Las guerras de Irak, en un Cannes que aplaude a Woody Allen

por © E.E. (Cannes)-NOTICINE.com
Fusako, Masahiro y Bashing
Fusako, Masahiro y Bashing
Kilomètre zéroFusako, Masahiro y Bashing12-V-05

Aunque Irak y sus conflictos bélicos de los últimos años eran protagonistas este jueves en la segunda jornada competitiva del 58 Festival de Cannes, con "Kilomètre zéro", producción francesa dirigida por el Kurdo Hiner Saleem, y "Bashing", del japonés Masahiro Kobayashi, Woody Allen y Scarlett Johansson despertaron mayor interés con la aguda "Match point", última cinta del neoyorquino, estrenada fuera de concurso.

Este último trabajo del autor de "Manhattan" y "Bananas" no es una comedia pura, aunque el público ría ocasionalmente. En cualquier caso, el humor de "Match point", que toma su título del origen tenístico del personaje protagonista (Jonathan Rhys Meyers), es negro y cínico. Lo que plantea Allen es la historia con final feliz de un "trepa" capaz de todo por ascender socialmente, incluído un crimen que por azar acaba siendo impune.

"Creo que el cinismo es una de las formas de explicarse la realidad, aunque para mí no es una película cínica, sino una perspectiva correcta sobre ese tema particular que es el castigo en nuestra sociedad", ha dicho Allen.

Aseguraba el realizador y guionista que no es caprichosa su elección de Londres como marco para esta historia, sino consecuencia de la dificultad que conlleva para él filmar en su país, donde los espectadores y los financieros han dejado de apreciar ese cine personal y con frecuencia crítico.

"Los estudios y los inversores quieren tener una implicación cada vez mayor en los proyectos. Pretenden aumentar su control, revisar el "casting", leer mis guiones y de vez en cuando aparecer por el plató. Es una situación que no me gusta nada y no acepto. Lo que me apetece es que me manden el dinero en una bolsa y algunos meses más tarde yo se la devuelva con mi película dentro... Eso es todo", decía en una concurrida rueda de prensa.

Con menos ironía, añadía que una historia como la de "Match point" puede desarrollarse en cualquier lugar, y si en Gran Bretaña se lo ponen más fácil... Ahí se queda. De hecho, comentaba que el siguiente también será londinense.

Sobre aspectos más generales de su carrera, el cineasta considera que si a los 69 años continua haciendo al menos un film al año es porque el trabajo de escribir, rodar y montar se ha convertido para él en una terapia, igual que en las instituciones mentales proponen talleres de pintura. "El cine se ha convertido en mi distracción, si no lo hiciera no tendría nada más en qué entretenerme. Continuamente estoy confrontado a todo tipo de depresiones y neurosis, y esto es una terapia que me ha permitido mantenerme a distancia del mundo real durante años", agregaba.

Frente a esta cinta programada como muchas más con el sello exculpatorio de "fuera de concurso" este año, la competencia no podía competir, valga la redundancia. Las dos cintas del día, "Kilomètre zéro", de Hiner Saleem, y "Bashing" (Acoso), de Masahiro Kobayashi, pasaban con más pena que gloria.

La primera se desarrolla en febrero 1988, durante la guerra entre Irán e Irak. El kurdo Ako, padre y marido a pesar de su juventud, quiere huir de su país, pero su esposa Selma se niega mientras su padre siga vivo. Obligado a enrolarse en el ejército de Saddam Hussein, Ako es enviado al frente y busca la forma de conseguir la "buena herida" que le permita ser devuelto a casa y salvar su vida. Sin embargo, lo que obtiene es una curiosa misión: traladar el cadáver de un "héroe de la patria" fallecido en combate a la casa de su familia. Le acompaña en este periplo de sur a norte de Irak un chofer definitivamente anti-kurdo. La anécdota sirve a Saleem para plantear las reivindicacione nacionales de este pueblo sin patria cuya cultura se extiende por Irak, Turquía o Irán.

Respecto de la más dura "Bashing", se trata de la historia de Yuko (Urabe Fusako), secuestrada en el Irak de la ocupación norteamericana, quien ha regresado a Japón tras haber sido liberada. A los seis meses de la vuelta a casa, su situación dista de ser idílica. Piensa que toda la sociedad nipona está contra ella después del protagonismo mediático internacional del que fue objeto y víctima. La insultan por la calle, recibe amenazas telefónicas e incluso intentos de agresión. Despedida de su trabajo, su aislamiento crece tanto como su desesperanza. Después de la muerte de su padre, quien representaba su único apoyo, considera si no debiera regresar al país donde la expresión que ve en los rostros ajenos no es fría ni dura, el lugar donde sí se siente necesaria.