Crítica: "Tarde para la ira", sin olvido ni perdón
- por © NOTICINE.com
Por Eduardo Larrocha
La venganza se sirve fría. Así reza el dicho y así fue el largo periplo que recorrió Ulises en su vuelta a Ítaca hasta vengarse de los pretendientes de su amada Penélope. Frío, en apariencia, y en modo espera es el rencor y la furia que guarda en su memoria el protagonista de "Tarde para la ira".
Una vez proyectada esta producción española en la Mostra de Venecia, Raúl Arévalo, el director, concedía a NOTICINE.com una entrevista. Leerla nos permite abordar el argumento de "Tarde para la ira" sin correr el riesgo de desvelar ningún secreto, lo que ahora se llama hacer "spoiler". Lo contrarío sería traicionar a los creadores de esta película intensa y hasta salvaje y robar a sus espectadores el suspense y misterio de este thriller que en inglés, muy acertadamente, se llama "Fury of a patient man", según se puede leer en alguna de las críticas escritas desde Venecia.
Cuenta Arévalo en esa entrevista que José, el personaje al que da una vida cargada de misterio Antonio de la Torre, está buscando algo que se irá desvelando a lo largo de los intensos 88 minutos de su ópera prima detrás de la cámara. La trama está construida con una maestría que el novel director reconoce haber ido aprendiendo a lo largo de su carrera como actor. Su trayectoria pasa por el Goya que obtuvo con su papel en "Gordos" para continuar en "La isla mínima" y "Los amantes Pasajeros". Antes le vimos convertido en aquel cura malvado llamado Salvador de "Los girasoles ciegos" o el más lejano "Azul oscuro casi negro" en el que ya pudimos descubrir su talento como intérprete.
"Tarde para la ira" es un relato de violencia contenida. Arévalo llevaba 8 años con esta historia en la cabeza. Al fin, el director -también guionista junto a David Pulido- ha sabido desarrollar el argumento y rodarlo de la mano de sus actores convirtiéndola en una película coral. Junto a Antonio de la Torre, vemos a Manolo Solo, a Ruth Díaz en su papel de Ana, la encargada del bar en el que parece haberse instalado la melancólica ira de José, y Luis Callejo, Curro, el novio de Ana que en algún momento saldrá de la cárcel.
Es un elenco bien elegido. Los años de espera de Raúl Arévalo son también los ocho años que lleva José conteniendo su amargura, su dolor y su rabia por un suceso que rompió su vida. En su espera se va acercando a la presa y dirige con cautela sus pasos en su deseo de culminar su venganza. Muy diferente en su ritmo interior el personaje de José a aquel Django desencadenado y otros héroes de Tarantino que hacen ostentación de su frenética violencia. Algo así como Sam Peckinpah con el nervio reflexivo y tórrido del Carlos Saura de "La caza" y "El Séptimo día".
"Tarde para la ira" es también un retrato amargo de ese brusco machismo español de bar de barriada madrileña que proviene, o bien se afinca en el mundo rural y que en la película se traslada a un pueblo de Segovia.
Se estrena en salas comerciales después de haber sido acogida con aplausos y buenas críticas en la sección Horizontes de la Mostra. Opera prima que entra en nuestros cines y en el digno panorama del mejor cine español. Merece permanecer largo tiempo en cartelera.
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La venganza se sirve fría. Así reza el dicho y así fue el largo periplo que recorrió Ulises en su vuelta a Ítaca hasta vengarse de los pretendientes de su amada Penélope. Frío, en apariencia, y en modo espera es el rencor y la furia que guarda en su memoria el protagonista de "Tarde para la ira".
Una vez proyectada esta producción española en la Mostra de Venecia, Raúl Arévalo, el director, concedía a NOTICINE.com una entrevista. Leerla nos permite abordar el argumento de "Tarde para la ira" sin correr el riesgo de desvelar ningún secreto, lo que ahora se llama hacer "spoiler". Lo contrarío sería traicionar a los creadores de esta película intensa y hasta salvaje y robar a sus espectadores el suspense y misterio de este thriller que en inglés, muy acertadamente, se llama "Fury of a patient man", según se puede leer en alguna de las críticas escritas desde Venecia.
Cuenta Arévalo en esa entrevista que José, el personaje al que da una vida cargada de misterio Antonio de la Torre, está buscando algo que se irá desvelando a lo largo de los intensos 88 minutos de su ópera prima detrás de la cámara. La trama está construida con una maestría que el novel director reconoce haber ido aprendiendo a lo largo de su carrera como actor. Su trayectoria pasa por el Goya que obtuvo con su papel en "Gordos" para continuar en "La isla mínima" y "Los amantes Pasajeros". Antes le vimos convertido en aquel cura malvado llamado Salvador de "Los girasoles ciegos" o el más lejano "Azul oscuro casi negro" en el que ya pudimos descubrir su talento como intérprete.
"Tarde para la ira" es un relato de violencia contenida. Arévalo llevaba 8 años con esta historia en la cabeza. Al fin, el director -también guionista junto a David Pulido- ha sabido desarrollar el argumento y rodarlo de la mano de sus actores convirtiéndola en una película coral. Junto a Antonio de la Torre, vemos a Manolo Solo, a Ruth Díaz en su papel de Ana, la encargada del bar en el que parece haberse instalado la melancólica ira de José, y Luis Callejo, Curro, el novio de Ana que en algún momento saldrá de la cárcel.
Es un elenco bien elegido. Los años de espera de Raúl Arévalo son también los ocho años que lleva José conteniendo su amargura, su dolor y su rabia por un suceso que rompió su vida. En su espera se va acercando a la presa y dirige con cautela sus pasos en su deseo de culminar su venganza. Muy diferente en su ritmo interior el personaje de José a aquel Django desencadenado y otros héroes de Tarantino que hacen ostentación de su frenética violencia. Algo así como Sam Peckinpah con el nervio reflexivo y tórrido del Carlos Saura de "La caza" y "El Séptimo día".
"Tarde para la ira" es también un retrato amargo de ese brusco machismo español de bar de barriada madrileña que proviene, o bien se afinca en el mundo rural y que en la película se traslada a un pueblo de Segovia.
Se estrena en salas comerciales después de haber sido acogida con aplausos y buenas críticas en la sección Horizontes de la Mostra. Opera prima que entra en nuestros cines y en el digno panorama del mejor cine español. Merece permanecer largo tiempo en cartelera.
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