Festival habanero: dentro y fuera del concurso
- por © Frank Padrón (La Habana)-NOTICINE.com
9-XII-05
Ya sean aspirantes a los corales (palmarés del Festival cubano) como las que se muestran mediante el Panorama latinoamericano, las películas de esta parte del mundo, esencia y razón de ser del Festival de Cine Latinoamericano de La Habana, acarrean siempre entusiasmo y expectativa.
He aquí algunas consideraciones de lo nuevo visto: Argentina presenta, en competencia, "El aura", segundo largo de Fabián Bielinski ("Nueve reinas"). Claro que después de esa, su triunfal arrancada, los ojos estaban puestos en el joven realizador que, lamentablemente, decepciona con su más reciente obra y es que, al margen de las intenciones (esta vez se eleva a cuestiones metafísicas, por tanto más complejas que los simpáticos jueguitos de su ópera prima) un thriller no puede darse el lujo de ser aburrido, y este lo es. De qué manera se dilatan esos planos-secuencia innecesariamente, cuánta gratuidad en esos paseos, esas miradas del chofer intruso que padece de epilepsia. Ni Ricardo Darín, actor concentrado y dúctil, puede hacer nada por sacar a flote este híbrido desangelado y anémico.
Y hablando de primeras obras, en ese apartado concursa "Hermanas", de Julia Somonoff. El sempiterno ítem argentino de la dictadura, los desaparecidos y la represión de los militares en los 70, vuelve con trasfondo familiar en las dos posturas políticas que ante el suceso afrontan antes y después dos hermanas; pasado y presente alternan en la diégesis de un modo bastante plano y gris, sin que por otra parte se diga nada nuevo sobre tan recurrido tema. Notable el diseño de personajes, las diferencias de personalidades de ambas mujeres respecto a sí mismas, la familia, la vida en general, pero lamentablemente no encuentra en las actrices protagónicas, desempeños complementarios.
Chile trae (también concursando) "En la cama", de Matías Bize, que es, sin ambages, de lo mejor visto hasta ahora en los días que lleva el Festival. Una pareja, cuatro paredes, claro que sexo abundante pero éste, además, como motor de reflexiones, confesiones, acercamientos y tiranteces. El guión detenta una energía y una enjundia admirables, mientras la puesta (con una cámara de proyección godardiana) explota y explora tanto los cuerpos como un poco lo que encierran y descubren (o no), pasando de los primeros y medios planos a los generales en una inteligente y funcional alternancia. Para una película literalmente de cámara, la labor de los dos únicos actores es vital, y así la asumen y proyectan: Blanca Lewin y Gonzalo Valenzuela se meten en la piel de sus personajes, y claro que salen de ellas para tocar otras esferas de la compenetración humana: así lo recibe el espectador dentro de una película erótica de alta definición.
No concursa (por suerte para los jurados) y también de ese país, "El huésped", de Coke Hidalgo: suerte de "Alien" en un hospital, con suspense y gore de pacotilla, lugares comunes para regalar y situaciones forzadas, abuso de rejuegos cromáticos (desde la subjetiva que emite el monstruo) y actuaciones de quinta. Sólo recomendable a los incondicionales del género.
Uno de los títulos que representa al país anfitrión en el concurso es "Bailando chachachá", cuyo director Manuel Herrera ("Zafiros, locura azul") en declaraciones previas al estreno, habló de su fe en el melodrama como expresión. El problema aquí estriba en ciertos excesos, que dan al traste con la legitimidad de la tendencia genérica: situaciones que fuerzan el curso normal de la trama (ergo: la discusión de los hermanos bajo la lluvia, la cual sabemos en qué derivará; la novia bailarina del músico abandonada frente al cabaret o el secreto de las cartas guardado hasta el final, típico y tópico de la telenovela) o diálogos que se sienten harto retóricos y por tanto no fluyen. Si de fluidez se trata, a propósito, tampoco la narración va por esa vía, culpa en buena medida de una edición (Enrique Ríos y Julia Yip) que no ha mezclado las abundantes subtramas y accidentes argumentales con la suficiente pericia como para hacernos asimilable el trayecto; la historia, que “arranca” bien, se traba con frecuencia a través de reiteraciones y cambios de ritmo que afectan la diégesis. A ello se suma un narrador omnisciente absolutamente prescindible: la anécdota, a pesar de las aludidas complicaciones, es bien clara, de modo que esa voz in off detallando y precisando sólo adiciona un elemento enturbiador del decursar narrativo. La dirección de actores delata, sin embargo, mano certera en el director, quien no logra esta vez armar una historia convincente por cuanto no consiguió desarrollar coherentemente ni la trama ni las abundosas subtramas que penden de ella y por tanto, no se integran.
Seguiremos hablando del Festival, que ya entra en su segunda y final semana.
Ya sean aspirantes a los corales (palmarés del Festival cubano) como las que se muestran mediante el Panorama latinoamericano, las películas de esta parte del mundo, esencia y razón de ser del Festival de Cine Latinoamericano de La Habana, acarrean siempre entusiasmo y expectativa.
He aquí algunas consideraciones de lo nuevo visto: Argentina presenta, en competencia, "El aura", segundo largo de Fabián Bielinski ("Nueve reinas"). Claro que después de esa, su triunfal arrancada, los ojos estaban puestos en el joven realizador que, lamentablemente, decepciona con su más reciente obra y es que, al margen de las intenciones (esta vez se eleva a cuestiones metafísicas, por tanto más complejas que los simpáticos jueguitos de su ópera prima) un thriller no puede darse el lujo de ser aburrido, y este lo es. De qué manera se dilatan esos planos-secuencia innecesariamente, cuánta gratuidad en esos paseos, esas miradas del chofer intruso que padece de epilepsia. Ni Ricardo Darín, actor concentrado y dúctil, puede hacer nada por sacar a flote este híbrido desangelado y anémico.
Y hablando de primeras obras, en ese apartado concursa "Hermanas", de Julia Somonoff. El sempiterno ítem argentino de la dictadura, los desaparecidos y la represión de los militares en los 70, vuelve con trasfondo familiar en las dos posturas políticas que ante el suceso afrontan antes y después dos hermanas; pasado y presente alternan en la diégesis de un modo bastante plano y gris, sin que por otra parte se diga nada nuevo sobre tan recurrido tema. Notable el diseño de personajes, las diferencias de personalidades de ambas mujeres respecto a sí mismas, la familia, la vida en general, pero lamentablemente no encuentra en las actrices protagónicas, desempeños complementarios.
Chile trae (también concursando) "En la cama", de Matías Bize, que es, sin ambages, de lo mejor visto hasta ahora en los días que lleva el Festival. Una pareja, cuatro paredes, claro que sexo abundante pero éste, además, como motor de reflexiones, confesiones, acercamientos y tiranteces. El guión detenta una energía y una enjundia admirables, mientras la puesta (con una cámara de proyección godardiana) explota y explora tanto los cuerpos como un poco lo que encierran y descubren (o no), pasando de los primeros y medios planos a los generales en una inteligente y funcional alternancia. Para una película literalmente de cámara, la labor de los dos únicos actores es vital, y así la asumen y proyectan: Blanca Lewin y Gonzalo Valenzuela se meten en la piel de sus personajes, y claro que salen de ellas para tocar otras esferas de la compenetración humana: así lo recibe el espectador dentro de una película erótica de alta definición.
No concursa (por suerte para los jurados) y también de ese país, "El huésped", de Coke Hidalgo: suerte de "Alien" en un hospital, con suspense y gore de pacotilla, lugares comunes para regalar y situaciones forzadas, abuso de rejuegos cromáticos (desde la subjetiva que emite el monstruo) y actuaciones de quinta. Sólo recomendable a los incondicionales del género.
Uno de los títulos que representa al país anfitrión en el concurso es "Bailando chachachá", cuyo director Manuel Herrera ("Zafiros, locura azul") en declaraciones previas al estreno, habló de su fe en el melodrama como expresión. El problema aquí estriba en ciertos excesos, que dan al traste con la legitimidad de la tendencia genérica: situaciones que fuerzan el curso normal de la trama (ergo: la discusión de los hermanos bajo la lluvia, la cual sabemos en qué derivará; la novia bailarina del músico abandonada frente al cabaret o el secreto de las cartas guardado hasta el final, típico y tópico de la telenovela) o diálogos que se sienten harto retóricos y por tanto no fluyen. Si de fluidez se trata, a propósito, tampoco la narración va por esa vía, culpa en buena medida de una edición (Enrique Ríos y Julia Yip) que no ha mezclado las abundantes subtramas y accidentes argumentales con la suficiente pericia como para hacernos asimilable el trayecto; la historia, que “arranca” bien, se traba con frecuencia a través de reiteraciones y cambios de ritmo que afectan la diégesis. A ello se suma un narrador omnisciente absolutamente prescindible: la anécdota, a pesar de las aludidas complicaciones, es bien clara, de modo que esa voz in off detallando y precisando sólo adiciona un elemento enturbiador del decursar narrativo. La dirección de actores delata, sin embargo, mano certera en el director, quien no logra esta vez armar una historia convincente por cuanto no consiguió desarrollar coherentemente ni la trama ni las abundosas subtramas que penden de ella y por tanto, no se integran.
Seguiremos hablando del Festival, que ya entra en su segunda y final semana.