Cannes: Minimalismo para saborear con calma el peso de los sentimientos
- por © E.E. (Cannes)-NOTICINE.com/Fotos: Reuters-AP
17-V-05
Historias pausadas de emoción y escasa acción. Este ha sido el denominador común de este martes en la competición de Cannes, con la presencia de reconocidos "autores": el norteamericano Jim Jarmush, referencia del cine independiente que sin embargo ha contado con estrellas de la talla de Bill Murray, Sharon Stone o Jessica Lange para "Broken flowers"; los belgas Luc y Jean-Pierre Dardenne, con el drama juvenil "L'enfant", y el chino Wang Xiaoshuai, que como los anteriores desde una historia familiar es capaz de elaborar toda una moraleja social en "Shanghai dreams". Todos ellos tuvieron experiencias previas en Cannes.
Comedia entrañable, con un Murray en un registro que nos remite inevitablemente a "Lost in translation", "Broken flowers" representa una brisa fresca en una selección como de costumbre frecuentemente dura y sombría, llena de problemáticas. Jarmush reconoce su minimalismo, pero al menos en esta ocasión el público disfruta del espectáculo a pesar de la escasez de acción e incluso de diálogos. El reparto impresiona: Bill Murray, Sharon Stone, Jessica Lange, Tilda Swinton y Julie Delpy, todas ellas antiguas amantes del veterano conquistador.
Solterón empedernido y ahora cincuentón, Don Johnston (Bill Murray), acaba de ser abandonado por su última novia, Sherry. Es entonces cuando resignado a pasar otra temporada solo, recibe una carta de una supuesta ex amante que sin identificarse le comunica que tuvo con ella un hijo hoy de 19 años, que podría estar buscándole. Lleno de curiosidad y espoleado por su amigo Winston, detective amateur, el veterano Don Juan va a visitar sin avisar a cuatro de sus antiguos amores, en busca de un pasado que hoy por hoy no le trae tantas alegrías.
"Muchos críticos -explicaba Jarmush en rueda de prensa- coinciden en decir que no le concedo demasiada importancia a la trama en mis películas. "Broken flowers" va en ese sentido. Es una historia simple que se concentra en los personajes más que en un guión. Así, no creo que se le pueda poner facilmente la etiqueta de un género determinado. En cualquier caso creo que es fiel a mi estilo: regodearse en los detalles y los matices en lugar de concentrarse en la acción".
Luc y Jean-Pierre Dardenne, ganadores de la Palma de Oro hace seis años con "Rosetta", trajeron no una comedia, sino un drama más bien duro, aunque el tono sea el general en esta jornada en la que el festival cruza su ecuador: cierto minimalismo cotidiano. Lo hermanos belgas narran la historia de una pareja muy joven: él, Bruno (Jérémie Rénier), con apenas 20 años, vive de pequeños robos con su banda de muchachos. Ella, Sonia (Déborah François), recibe, con 18, recibe una ayuda social. Ambos comparten la paternidad de un bebé que no parece existir al principio para su padre, quizás incapaz de asumir esa responsabilidad.
"No hemos intentado copiar la realidad -ha dicho Luc Dardenne-. El abandono de niños, por ejemplo, es una práctica de toda la vida. La venta "salvaje" puede quizás ser más reciente. Pero lo que nos interesaba en la película era ver si Bruno sería o no capaz de crear unos lazos con ese niño. Al principio, ni lo ve, literalmente. La pregunta que nos hacíamos era pues: ¿El amor que sentía por Sonia, que era enorme, sería suficiente para hacerle tener conciencia de la presencia de ese bebé?".
En los años 60, por presiones o directamente órdenes de las autoridades, numerosas familias chinas se vieron obligadas a abandonar las ciudades con destino a zonas rurales, supuestamente para apoyar el desarrollo económico de esas zonas pobres y formar un tercer frente de resistencia a una posible invasión rusa. La protagonista de "Shanghai dreams" tiene 19 años y es descendiente de una de esas familias que se asentaron en la provincia de Guizhou. Vive con sus padres y hermano. Aunque ella tiene allí amigos y hasta un novio, su padre está convencido de que su futuro será más facil yendo a Shanghai, lo cual conduce al enfrentamiento entre ambos.
"Shanghai dreams" es un film que confirma que las autoridades chinas poco a poco relajan su censura, aunque sea habitualmente respecto del pasado mucho más que del presente. Wang Xiaoshuai, uno de los cineastas con más sentido crítico y experiencias poco afortunadas respecto de la actitud gubernamental (en 1996 no le dejaron salir del país para presentar aquí en Cannes "So close to paradise", que además sufrió cortes en su estreno comercial chino), reflexiona en este nuevo trabajo sobre el autoritarismo y sus manipulaciones, esa alienación que puede trascender de lo social a lo personal, afectando a un padre que fue víctima él mismo de arbitrariedades y ahora sufre accesos de ira al comprobar los deseos de su hija de tener ideas y comportamientos independientes.
No estamos, desde luego ante un film al alcance de cualquier público, por su ritmo pausado sólo roto por esas acaloradas discusiones, pero sí de lo que uno puede esperar en la selección de Cannes, un cine profundo y que invita a la reflexión, aunque uno pueda plantearse si esto mismo no podría contarse con un poco más de ritmo y no en dos horas que a ratos se hacen más bien pesadas.
Xiaoshuai ha contado detalles este martes sobre el proceso creativo de su cinta y la reacción oficial: "La Oficina del Cine se reunió para discutir sobre el proyecto. Tras un debate, aceptaron autorizar el rodaje. Algunos días después, recibí oficialmente la autorización para filmar, que enseguida colgué en la pared como si fuera un título honorífico. Hacía diez años que la historia me rondaba... Ocurre que con los cambios que se suceden en nuestra sociedad, en la industria del cine chino -en cuanto a autorizaciones-, mi guión fue aprobado relativamente pronto, y estoy muy agradecido".
Historias pausadas de emoción y escasa acción. Este ha sido el denominador común de este martes en la competición de Cannes, con la presencia de reconocidos "autores": el norteamericano Jim Jarmush, referencia del cine independiente que sin embargo ha contado con estrellas de la talla de Bill Murray, Sharon Stone o Jessica Lange para "Broken flowers"; los belgas Luc y Jean-Pierre Dardenne, con el drama juvenil "L'enfant", y el chino Wang Xiaoshuai, que como los anteriores desde una historia familiar es capaz de elaborar toda una moraleja social en "Shanghai dreams". Todos ellos tuvieron experiencias previas en Cannes.
Comedia entrañable, con un Murray en un registro que nos remite inevitablemente a "Lost in translation", "Broken flowers" representa una brisa fresca en una selección como de costumbre frecuentemente dura y sombría, llena de problemáticas. Jarmush reconoce su minimalismo, pero al menos en esta ocasión el público disfruta del espectáculo a pesar de la escasez de acción e incluso de diálogos. El reparto impresiona: Bill Murray, Sharon Stone, Jessica Lange, Tilda Swinton y Julie Delpy, todas ellas antiguas amantes del veterano conquistador.
Solterón empedernido y ahora cincuentón, Don Johnston (Bill Murray), acaba de ser abandonado por su última novia, Sherry. Es entonces cuando resignado a pasar otra temporada solo, recibe una carta de una supuesta ex amante que sin identificarse le comunica que tuvo con ella un hijo hoy de 19 años, que podría estar buscándole. Lleno de curiosidad y espoleado por su amigo Winston, detective amateur, el veterano Don Juan va a visitar sin avisar a cuatro de sus antiguos amores, en busca de un pasado que hoy por hoy no le trae tantas alegrías.
"Muchos críticos -explicaba Jarmush en rueda de prensa- coinciden en decir que no le concedo demasiada importancia a la trama en mis películas. "Broken flowers" va en ese sentido. Es una historia simple que se concentra en los personajes más que en un guión. Así, no creo que se le pueda poner facilmente la etiqueta de un género determinado. En cualquier caso creo que es fiel a mi estilo: regodearse en los detalles y los matices en lugar de concentrarse en la acción".
Luc y Jean-Pierre Dardenne, ganadores de la Palma de Oro hace seis años con "Rosetta", trajeron no una comedia, sino un drama más bien duro, aunque el tono sea el general en esta jornada en la que el festival cruza su ecuador: cierto minimalismo cotidiano. Lo hermanos belgas narran la historia de una pareja muy joven: él, Bruno (Jérémie Rénier), con apenas 20 años, vive de pequeños robos con su banda de muchachos. Ella, Sonia (Déborah François), recibe, con 18, recibe una ayuda social. Ambos comparten la paternidad de un bebé que no parece existir al principio para su padre, quizás incapaz de asumir esa responsabilidad.
"No hemos intentado copiar la realidad -ha dicho Luc Dardenne-. El abandono de niños, por ejemplo, es una práctica de toda la vida. La venta "salvaje" puede quizás ser más reciente. Pero lo que nos interesaba en la película era ver si Bruno sería o no capaz de crear unos lazos con ese niño. Al principio, ni lo ve, literalmente. La pregunta que nos hacíamos era pues: ¿El amor que sentía por Sonia, que era enorme, sería suficiente para hacerle tener conciencia de la presencia de ese bebé?".
En los años 60, por presiones o directamente órdenes de las autoridades, numerosas familias chinas se vieron obligadas a abandonar las ciudades con destino a zonas rurales, supuestamente para apoyar el desarrollo económico de esas zonas pobres y formar un tercer frente de resistencia a una posible invasión rusa. La protagonista de "Shanghai dreams" tiene 19 años y es descendiente de una de esas familias que se asentaron en la provincia de Guizhou. Vive con sus padres y hermano. Aunque ella tiene allí amigos y hasta un novio, su padre está convencido de que su futuro será más facil yendo a Shanghai, lo cual conduce al enfrentamiento entre ambos.
"Shanghai dreams" es un film que confirma que las autoridades chinas poco a poco relajan su censura, aunque sea habitualmente respecto del pasado mucho más que del presente. Wang Xiaoshuai, uno de los cineastas con más sentido crítico y experiencias poco afortunadas respecto de la actitud gubernamental (en 1996 no le dejaron salir del país para presentar aquí en Cannes "So close to paradise", que además sufrió cortes en su estreno comercial chino), reflexiona en este nuevo trabajo sobre el autoritarismo y sus manipulaciones, esa alienación que puede trascender de lo social a lo personal, afectando a un padre que fue víctima él mismo de arbitrariedades y ahora sufre accesos de ira al comprobar los deseos de su hija de tener ideas y comportamientos independientes.
No estamos, desde luego ante un film al alcance de cualquier público, por su ritmo pausado sólo roto por esas acaloradas discusiones, pero sí de lo que uno puede esperar en la selección de Cannes, un cine profundo y que invita a la reflexión, aunque uno pueda plantearse si esto mismo no podría contarse con un poco más de ritmo y no en dos horas que a ratos se hacen más bien pesadas.
Xiaoshuai ha contado detalles este martes sobre el proceso creativo de su cinta y la reacción oficial: "La Oficina del Cine se reunió para discutir sobre el proyecto. Tras un debate, aceptaron autorizar el rodaje. Algunos días después, recibí oficialmente la autorización para filmar, que enseguida colgué en la pared como si fuera un título honorífico. Hacía diez años que la historia me rondaba... Ocurre que con los cambios que se suceden en nuestra sociedad, en la industria del cine chino -en cuanto a autorizaciones-, mi guión fue aprobado relativamente pronto, y estoy muy agradecido".