OPINIÓN: El callejón -¿sin salida?- de San Sebastián
- por © NOTICINE.com
26-IX-05
Por Jon Apaolaza
Esta 53 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián recien terminada marca el peor momento del certamen en años, registrado incluso por los medios locales que tienen una obligada relación de familiar devoción hacia él. Películas mediocres, ausencia de figuras, premios Donostia de segunda división, inexplicable marginación al cine norteamericano sea independiente o de Hollywood... Si, quizás todo esto sean apreciaciones subjetivas, pero desde su organización se nos asegura año tras año que son "los cuartos" en el panorama de los festivales internacionales, detrás de Cannes, Berlín y Venecia. Y basta una simple comparación de títulos, estrenos mundiales e invitados para que se le caiga a uno el alma a los pies.
Tras medio siglo de irregular historia, San Sebastián parece paradójicamente estancado y a la vez errático. Carece de ambiciones, no se atreve a realizar cambios estructurales, y su programación es en gran medida un resumen europeo del Festival de Toronto. La Sección Oficial, que el año pasado parecía perfilar una vocación iberoamericana clara, éste la olvida para mirar a Europa.
Cuando Mikel Olaciregui sustituyó allá por 1999 en la dirección a Diego Galán, gestor y testigo de la recuperación y de ediciones inolvidables del Festival, algunos pensaron que el ex gerente que ordenaba cuentas y facturas ocuparía el despacho sólo provisionalmente. Se dijo que este cinéfilo nacido en Pasajes (Guipúzcoa), profesionalmente ajeno a la industria fílmica o los medios que la cubren, no daba "el perfil", pero lo cierto es que con el apoyo del mismo equipo que acompañaba a Galán se ha demostrado capaz de conservar el puesto a pesar de carecer del carisma, las relaciones y probablemente los conocimientos del crítico madrileño.
Con su sonrisa bonachona en los labios, Olacireguí lleva un par de años echando balones fuera, con una peligrosa tendencia a intentar colar gato por liebre cuando no directamente negar la existencia de un animal a la vista de todos. En 2004, cuando el festival perdió una porción importante de su presupuesto por la salida como patrocinador de Canal Plus, nos dijo que si había un día menos era porque "el cine internacional está en crisis". Ahora, pretende convencernos de que el más que discreto nivel de las películas en competencia tiene que ver con "la cosecha del año", añadiendo que la falta de figuras, de premios Donostia comparables con los del pasado y en suma de "glamour" obedece a que su festival apuesta por el "glamour inteligente" (?).
Es preciso llamar a las cosas por su nombre y asumir una serie de circunstancias que han perjudicado y perjudican al primer certamen del mundo iberoamericano desde hace años. San Sebastián tiene las peores fechas del calendario, detrás no sólo de Venecia, sino también de Montreal y sobre todo de Toronto, un macrofestival que con permiso de la autosuficiencia donostiarra variety considera desde hace tiempo el segundo del mundo a corta distancia de Cannes. No es de recibo fuera de las fronteras españolas que concursen por la Concha cintas estrenadas mundialmente en el certamen canadiense, por mucho que la normativa de la FIAPF lo permita. Sólo muy excepcionalmente Berlín o Cannes admiten cintas de Sundance, por ejemplo, mientras que San Sebastián programa más de la mitad de las concursantes en coincidencia con Toronto, incluidas -escandalosamente- tres de las cuatro cintas españolas.
No es la primera vez que escribo sobre esto, y mucho me temo que no será la última. Siempre he pensado que las soluciones, de existir, serían traumáticas, necesariamente radicales (cambiar de fechas, hacer una apuesta más decidida por la cinematografía iberoamericana en la competencia, exigir estrenos mundiales absolutos a riesgo de perder títulos....), y que sea quien sea el equipo que dirija San Sebastián lo tiene muy difícil, mucho más difícil de quien pueda estar al frente de Cannes, Venecia o Berlín. No se trata tanto de cambiar de personas como de mentalidad y de actuaciones.
Lo malo no es que el certamen donostiarra esté empantanado, sino que presenta peligrosos signos de hundimiento. Y ello mientras que en todo el mundo la competencia crece: un nuevo y pujante festival en Montreal, el desarrollo de otros europeos como Locarno o Karlovy Vary... Mirar a otro lado, decir "la culpa no es mía" o pretender convencernos con argumentos infantiles no sirve de nada. El problema no está en las "cosechas del año", sino en que la huerta para San Sebastián es cada día más pequeña y sufre una preocupante sequía. Algo que nos duele especialmente a los que hemos gozado de esta fiesta del cine casi desde la infancia.
Por Jon Apaolaza
Esta 53 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián recien terminada marca el peor momento del certamen en años, registrado incluso por los medios locales que tienen una obligada relación de familiar devoción hacia él. Películas mediocres, ausencia de figuras, premios Donostia de segunda división, inexplicable marginación al cine norteamericano sea independiente o de Hollywood... Si, quizás todo esto sean apreciaciones subjetivas, pero desde su organización se nos asegura año tras año que son "los cuartos" en el panorama de los festivales internacionales, detrás de Cannes, Berlín y Venecia. Y basta una simple comparación de títulos, estrenos mundiales e invitados para que se le caiga a uno el alma a los pies.
Tras medio siglo de irregular historia, San Sebastián parece paradójicamente estancado y a la vez errático. Carece de ambiciones, no se atreve a realizar cambios estructurales, y su programación es en gran medida un resumen europeo del Festival de Toronto. La Sección Oficial, que el año pasado parecía perfilar una vocación iberoamericana clara, éste la olvida para mirar a Europa.
Cuando Mikel Olaciregui sustituyó allá por 1999 en la dirección a Diego Galán, gestor y testigo de la recuperación y de ediciones inolvidables del Festival, algunos pensaron que el ex gerente que ordenaba cuentas y facturas ocuparía el despacho sólo provisionalmente. Se dijo que este cinéfilo nacido en Pasajes (Guipúzcoa), profesionalmente ajeno a la industria fílmica o los medios que la cubren, no daba "el perfil", pero lo cierto es que con el apoyo del mismo equipo que acompañaba a Galán se ha demostrado capaz de conservar el puesto a pesar de carecer del carisma, las relaciones y probablemente los conocimientos del crítico madrileño.
Con su sonrisa bonachona en los labios, Olacireguí lleva un par de años echando balones fuera, con una peligrosa tendencia a intentar colar gato por liebre cuando no directamente negar la existencia de un animal a la vista de todos. En 2004, cuando el festival perdió una porción importante de su presupuesto por la salida como patrocinador de Canal Plus, nos dijo que si había un día menos era porque "el cine internacional está en crisis". Ahora, pretende convencernos de que el más que discreto nivel de las películas en competencia tiene que ver con "la cosecha del año", añadiendo que la falta de figuras, de premios Donostia comparables con los del pasado y en suma de "glamour" obedece a que su festival apuesta por el "glamour inteligente" (?).
Es preciso llamar a las cosas por su nombre y asumir una serie de circunstancias que han perjudicado y perjudican al primer certamen del mundo iberoamericano desde hace años. San Sebastián tiene las peores fechas del calendario, detrás no sólo de Venecia, sino también de Montreal y sobre todo de Toronto, un macrofestival que con permiso de la autosuficiencia donostiarra variety considera desde hace tiempo el segundo del mundo a corta distancia de Cannes. No es de recibo fuera de las fronteras españolas que concursen por la Concha cintas estrenadas mundialmente en el certamen canadiense, por mucho que la normativa de la FIAPF lo permita. Sólo muy excepcionalmente Berlín o Cannes admiten cintas de Sundance, por ejemplo, mientras que San Sebastián programa más de la mitad de las concursantes en coincidencia con Toronto, incluidas -escandalosamente- tres de las cuatro cintas españolas.
No es la primera vez que escribo sobre esto, y mucho me temo que no será la última. Siempre he pensado que las soluciones, de existir, serían traumáticas, necesariamente radicales (cambiar de fechas, hacer una apuesta más decidida por la cinematografía iberoamericana en la competencia, exigir estrenos mundiales absolutos a riesgo de perder títulos....), y que sea quien sea el equipo que dirija San Sebastián lo tiene muy difícil, mucho más difícil de quien pueda estar al frente de Cannes, Venecia o Berlín. No se trata tanto de cambiar de personas como de mentalidad y de actuaciones.
Lo malo no es que el certamen donostiarra esté empantanado, sino que presenta peligrosos signos de hundimiento. Y ello mientras que en todo el mundo la competencia crece: un nuevo y pujante festival en Montreal, el desarrollo de otros europeos como Locarno o Karlovy Vary... Mirar a otro lado, decir "la culpa no es mía" o pretender convencernos con argumentos infantiles no sirve de nada. El problema no está en las "cosechas del año", sino en que la huerta para San Sebastián es cada día más pequeña y sufre una preocupante sequía. Algo que nos duele especialmente a los que hemos gozado de esta fiesta del cine casi desde la infancia.