Crítica: "Al desierto", la inquietud de la compañía
- por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
Por Emiliano Basile
Ulises Rosell ("El descanso") realiza en su tercera película de ficción, "Al desierto" (2017), una historia de estructura simple pero de visón compleja. Una película de dos personajes perdidos en la inmensidad del desierto patagónico que no cae en resoluciones fáciles a la hora de desarrollar el argumento.
Julia (Valentina Bassi) trabaja en un Casino de Comodoro Rivadavia. Su sueldo apenas le alcanza para pagar el alquiler y, cuando el cliente Gwynfor (Jorge Sesán) le ofrece un mejor puesto en una petrolera, no duda ir con él a una entrevista de trabajo. A bordo de la camioneta del muchacho se alejan de la civilización y la paranoia se apodera de ella ¿la va a violar? ¿le quiere hacer daño? ¿o simplemente ayudarla? De manera inteligente Rosell trasmite estos dilemas al espectador para que oficie de juez.
"Al desierto" (2017) se distancia de películas similares como "La montaña entre nosotros / Más allá de la montaña / The Mountain Between Us" (2017), con el amor en situaciones extremas, o "El invierno" (2016), con el western de supervivencia patagónico. Lo hace porque su planteo es aún de mayor profundidad al explorar la psiquis de sus personajes y empujarlos a necesidades básicas que los obligan a reaccionar instintivamente. Aparece el escenario rústico y cruel del desierto y la desesperación pone en jaque la capacidad de comprensión del otro.
Los personajes se manejan entre los buenos modales culturales y el instinto de supervivencia. Los intereses individuales priman sobre las circunstancias ante la adversidad: se necesitan mutuamente pero tienen motivaciones diferentes y deben elegir, algunas veces en conjunto, otras en soledad. Habrá momentos en que se apoyen y otros en donde la traición estará al borde de consumarse.
Su documental "El etnógrafo" (2012) sugería la imposibilidad de incomprensión de un ser humano hacia otro. Las diferentes culturas y anhelos personales superaban la formación intelectual de un personaje sobre los otros. Esa misma línea trabaja en "Al desierto" con una historia mínima y extrema: una road movie por el desierto patagónico, con tintes policiacos y de western, cuyos personajes deben tomar decisiones determinantes. En ellas exponen su forma de ser, mirada de mundo, miedos y anhelos. En definitiva, sus instintos más básicos.
"Al desierto" es una película de lectura sencilla pero repleta de capas de significado. Basta con ver cada acción para preguntarse qué haría uno en cada momento. Interrogantes que se multiplican y lejos de dar respuestas abren otros y nos invitan a la reflexión acerca del comportamiento humano.
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Ulises Rosell ("El descanso") realiza en su tercera película de ficción, "Al desierto" (2017), una historia de estructura simple pero de visón compleja. Una película de dos personajes perdidos en la inmensidad del desierto patagónico que no cae en resoluciones fáciles a la hora de desarrollar el argumento.
Julia (Valentina Bassi) trabaja en un Casino de Comodoro Rivadavia. Su sueldo apenas le alcanza para pagar el alquiler y, cuando el cliente Gwynfor (Jorge Sesán) le ofrece un mejor puesto en una petrolera, no duda ir con él a una entrevista de trabajo. A bordo de la camioneta del muchacho se alejan de la civilización y la paranoia se apodera de ella ¿la va a violar? ¿le quiere hacer daño? ¿o simplemente ayudarla? De manera inteligente Rosell trasmite estos dilemas al espectador para que oficie de juez.
"Al desierto" (2017) se distancia de películas similares como "La montaña entre nosotros / Más allá de la montaña / The Mountain Between Us" (2017), con el amor en situaciones extremas, o "El invierno" (2016), con el western de supervivencia patagónico. Lo hace porque su planteo es aún de mayor profundidad al explorar la psiquis de sus personajes y empujarlos a necesidades básicas que los obligan a reaccionar instintivamente. Aparece el escenario rústico y cruel del desierto y la desesperación pone en jaque la capacidad de comprensión del otro.
Los personajes se manejan entre los buenos modales culturales y el instinto de supervivencia. Los intereses individuales priman sobre las circunstancias ante la adversidad: se necesitan mutuamente pero tienen motivaciones diferentes y deben elegir, algunas veces en conjunto, otras en soledad. Habrá momentos en que se apoyen y otros en donde la traición estará al borde de consumarse.
Su documental "El etnógrafo" (2012) sugería la imposibilidad de incomprensión de un ser humano hacia otro. Las diferentes culturas y anhelos personales superaban la formación intelectual de un personaje sobre los otros. Esa misma línea trabaja en "Al desierto" con una historia mínima y extrema: una road movie por el desierto patagónico, con tintes policiacos y de western, cuyos personajes deben tomar decisiones determinantes. En ellas exponen su forma de ser, mirada de mundo, miedos y anhelos. En definitiva, sus instintos más básicos.
"Al desierto" es una película de lectura sencilla pero repleta de capas de significado. Basta con ver cada acción para preguntarse qué haría uno en cada momento. Interrogantes que se multiplican y lejos de dar respuestas abren otros y nos invitan a la reflexión acerca del comportamiento humano.
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