Crítica: "Sangre en la boca", con el foco fuera del ring
- por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
Por Rolando Gallego
En "Sangre en la boca" (2016), su segundo largometraje de ficción, el director Hernán Belón ("El campo") compone un retrato vívido sobre el submundo del boxeo, en el que prima una mirada nostálgica que emula a clásicos del género, pero que también aporta su visión sobre el auge y caída de un boxeador a punto de retirarse.
Ramón (Leonardo Sbaraglia), eufórico tras obtener el título latinoamericano, conoce en el gimnasio a una joven recién llegada del interior llamada Débora (Eva de Dominicci), mientras comienza a gestionar un negocio familiar de venta de productos deportivos junto a su mujer (Erica Banchi) pensando en su retiro. La necesidad de un urgente cambio obliga al boxeador a aceptar una serie de peleas que supuestamente revitalizarían el ocaso de su carrera, promovidas por un intendente sin escrúpulos (Osmar Núñez). En el camino Ramón pierda a su familia, sus amigos, y la lealtad de su entrenador (Claudio Rissi), cegado por demostrarle a Débora su vigencia y que aún puede formarla en el boxeo.
Hernán Belón captura la pasión desenfrenada que brota entre Ramón y Débora, con planos hoscos y sucios de cada encuentro denotando un sexo crudo, como si se tratara de una pelea en un ring marcada por quién golpea primero. Pero también dichas escenas resultan incómodas, con el sexo hecho en la clandestinidad, con bronca, sin el menor atisbo de amor, en cualquier momento libre que Ramón encuentra para escaparse de su hogar.
"Sangre en la boca" (2015) se detiene más en las escenas jugadas de sexo que en la loa al deportista, con una mirada extraña sobre algunas situaciones y mucho empeño por narrar algo más que una "calentura”. Pero se queda sólo en una anécdota bien facturada y encorsetada sobre el boxeo y los hombres que lo practican, con sus pasiones, amores y desamores.
Párrafo aparte merece Leonardo Sbaraglia, un camaleón a quién le creemos todo -aquí no es la excepción- que nos tiene acostumbrados película tras película, a meterse de lleno en otros mundos. Su interpretación de un boxeador en su ocaso nos "duele”, algo común al género. El resto del elenco acompaña correctamente, ofreciendo actuaciones contenidas y, en algunos casos, un tanto estereotipadas.
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En "Sangre en la boca" (2016), su segundo largometraje de ficción, el director Hernán Belón ("El campo") compone un retrato vívido sobre el submundo del boxeo, en el que prima una mirada nostálgica que emula a clásicos del género, pero que también aporta su visión sobre el auge y caída de un boxeador a punto de retirarse.
Ramón (Leonardo Sbaraglia), eufórico tras obtener el título latinoamericano, conoce en el gimnasio a una joven recién llegada del interior llamada Débora (Eva de Dominicci), mientras comienza a gestionar un negocio familiar de venta de productos deportivos junto a su mujer (Erica Banchi) pensando en su retiro. La necesidad de un urgente cambio obliga al boxeador a aceptar una serie de peleas que supuestamente revitalizarían el ocaso de su carrera, promovidas por un intendente sin escrúpulos (Osmar Núñez). En el camino Ramón pierda a su familia, sus amigos, y la lealtad de su entrenador (Claudio Rissi), cegado por demostrarle a Débora su vigencia y que aún puede formarla en el boxeo.
Hernán Belón captura la pasión desenfrenada que brota entre Ramón y Débora, con planos hoscos y sucios de cada encuentro denotando un sexo crudo, como si se tratara de una pelea en un ring marcada por quién golpea primero. Pero también dichas escenas resultan incómodas, con el sexo hecho en la clandestinidad, con bronca, sin el menor atisbo de amor, en cualquier momento libre que Ramón encuentra para escaparse de su hogar.
"Sangre en la boca" (2015) se detiene más en las escenas jugadas de sexo que en la loa al deportista, con una mirada extraña sobre algunas situaciones y mucho empeño por narrar algo más que una "calentura”. Pero se queda sólo en una anécdota bien facturada y encorsetada sobre el boxeo y los hombres que lo practican, con sus pasiones, amores y desamores.
Párrafo aparte merece Leonardo Sbaraglia, un camaleón a quién le creemos todo -aquí no es la excepción- que nos tiene acostumbrados película tras película, a meterse de lleno en otros mundos. Su interpretación de un boxeador en su ocaso nos "duele”, algo común al género. El resto del elenco acompaña correctamente, ofreciendo actuaciones contenidas y, en algunos casos, un tanto estereotipadas.
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