Primeras jornadas del Festival francés

por © Frank Padrón (Cuba)-NOTICINE.com
La esquiva
La esquiva
Presidente MitterandLa esquiva6-VI-06

En los días iniciales de su andadura capitalina, el Festival de Cine Francés ya ha mostrado credenciales de suficiente valor como para lograr el “enganche” de sus cientos de admiradores en varias tandas y otras tantas salas de La Habana.

Empecemos, claro, por la premiere: “Feliz Navidad”, de Cristian Carion, se basa en hechos reales acaecidos el 25 de diciembre de 1914 cuando, durante la Primera Guerra Mundial, soldados franceses, alemanes y británicos, olvidan sus pugnas para confraternizar en medio de las trincheras; un matrimonio (dos excelentes cantantes líricos), un sacerdote y un teniente de diversas nacionalidades, constituirán los ejes de un acercamiento que trasciende lugar y fecha para marcar sus vidas y las de los soldados. El director logra, de entrada, algo bien difícil: conferir un tono agridulce, de comedia, a sucesos bien graves: lo agudo de los diálogos, la agilidad de un guión sobre una historia que transcurre, como vemos, en medio de las granadas y las bombas, se complementa con una puesta en pantalla no menos expresiva y con actuaciones muy notables.

La esperada "La marcha del Emperador", de Luc Jacquet, arrastró sobre todo un público infantil a los cines, donde los chicos juntos con sus padres, o la también considerable presencia adulta que va al cine sin familia, se sienten arrobados frente a la dura vida de este tipo de pingüino en la Antártida: su ciclo reproductor, sus largos y duros viajes en busca del océano y resistiendo el más terrible frío, son contados con sensibilidad y hasta sentido del humor tanto por la atrevida cámara como por narradores in off que trasladan una suerte de subjetiva de pensamiento en los protagonistas. Pero poco sería esto sin una tremenda fotografía, que reproduce las increíbles y matizadas gamas del salvaje clima polar.

"France Boutique" es otra que, en clave humorística, se introduce en el aparentemente frívolo, pero complejo y tiránico mundo de la publicidad televisiva, a través de un matrimonio que regenta un canal de este tipo, ahora conectado, soportado, por Internet; los dardos a la inutilidad y absurdo de la sociedad de consumo (capaz de vender, imponer incluso los más increíbles artefactos) se unen a las sutilmente captadas relaciones de los personajes vinculados con la empresa. La directora Tonie Marshall ha conseguido trasladar la agilidad y el dinamismo del cine publicitario (esencial en la historia) a la diégesis, logrando un filme al que quizá le sobren ciertas vueltas argumentales, pero que se disfruta de principio a fin, incluyendo varias actuaciones destacadas (entre ellas la de Judith Godrcche, candidata al César por su desempeño aquí).

Una de las más gratas sorpresas de lo que va de Festival ha resultado sin dudas "Presidente Mitterand" (El paseante del Champ de Mars), del conocido Robert Guediguian ("Marius y Janette"), basada libremente en el libro de Georges-Marc Benamou "Le Dernier Mitterrand", editado en Francia en 1997, y participante en la competición oficial del Festival de Berlín del 2005, recibió además dos candidaturas para el premio César: mejor guión-adaptación (Gilles Taurand y Georges-Marc Benamou) y mejor actor (Michel Bouquet). Buena parte en su éxito es que cautiva más allá de la reconstrucción del polémico personaje; el veterano actor anima los últimos días del mandatario con ductilidad y convicción, la biopic no se reduce a una mera entrevista sino que conecta al anciano presidente, a punto de morir, con otros seres que le fueron cercanos, mientras se detiene en detalles del entrevistador. A decir verdad, es en esta última parcela donde el film muestra su lado flaco, pues tales sucesos no se integran con la misma fuerza ni resolución dramática que las del sujeto, pero la obra logra un retrato matizado e inteligente del socialista que, entre 1981 y 1995, rigió los destinos de Francia; su proverbial cultura, su sentido del humor aún con la muerte acechando, sus discutibles criterios políticos (como todos) logran ser aprehendidos por este cineasta a quien, como se sabe, interesan tales temas y con ellos arma su cine.

Por último (claro que hasta ahora) “La esquiva”, de Abdel Kechiche, es el primer contacto con esa fracción de realizadores árabes que vive y por tanto, hacen su trabajo en París; esta vez, focalizando el mundo de adolescentes que deben montar para una clase, una pieza de Mariveaux. La pretención de un chico torpe, sin mínimo de dotes para la actuación, que acepta el papel de Arlequín para enamorar a una joven, permite acercarse a conflictos propios de esa edad en un barrio obrero. El método improvisatorio permite, a la vez que un indudable fluido en las potencialidades de los jóvenes intérpretes, cierta anarquía dramatúrgica a la hora de redondear varias situaciones, lo cual no impide que la cinta atrape el interés del espectador, tanto por los espontáneos desempeños de sus aficionados actores (algunos, excelentes, como la protagónica Sara Forestier, agraciada con un César a la actriz revelación el año pasado) como el bien insertado juego del teatro dentro del cine, las dobles actuaciones y el clásico paralelo entre papeles del texto dramatizado y la situación de quienes lo animan.