Colaboración: Ponga un sueño en su vida
- por © NOTICINE.com
Por Sergio Berrocal
Es muy difícil resistirse a su encanto. Y eso que nada tiene de la Cyd Charisse de las piernas interminables, en nada se parece su voz a la de aquella otra estrella que llamaba a los hombres silbando y ni siquiera luce el mohín gracioso de Marilyn Monroe con sus ojillos de cegata de cine. Cata, por Catalina, como la de Rusia que también inspiró mil amores en la guardia pretoriana de la antesala de su dormitorio, en la imaginación de todos.
Cata no existe, es una ficción, que permite hacer con ella lo que se quiera.
Pero cuando la oyes suplicar un poquito de esperma a tíos guapos y talentosos, porque ella quiera tener un niño para ella sola, lejos de los hombres que la han vejado, bueno, uno, te derrites.
Cata es una abogada que trabaja en un bufete elegante de Bogotá, esa ciudad que casi ninguno de nosotros llegó nunca a comprender. Está rodeada de compañeras y compañeros que se dedican a arreglar los desaguisados de familia que van a parar a los tribunales.
Va de despacho en despacho de sus colegas en busca de comprensión: "¿Me regalarías un poquito de esperma tuyo? Quiero tener un niño yo sola y como tú eres mi amigo…".
Horrorizados los machos la rechazan aunque Cata conquista y revuelca a cualquier hombre. Pero lo suyo es insólito, el despecho de una mala noche de amor que pudo terminar bien pero que fue catastrófica.
Los machitos del bufete, desde el más guapo que viste corbata de punto retro hasta el más mayor y brillante, que recibe en un sillón de ruedas, la adoran pero les parece un tremendismo querer tener un hijo con el tubito del precioso líquido que uno de ellos acceda a darle.
Cata, ya lo he dicho para que no se entusiasmen, no es de este mundo. Pertenece a los sueños del cine, que en forma se serie de calidad titulada "La ley del corazón" nos ha llegado desde Colombia, su lugar de nacimiento y no se sabe si por inseminación artificial.
Pero esa mujer de 1m60, con justos los kilos que permite la elegancia y un porte de reina destronada es la actriz colombiana Lina Fernanda González Tejeiro, de 25 años de edad. Vamos que nada tiene que ver con la patética Cata, que arranca sonrisas, risas y lágrimas en un escenario de comedia de lo más Broadway que pueda imaginarse.
Quizá no es consciente de haber entrado en esa larga lista de enamoramientos cinematográficos que desde que el cine se hizo magia en una sábana blanca nos concierne a todos los espectadores y espectadoras.
Todos, habría que ser muy insensible para no haberlo sentido, nos hemos enamorado alguna vez o más de una de una Judy Garland o de cualquiera de las mujeres que Hollywood fue el primero en enseñarnos a amar, Luego el cine francés nos ofreció otras actrices, otros temperamentos.
El cineasta Claude Lelouch fue padrino de más de uno de esos enamoramientos relámpagos con sus películas llenas de palabras de amor. ¿Quién no recuerda el estribillo de "Un hombre y una mujer"? Todos y todas hemos soltado alguna lagrimita por sus protagonistas, Jean Louis Trintignant pero sobre todo por Anouk Aimée, enigmática aparición en nuestras vidas que probablemente no tuvo la carrera que merecía.
Todos y todas nos hemos enamorados alguna vez de una sombra de la pantalla, de una voz, probablemente la de la gélida Grace Kelly, o la de cualquiera de esas damas que Hollywood nos enseñó a amar como compensación. ¿Y quién no se enamoró nunca de Audrey Hepburn, aunque fuese sin desayuno ni diamantes?
Todos hemos querido poner alguna vez a una Cata en nuestras vidas.
Aunque haya sido solo durante una noche de tele.
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Es muy difícil resistirse a su encanto. Y eso que nada tiene de la Cyd Charisse de las piernas interminables, en nada se parece su voz a la de aquella otra estrella que llamaba a los hombres silbando y ni siquiera luce el mohín gracioso de Marilyn Monroe con sus ojillos de cegata de cine. Cata, por Catalina, como la de Rusia que también inspiró mil amores en la guardia pretoriana de la antesala de su dormitorio, en la imaginación de todos.
Cata no existe, es una ficción, que permite hacer con ella lo que se quiera.
Pero cuando la oyes suplicar un poquito de esperma a tíos guapos y talentosos, porque ella quiera tener un niño para ella sola, lejos de los hombres que la han vejado, bueno, uno, te derrites.
Cata es una abogada que trabaja en un bufete elegante de Bogotá, esa ciudad que casi ninguno de nosotros llegó nunca a comprender. Está rodeada de compañeras y compañeros que se dedican a arreglar los desaguisados de familia que van a parar a los tribunales.
Va de despacho en despacho de sus colegas en busca de comprensión: "¿Me regalarías un poquito de esperma tuyo? Quiero tener un niño yo sola y como tú eres mi amigo…".
Horrorizados los machos la rechazan aunque Cata conquista y revuelca a cualquier hombre. Pero lo suyo es insólito, el despecho de una mala noche de amor que pudo terminar bien pero que fue catastrófica.
Los machitos del bufete, desde el más guapo que viste corbata de punto retro hasta el más mayor y brillante, que recibe en un sillón de ruedas, la adoran pero les parece un tremendismo querer tener un hijo con el tubito del precioso líquido que uno de ellos acceda a darle.
Cata, ya lo he dicho para que no se entusiasmen, no es de este mundo. Pertenece a los sueños del cine, que en forma se serie de calidad titulada "La ley del corazón" nos ha llegado desde Colombia, su lugar de nacimiento y no se sabe si por inseminación artificial.
Pero esa mujer de 1m60, con justos los kilos que permite la elegancia y un porte de reina destronada es la actriz colombiana Lina Fernanda González Tejeiro, de 25 años de edad. Vamos que nada tiene que ver con la patética Cata, que arranca sonrisas, risas y lágrimas en un escenario de comedia de lo más Broadway que pueda imaginarse.
Quizá no es consciente de haber entrado en esa larga lista de enamoramientos cinematográficos que desde que el cine se hizo magia en una sábana blanca nos concierne a todos los espectadores y espectadoras.
Todos, habría que ser muy insensible para no haberlo sentido, nos hemos enamorado alguna vez o más de una de una Judy Garland o de cualquiera de las mujeres que Hollywood fue el primero en enseñarnos a amar, Luego el cine francés nos ofreció otras actrices, otros temperamentos.
El cineasta Claude Lelouch fue padrino de más de uno de esos enamoramientos relámpagos con sus películas llenas de palabras de amor. ¿Quién no recuerda el estribillo de "Un hombre y una mujer"? Todos y todas hemos soltado alguna lagrimita por sus protagonistas, Jean Louis Trintignant pero sobre todo por Anouk Aimée, enigmática aparición en nuestras vidas que probablemente no tuvo la carrera que merecía.
Todos y todas nos hemos enamorados alguna vez de una sombra de la pantalla, de una voz, probablemente la de la gélida Grace Kelly, o la de cualquiera de esas damas que Hollywood nos enseñó a amar como compensación. ¿Y quién no se enamoró nunca de Audrey Hepburn, aunque fuese sin desayuno ni diamantes?
Todos hemos querido poner alguna vez a una Cata en nuestras vidas.
Aunque haya sido solo durante una noche de tele.
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