracterización de Shelley es rica en matices: una mujer atrapada en sus recuerdos de gloria, que aún se aferra a los sueños que tuvo en su juventud.
Su voz suave y sus gestos delicados revelan una inocencia que, aunque desfasada, sigue viva. Anderson logra transformar su imagen pública en un potente comentario sobre la edad, la belleza y la identidad, desafiando las expectativas de aquellos que la subestimaron.
Otra notable figura la acompaña en esta aventura, Jamie Lee Curtis, quien brinda una actuación igualmente conmovedora como Annette, una exshowgirl que ahora es camarera de casino. Su personaje es un reflejo del posible destino de Shelley, una mujer que, a pesar de sus intentos por mantenerse relevante, también está atrapada en un mundo que ya no la necesita. Curtis aporta humor y tristeza en igual medida, convirtiendo su personaje en una figura tan trágica como reconocible.
La película destaca por su cinematografía atmosférica, con una Las Vegas capturada a través de una lente suavemente iluminada que contrasta con los estereotipos habituales de la ciudad. Coppola ofrece un retrato honesto de este mundo, evitando la brillantez superficial de los neones para enfocarse en las vidas y sueños no cumplidos de las mujeres que sostienen la ciudad. Escenas como el baile solitario de Annette en el casino, o el desgarrador colapso de Shelley en el techo del club, subrayan el contraste entre la ilusión del glamour y la realidad del olvido.
No obstante, aunque "The Last Showgirl" tiene momentos de brillantez, al final en algunos puede dejar el regusto amargo de no haber logrado explotar todo su potencial. Las relaciones de Shelley con su hija Hannah, interpretada por Billie Lourd, y con su ex amante Eddie (Dave Bautista), carecen de la profundidad emocional que sus personajes merecen. El enfoque fragmentado en las dinámicas interpersonales y las convenciones limita el impacto emocional de la historia, restando fuerza a lo que podría haber sido un retrato aún más devastador del ocaso de una vida en el espectáculo.
A pesar de esos puntos débiles, el film logra articular su mensaje sobre el envejecimiento y la marginación de las mujeres en la industria del entretenimiento con sensibilidad y sutileza. Anderson, en particular, se erige como una figura trágica y profundamente humana, ofreciendo una actuación tan sorprendente como conmovedora. "The Last Showgirl" puede no ser perfecta, pero sin duda reafirma el talento de Anderson y su capacidad para trascender las limitaciones que la industria y la cultura le impusieron.
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