Crítica: "El kiosco", nostalgia sin riesgo
- por © Edurne Sarriegui -NOTICINE.com
Por Edurne Sarriegui
El argentino Pablo Gonzalo Pérez estrena su primer largometraje, “El kiosco” (2019), una comedia costumbrista que se permite una mirada jocosa sobre la permanente crisis argentina mientras que, un poco más en serio, pone a su protagonista ante un dilema moral.
Mariano (Pablo Echarri) tiene más de cuarenta años, una familia feliz y un trabajo que además de proporcionarle el sustento le aburre mortalmente. La rutina diaria, la falta de alicientes profesionales y el arduo traslado cotidiano en el tránsito enloquecedor de Buenos Aires, le hacen considerar la posibilidad de convertirse en cuentapropista. Cuando su empresa le ofrece acogerse a un retiro voluntario y recibir una indemnización, ve la oportunidad de hacer realidad su sueño comprando el kiosco del barrio de su infancia.
Vale aclarar que este tipo de comercio en Argentina es el que vende principalmente chucherías, artículos de librería, fotocopias, algún juguete, comidas livianas y bebidas. Por lo general en ellos se pueden encontrar todos los objetos de deseo de los niños y su recuerdo suele interpelar a la nostalgia. Es por ello que Mariano, cuando se entera de que el kiosco de Don Irriaga (Mario Alarcón) está en venta, no puede evitar pensar que será un buen negocio y le permitirá tener la vida tranquila del viejo barrio.
Con el apoyo de su familia, todos sus ahorros y un préstamo de su suegra, iniciará su aventura empresarial. Él desconoce que la calle donde está situado el negocio será cerrada por la construcción de un túnel y la afluencia de clientes se verá mermada considerablemente.
Pablo G. Pérez, además de plantear las dificultades económicas de este sufrido país, pone en evidencia desde el principio una serie de pequeños actos de corrupción, casi insignificantes, pero naturalizados entre la mayoría. Por eso no resulta extraño que el anterior propietario del kiosco haya omitido a Mariano la nueva situación que se concretará en pocas semanas.
Esta circunstancia pone a Mariano en riesgo de perderlo todo, no solo sus bienes materiales sino también a su familia. Y lo colocará en la difícil situación de considerar que su salvación está en cometer alguno de esos actos deshonestos que reprueba.
La cinta no evita abundantes estereotipos y encuentra su parte más efectiva en la parte cómica -a cargo de Roly Serrano y Georgina Barbarrosa- sobre el costado dramático y emocional.
“El kiosco” es un film bastante irregular que no arriesga demasiado. Ofrece un entretenimiento liviano y bastante intrascendente a pesar de los planteos morales que propone.
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El argentino Pablo Gonzalo Pérez estrena su primer largometraje, “El kiosco” (2019), una comedia costumbrista que se permite una mirada jocosa sobre la permanente crisis argentina mientras que, un poco más en serio, pone a su protagonista ante un dilema moral.
Mariano (Pablo Echarri) tiene más de cuarenta años, una familia feliz y un trabajo que además de proporcionarle el sustento le aburre mortalmente. La rutina diaria, la falta de alicientes profesionales y el arduo traslado cotidiano en el tránsito enloquecedor de Buenos Aires, le hacen considerar la posibilidad de convertirse en cuentapropista. Cuando su empresa le ofrece acogerse a un retiro voluntario y recibir una indemnización, ve la oportunidad de hacer realidad su sueño comprando el kiosco del barrio de su infancia.
Vale aclarar que este tipo de comercio en Argentina es el que vende principalmente chucherías, artículos de librería, fotocopias, algún juguete, comidas livianas y bebidas. Por lo general en ellos se pueden encontrar todos los objetos de deseo de los niños y su recuerdo suele interpelar a la nostalgia. Es por ello que Mariano, cuando se entera de que el kiosco de Don Irriaga (Mario Alarcón) está en venta, no puede evitar pensar que será un buen negocio y le permitirá tener la vida tranquila del viejo barrio.
Con el apoyo de su familia, todos sus ahorros y un préstamo de su suegra, iniciará su aventura empresarial. Él desconoce que la calle donde está situado el negocio será cerrada por la construcción de un túnel y la afluencia de clientes se verá mermada considerablemente.
Pablo G. Pérez, además de plantear las dificultades económicas de este sufrido país, pone en evidencia desde el principio una serie de pequeños actos de corrupción, casi insignificantes, pero naturalizados entre la mayoría. Por eso no resulta extraño que el anterior propietario del kiosco haya omitido a Mariano la nueva situación que se concretará en pocas semanas.
Esta circunstancia pone a Mariano en riesgo de perderlo todo, no solo sus bienes materiales sino también a su familia. Y lo colocará en la difícil situación de considerar que su salvación está en cometer alguno de esos actos deshonestos que reprueba.
La cinta no evita abundantes estereotipos y encuentra su parte más efectiva en la parte cómica -a cargo de Roly Serrano y Georgina Barbarrosa- sobre el costado dramático y emocional.
“El kiosco” es un film bastante irregular que no arriesga demasiado. Ofrece un entretenimiento liviano y bastante intrascendente a pesar de los planteos morales que propone.
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