Colaboración: "La Cremá" de los Goya en Valencia
- por © NOTICINE.com
Por Carolina G. Guerrero
Valencia fue el escenario de la 36ª edición de los Premios Goya de cine y, en lo que se refiere al marco elegido, el Palau de les Arts, no fue una buena elección, con un aforo muy limitado y sin espacio adecuado para los cámaras que retransmitían la gala, en tiempos de pandemia. Además, se dieron muchos despropósitos, como el que los invitados estuvieran sentados sin separación y que se limitara a prensa, televisiones y reporteros en una alfombra roja casi inexistente.
Está claro que esta nueva moda de galas itinerantes no siempre es acertada; suponemos que la academia se ahorra una buena suma, que corre a cargo de la comunidad que las acoge, pero esta vez no ha funcionado. Sí que lo hizo, más o menos, aunque también con algunas limitaciones lógicas, en Málaga en el 2020, y sin presencia en el 2021, de la mano de Antonio Banderas, que nos brindó una de las galas más elegantes y dignas de toda su historia. No ha sido el caso de Valencia: una gala sin presentador tiene ya un hándicap importante, sin un guion donde sostenerse, captar la atención de los espectadores y entretener, en el evento más relevante del cine patrio.
Carmen Machi hizo una breve presentación y después comenzó "el espectáculo": una coreografía con la canción "Libre" de Nino Bravo de fondo, bastante patética y con una puesta en escena deplorable, una lastima. Es palpable que hay muchas cosas que se intentan copiar de los premios que se entregan en Hollywood, cuando se debería aprender de un compatriota como Antonio Banderas, que dejó el listón altísimo, y que en esta gala ha bajado a la altura del lodo, porque, si había algún tipo de guion aparente en las intervenciones de los entregadores, este dejaba muchísimo que desear, lo mismo que los escasos sketches que no tuvieron gracia alguna.
Las intervenciones musicales, sin sentido en lo que se refiere a la temática cinematográfica, la reaparición de Joaquín Sabina, que no sabemos qué hacia allí, acompañado de Leiva a la guitarra, lo mismo que el tema interpretado por Rita Payés y C. Tangana, con mal sonido, según mi opinión, estaban fuera de lugar. ¿No hubiese sido más coherente que la canción ganadora al Goya hubiera brillado en la gala? Maria José Llergo podía haber interpretado el bellísimo tema "Te espera el mar", que sonaba desgarrador en la cinta "Mediterráneo". ¿Era tan difícil, teniendo ahí mismo a la intérprete?
Luz Casal fue la encargada de amenizar el duro momento del "In memóriam", con el tema "Negra sombra", que ponía los pelos de punta.
Señores de la Academia, aprendan de sus errores y, si tienen que mirar al pasado en cuestión de galas, ya que cualquier tiempo pasado fue mejor, háganlo, y recuerden los monólogos de Dani Rovira, o las presentaciones de la desaparecida Rosa Maria Sardá, o de Buenafuente. Si van a innovar, cúrrenselo un poco más, tenemos talento suficiente en este país como para llenar una gala de premios del cine con más gracia y dignidad.
Algo que brilló incomprensiblemente por su ausencia fue el homenaje a Berlanga, utilizado como una excusa para la ubicación del evento, pero no para inspirar su contenido. El homenaje quedó huérfano, tenían ustedes material de sobra para haber combinado actuaciones y presentaciones aludiendo al cine de su ilustre paisano.
Solo hubo algún momento que se salvó de la "Cremá": el discurso de algunos de los premiados, como el de Blanca Portillo, emocionante y empático; el de Javier Bardem, que hizo gala del amor a los suyos, y, por supuesto, el discurso del genial José Sacristán, tan lorquiano y bello como su manera de interpretar, sin olvidarnos del gran momento de la entrega del primer Goya internacional a Cate Blanchett, que recibió de manos de nuestros más internacionales exponentes cinematográficos, un Almodóvar despreciado en las nominaciones y en los premios, y una Penélope Cruz exultante, a la espera de los próximos premios Oscar. Blanchett deslumbró por su elegancia, su estilo maravilloso, su glamour y su sencillez y cercanía. Fue una suerte poder contar con su presencia.
León de Aranoa fue el gran y merecido triunfador de la noche, con la mejor película del panorama del pasado año, aunque algunas cintas que lo merecían se quedaron fuera.
Se ha escuchado que la próxima gala de los Goya podría repetir como lugar de encuentro Valencia. Esperemos que solo sea solo un rumor y la Academia tenga en cuenta el buen desarrollo de la misma, tanto para su lucimiento como para que los medios de comunicación tengan acceso a ella, como es de recibo. Mientras tanto, no dejen de ir al cine.
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Valencia fue el escenario de la 36ª edición de los Premios Goya de cine y, en lo que se refiere al marco elegido, el Palau de les Arts, no fue una buena elección, con un aforo muy limitado y sin espacio adecuado para los cámaras que retransmitían la gala, en tiempos de pandemia. Además, se dieron muchos despropósitos, como el que los invitados estuvieran sentados sin separación y que se limitara a prensa, televisiones y reporteros en una alfombra roja casi inexistente.
Está claro que esta nueva moda de galas itinerantes no siempre es acertada; suponemos que la academia se ahorra una buena suma, que corre a cargo de la comunidad que las acoge, pero esta vez no ha funcionado. Sí que lo hizo, más o menos, aunque también con algunas limitaciones lógicas, en Málaga en el 2020, y sin presencia en el 2021, de la mano de Antonio Banderas, que nos brindó una de las galas más elegantes y dignas de toda su historia. No ha sido el caso de Valencia: una gala sin presentador tiene ya un hándicap importante, sin un guion donde sostenerse, captar la atención de los espectadores y entretener, en el evento más relevante del cine patrio.
Carmen Machi hizo una breve presentación y después comenzó "el espectáculo": una coreografía con la canción "Libre" de Nino Bravo de fondo, bastante patética y con una puesta en escena deplorable, una lastima. Es palpable que hay muchas cosas que se intentan copiar de los premios que se entregan en Hollywood, cuando se debería aprender de un compatriota como Antonio Banderas, que dejó el listón altísimo, y que en esta gala ha bajado a la altura del lodo, porque, si había algún tipo de guion aparente en las intervenciones de los entregadores, este dejaba muchísimo que desear, lo mismo que los escasos sketches que no tuvieron gracia alguna.
Las intervenciones musicales, sin sentido en lo que se refiere a la temática cinematográfica, la reaparición de Joaquín Sabina, que no sabemos qué hacia allí, acompañado de Leiva a la guitarra, lo mismo que el tema interpretado por Rita Payés y C. Tangana, con mal sonido, según mi opinión, estaban fuera de lugar. ¿No hubiese sido más coherente que la canción ganadora al Goya hubiera brillado en la gala? Maria José Llergo podía haber interpretado el bellísimo tema "Te espera el mar", que sonaba desgarrador en la cinta "Mediterráneo". ¿Era tan difícil, teniendo ahí mismo a la intérprete?
Luz Casal fue la encargada de amenizar el duro momento del "In memóriam", con el tema "Negra sombra", que ponía los pelos de punta.
Señores de la Academia, aprendan de sus errores y, si tienen que mirar al pasado en cuestión de galas, ya que cualquier tiempo pasado fue mejor, háganlo, y recuerden los monólogos de Dani Rovira, o las presentaciones de la desaparecida Rosa Maria Sardá, o de Buenafuente. Si van a innovar, cúrrenselo un poco más, tenemos talento suficiente en este país como para llenar una gala de premios del cine con más gracia y dignidad.
Algo que brilló incomprensiblemente por su ausencia fue el homenaje a Berlanga, utilizado como una excusa para la ubicación del evento, pero no para inspirar su contenido. El homenaje quedó huérfano, tenían ustedes material de sobra para haber combinado actuaciones y presentaciones aludiendo al cine de su ilustre paisano.
Solo hubo algún momento que se salvó de la "Cremá": el discurso de algunos de los premiados, como el de Blanca Portillo, emocionante y empático; el de Javier Bardem, que hizo gala del amor a los suyos, y, por supuesto, el discurso del genial José Sacristán, tan lorquiano y bello como su manera de interpretar, sin olvidarnos del gran momento de la entrega del primer Goya internacional a Cate Blanchett, que recibió de manos de nuestros más internacionales exponentes cinematográficos, un Almodóvar despreciado en las nominaciones y en los premios, y una Penélope Cruz exultante, a la espera de los próximos premios Oscar. Blanchett deslumbró por su elegancia, su estilo maravilloso, su glamour y su sencillez y cercanía. Fue una suerte poder contar con su presencia.
León de Aranoa fue el gran y merecido triunfador de la noche, con la mejor película del panorama del pasado año, aunque algunas cintas que lo merecían se quedaron fuera.
Se ha escuchado que la próxima gala de los Goya podría repetir como lugar de encuentro Valencia. Esperemos que solo sea solo un rumor y la Academia tenga en cuenta el buen desarrollo de la misma, tanto para su lucimiento como para que los medios de comunicación tengan acceso a ella, como es de recibo. Mientras tanto, no dejen de ir al cine.
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