Tomás Alzamora, campeón de la taquilla chilena en 2025, espera tener más facilidades para hacer su próximo film
- por © Corresponsal (Chile)-NOTICINE.com
El camino desde una idea local hasta la cartelera nacional suele estar lleno de obstáculos, especialmente para el cine chileno. Pero en 2025, una película sobre una disputa gastronómica logró sortearlos de manera inesperada. "Denominación de origen", el segundo largometraje de Tomás Alzamora, se convirtió en la película chilena del año, atrayendo a más de cien mil espectadores a las salas. Ahora, su esperanza es tener mejores -y más rápidas- oportunidades para hacer la tercera: "Me gustaría tratar de filmar otra película, no tener que volver a esperar seis, siete años".
Inspirado en el Movimiento Social por la Longaniza de San Carlos —que en 2018 protestó cuando el INAPI le otorgó a Chillán la denominación de origen de la "Mejor Longaniza de Chile"—, el film combina ficción y documental en un formato de falso documental. Rodada íntegramente en San Carlos, la localidad natal de Alzamora, la cinta emplea actores naturales de la región para relatar una historia que oscila entre lo absurdo y lo conmovedor, siguiendo a un grupo de sancarlinos que forman un movimiento social tras ser excluidos de un concurso gastronómico.
Personajes como Luisa, DJ Fuego o el Tío Lelo, interpretados por vecinos sin experiencia actoral, se transformaron en figuras reconocidas. "Estamos asombrados por cómo el público se ha puesto la camiseta", comentó Alzamora. "Mucha gente se quedó fuera de las salas, así que reprogramamos funciones. Esperamos que esto permita mantenerla en cartelera", dijo el cineasta a The Clinic.
El éxito no fue completamente sorpresivo para su equipo de distribución. Gabriela Sandoval, de Storyboard Media, recordó la conexión anticipada con el público: "Las funciones en festivales como Valdivia —donde ganó Premio del Público y del Jurado— o Iquique ya mostraban su potencial. Es una comedia que refleja un Chile profundo".
La película, que también se llevó el premio al mejor guion en el Festival de Cine de Lima y el galardón a la dirección en el Bafici de Argentina, navega entre el humor y una crítica social sutil. Aunque la trama se centra en una lucha por embutidos, retrata temas como el desprecio al esfuerzo colectivo y las tensiones entre comunidades.
Para Alzamora, el año estuvo marcado por un contacto directo y emotivo con quienes vieron su trabajo. Al ser consultado por el momento que resumiría su 2025, respondió: "Creo que estrenar la peli. Pero así, en momento específico, era cuando nos íbamos con la Lucha, con el tío Lelo, a la salida de las salas los fines de semana, y nos encontramos de frente con la gente saliendo del cine. Ver sus caras llenas de alegría, llenas de sorpresa, de emoción, gente llorando, gente riendo, que las 200 personas que estaban en la sala, se quedaban a sacarse fotos con los personajes. Me quedo con ese momento, que fue muy enriquecedor, me llenó el alma de alegría, de felicidad, de ver a los personajes, de ver a la gente".
Este reconocimiento público, sin embargo, no ha alterado su día a día de manera drástica. Sobre cómo lidia con la exposición, el director señaló: "No ha habido tanta exposición. A ver: igual, me pasó este año, a diferencia de los otros, que vas en el metro, en la micro, caminando por la calle, y te dicen ‘¡buena, mansa película!’, y todo. Pero nada, lo disfruté. Tampoco soy famoso, ni nada, pero he sentido más el cariño en la gente. No cambia nada mucho. Yo sigo normal, yo no hago cine para ser famoso, hago cine para poder estar bien conmigo mismo, para estar feliz, para liberar mis demonios".
Entre lo que más valoró en el ámbito cultural del año, destacó un fenómeno local. "Lo del Tiny Desk de 31 minutos. Lo vi, me llenó de orgullo y dije ‘qué referentes, qué grande cabros’. Siendo amigos, con sus ideas, con su propia metodología, con su propio sistema, llegaron tan lejos y todo el mundo amándolo. Me parecen un ejemplo, ellos perseveraron tanto haciendo su locura y lo lograron. Se pueden hacer cosas independientes, originales, de calidad, con sentido. Me gustaría llegar ahí a algún lugar, sobre todo como la gente los ama, como los adora, eso es muy lindo".
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Mirando hacia el próximo año, sus planes están teñidos por la realidad inestable de su oficio. "Creo que fue un buen año. Un lindo año que me regaló la vida, siento que se están cosechando todo lo que hemos sembrado", reflexionó. "Y nada, creo que tratar de encontrar estabilidad en la inestabilidad del arte y de la cultura en Chile, que es muy duro. Nunca sabes si va a llegar a fin de mes. Me gustaría tratar de filmar otra película, no tener que volver a esperar seis, siete años. Y nada, ser cada día más feliz, cada día estar mejor, más tranquilo, que mi gente esté bien también. También qué la cultura chilena esté bien. Lo merecemos no solamente los artistas, sino que todos sus beneficiarios".
La frase final de la película, "Es una película", dicha por el propio Alzamora en pantalla, sintetiza el espíritu de un trabajo que no buscó dar soluciones grandilocuentes, sino mostrar a personas comunes. Su éxito en taquilla sugiere que, a veces, esa modestia es exactamente lo que el público espera encontrar.
Inspirado en el Movimiento Social por la Longaniza de San Carlos —que en 2018 protestó cuando el INAPI le otorgó a Chillán la denominación de origen de la "Mejor Longaniza de Chile"—, el film combina ficción y documental en un formato de falso documental. Rodada íntegramente en San Carlos, la localidad natal de Alzamora, la cinta emplea actores naturales de la región para relatar una historia que oscila entre lo absurdo y lo conmovedor, siguiendo a un grupo de sancarlinos que forman un movimiento social tras ser excluidos de un concurso gastronómico.
Personajes como Luisa, DJ Fuego o el Tío Lelo, interpretados por vecinos sin experiencia actoral, se transformaron en figuras reconocidas. "Estamos asombrados por cómo el público se ha puesto la camiseta", comentó Alzamora. "Mucha gente se quedó fuera de las salas, así que reprogramamos funciones. Esperamos que esto permita mantenerla en cartelera", dijo el cineasta a The Clinic.
El éxito no fue completamente sorpresivo para su equipo de distribución. Gabriela Sandoval, de Storyboard Media, recordó la conexión anticipada con el público: "Las funciones en festivales como Valdivia —donde ganó Premio del Público y del Jurado— o Iquique ya mostraban su potencial. Es una comedia que refleja un Chile profundo".
La película, que también se llevó el premio al mejor guion en el Festival de Cine de Lima y el galardón a la dirección en el Bafici de Argentina, navega entre el humor y una crítica social sutil. Aunque la trama se centra en una lucha por embutidos, retrata temas como el desprecio al esfuerzo colectivo y las tensiones entre comunidades.
Para Alzamora, el año estuvo marcado por un contacto directo y emotivo con quienes vieron su trabajo. Al ser consultado por el momento que resumiría su 2025, respondió: "Creo que estrenar la peli. Pero así, en momento específico, era cuando nos íbamos con la Lucha, con el tío Lelo, a la salida de las salas los fines de semana, y nos encontramos de frente con la gente saliendo del cine. Ver sus caras llenas de alegría, llenas de sorpresa, de emoción, gente llorando, gente riendo, que las 200 personas que estaban en la sala, se quedaban a sacarse fotos con los personajes. Me quedo con ese momento, que fue muy enriquecedor, me llenó el alma de alegría, de felicidad, de ver a los personajes, de ver a la gente".
Este reconocimiento público, sin embargo, no ha alterado su día a día de manera drástica. Sobre cómo lidia con la exposición, el director señaló: "No ha habido tanta exposición. A ver: igual, me pasó este año, a diferencia de los otros, que vas en el metro, en la micro, caminando por la calle, y te dicen ‘¡buena, mansa película!’, y todo. Pero nada, lo disfruté. Tampoco soy famoso, ni nada, pero he sentido más el cariño en la gente. No cambia nada mucho. Yo sigo normal, yo no hago cine para ser famoso, hago cine para poder estar bien conmigo mismo, para estar feliz, para liberar mis demonios".
Entre lo que más valoró en el ámbito cultural del año, destacó un fenómeno local. "Lo del Tiny Desk de 31 minutos. Lo vi, me llenó de orgullo y dije ‘qué referentes, qué grande cabros’. Siendo amigos, con sus ideas, con su propia metodología, con su propio sistema, llegaron tan lejos y todo el mundo amándolo. Me parecen un ejemplo, ellos perseveraron tanto haciendo su locura y lo lograron. Se pueden hacer cosas independientes, originales, de calidad, con sentido. Me gustaría llegar ahí a algún lugar, sobre todo como la gente los ama, como los adora, eso es muy lindo".
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Mirando hacia el próximo año, sus planes están teñidos por la realidad inestable de su oficio. "Creo que fue un buen año. Un lindo año que me regaló la vida, siento que se están cosechando todo lo que hemos sembrado", reflexionó. "Y nada, creo que tratar de encontrar estabilidad en la inestabilidad del arte y de la cultura en Chile, que es muy duro. Nunca sabes si va a llegar a fin de mes. Me gustaría tratar de filmar otra película, no tener que volver a esperar seis, siete años. Y nada, ser cada día más feliz, cada día estar mejor, más tranquilo, que mi gente esté bien también. También qué la cultura chilena esté bien. Lo merecemos no solamente los artistas, sino que todos sus beneficiarios".
La frase final de la película, "Es una película", dicha por el propio Alzamora en pantalla, sintetiza el espíritu de un trabajo que no buscó dar soluciones grandilocuentes, sino mostrar a personas comunes. Su éxito en taquilla sugiere que, a veces, esa modestia es exactamente lo que el público espera encontrar.
