Crítica: "Que Dios nos perdone", un thriller poco convencional
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Por Lucía Villalón Serrano
Antonio de la Torre y Roberto Alamo protagonizan con maestría el tercer largometraje de Rodrigo Soroyen, " Que Dios nos perdone" , un thriller ambientado en el centro de Madrid durante el verano de 2011. La crisis económica, el Movimiento 15-M y un millón y medio de peregrinos que esperan la llegada del Papa, conviven en un Madrid más caluroso y caótico que nunca. En este contexto, los policías Alfaro y Velarde deben encontrar a lo que parece ser un asesino en serie cuanto antes y sin hacer ruido.
Aparentemente contrarios, los protagonistas se van dando cuenta con el transcurso de los acontecimientos, que no son tan diferentes del asesino al que tanto intentan dar caza. A través de esa misma búsqueda, ambos se encuentran a sí mismos, y se comprenden el uno al otro. A medida que evoluciona el film, Alfaro y Velarde van disminuyendo sus diferencias y convirtiéndose en mejores personas.
La capital española funciona como el centro neurálgico en el que se desarrolla toda la trama de la película. Sin embargo, no vemos, en " Que dios nos perdone" el Madrid cosmopolita que suele estar representado en el cine, sino un Madrid de asfixiante calor, sumido en el caos proveniente del 15-M y las católicas Jornadas Mundiales de la Juventud. La capital española, abarrotada hasta los topes de gente, basura, miseria, manteros, prostitutas y brutalidad policial, funciona como la olla a presión en la que los personajes tendrán que hacer verdaderos esfuerzos para no acabar escaldados.
El film provoca una sensación constante de ligera ansiedad –casi como si el tiempo apremiara al espectador como lo hace con los protagonistas-, sentimiento acentuado gracias a los largos planos de cámara en mano que se suceden de manera continuada. Los primerísimos primeros planos de los personajes provocan una identificación instantánea del espectador con el malestar y la preocupación que sienten Alfaro y Velarde; una preocupación que va desde la resolución del caso hasta encauzar el rumbo de sus desestabilizadas vidas. La música, escasísima, apoya el resto de elementos formales que componen el film. Apenas escuchamos sonidos extradiegéticos, que aparecen exclusivamente en escenas de acción, incrementando la tensión a niveles estratosféricos.
Desagradable hasta la náusea en algunas escenas, excesivamente violentas, " Que dios nos perdone" es un reflejo de la sociedad actual –rápida, caótica-, que muestra la soledad de los individuos perdidos en la multitud.
Antonio de la Torre y Roberto Alamo protagonizan con maestría el tercer largometraje de Rodrigo Soroyen, " Que Dios nos perdone" , un thriller ambientado en el centro de Madrid durante el verano de 2011. La crisis económica, el Movimiento 15-M y un millón y medio de peregrinos que esperan la llegada del Papa, conviven en un Madrid más caluroso y caótico que nunca. En este contexto, los policías Alfaro y Velarde deben encontrar a lo que parece ser un asesino en serie cuanto antes y sin hacer ruido.
Aparentemente contrarios, los protagonistas se van dando cuenta con el transcurso de los acontecimientos, que no son tan diferentes del asesino al que tanto intentan dar caza. A través de esa misma búsqueda, ambos se encuentran a sí mismos, y se comprenden el uno al otro. A medida que evoluciona el film, Alfaro y Velarde van disminuyendo sus diferencias y convirtiéndose en mejores personas.
La capital española funciona como el centro neurálgico en el que se desarrolla toda la trama de la película. Sin embargo, no vemos, en " Que dios nos perdone" el Madrid cosmopolita que suele estar representado en el cine, sino un Madrid de asfixiante calor, sumido en el caos proveniente del 15-M y las católicas Jornadas Mundiales de la Juventud. La capital española, abarrotada hasta los topes de gente, basura, miseria, manteros, prostitutas y brutalidad policial, funciona como la olla a presión en la que los personajes tendrán que hacer verdaderos esfuerzos para no acabar escaldados.
El film provoca una sensación constante de ligera ansiedad –casi como si el tiempo apremiara al espectador como lo hace con los protagonistas-, sentimiento acentuado gracias a los largos planos de cámara en mano que se suceden de manera continuada. Los primerísimos primeros planos de los personajes provocan una identificación instantánea del espectador con el malestar y la preocupación que sienten Alfaro y Velarde; una preocupación que va desde la resolución del caso hasta encauzar el rumbo de sus desestabilizadas vidas. La música, escasísima, apoya el resto de elementos formales que componen el film. Apenas escuchamos sonidos extradiegéticos, que aparecen exclusivamente en escenas de acción, incrementando la tensión a niveles estratosféricos.
Desagradable hasta la náusea en algunas escenas, excesivamente violentas, " Que dios nos perdone" es un reflejo de la sociedad actual –rápida, caótica-, que muestra la soledad de los individuos perdidos en la multitud.