Crítica: "El plan", tres hombres sin piedad
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Por Miguel Toba
A través de una sencilla puesta en escena, que se desarrolla casi al completo en un humilde piso, herencia de su origen teatral, "El plan", dirigida por Polo Menárguez y protagonizada por Antonio de la Torre, Raúl Arévalo y Chema del Barco, cuenta la historia de tres amigos en paro laboral que se reúnen para llevar a cabo un plan, pero antes de acometerlo se les avería el coche, saliendo a la luz distintos secretos y conflictos entre los personajes.
La película está basada en la obra teatral de Ignasi Vidal que, a diferencia de ella, es mucho menos cómica, pero mantiene los puntos fuertes del guion original: su disección sobre los comportamientos masculinos en ausencia de mujeres y su clímax final.
Los personajes son un retrato costumbrista del hombre medio español, con todos sus defectos, complejos, frustración a flor de piel y conductas machistas propias de una sociedad como la nuestra. Esta representación del ambiente y del lenguaje de los protagonistas no desentona con la realidad que trasladan, mantiene el canon con el que imaginamos que conviven. Pero eso no es impedimento para que la película sea un juicio tremendo a la masculinidad. Esa masculinidad que es intrínseca a la violencia latente de los protagonistas como respuesta a la frustración del hombre, que casi siempre desemboca en conductas coléricas. Todo ello está escenificado por un trío de actores que administran el poco espacio del piso al compás de sus emociones. Antonio de la Torre y Raúl Arévalo atestiguan su química que a estas alturas está más que contrastada por sus más de diez películas juntos. Ambos hacen patente que son una de las parejas más dinámicas y resolutivas del cine español. Sin embargo, Chema del Barco es un descubrimiento en esta película, el cual ya había interpretado su papel en el teatro y es quien realmente representa al personaje más complicado, con más matices.
En paralelo, la temática del desempleo y de la situación laboral de los tres amigos justifica en cierta medida sus acciones, lo cual es cuestionable en vista a su secuencia final. Otra de las temáticas más importantes es la relación que tiene cada uno con las mujeres de sus vidas. Por un lado, los personajes de Antonio de la Torre y Chema del Barco están casados, pero se atisba insatisfacción e inseguridades que les hace tener una etiqueta de perdedores cada vez que sale a relucir el tema conyugal. Por otro lado, está el personaje de Raúl Arévalo, que no está casado y que acusa la falta de la figura maternal para justificarse por no haber sentado la cabeza todavía.
El guion es virtuoso y elástico debido a los distintos géneros en los que se mueve. Al principio tiene una vis cómica hipoactiva y un tanto surrealista, que se va tornando en cada vez más oscura. En los dos primeros tercios alterna la comedia negra con un contexto profundamente dramático para que al final se produzca una de las rupturas más álgidas de los últimos años en el cine español. Una ruptura incluso terrorífica.
La corta duración de "El plan" (79 minutos) es un acierto porque en ningún momento produce una sensación claustrofóbica a pesar de estar rodada en un piso humilde. No obstante, se le podría haber sacado más partido al mismo piso, ya que la decoración es triste, no reluce por ningún lado, pero, eso sí, es acorde a las personalidades deprimidas del trío protagónico. En "El plan" todo está dirigido a su punto final, totalmente inesperado.
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A través de una sencilla puesta en escena, que se desarrolla casi al completo en un humilde piso, herencia de su origen teatral, "El plan", dirigida por Polo Menárguez y protagonizada por Antonio de la Torre, Raúl Arévalo y Chema del Barco, cuenta la historia de tres amigos en paro laboral que se reúnen para llevar a cabo un plan, pero antes de acometerlo se les avería el coche, saliendo a la luz distintos secretos y conflictos entre los personajes.
La película está basada en la obra teatral de Ignasi Vidal que, a diferencia de ella, es mucho menos cómica, pero mantiene los puntos fuertes del guion original: su disección sobre los comportamientos masculinos en ausencia de mujeres y su clímax final.
Los personajes son un retrato costumbrista del hombre medio español, con todos sus defectos, complejos, frustración a flor de piel y conductas machistas propias de una sociedad como la nuestra. Esta representación del ambiente y del lenguaje de los protagonistas no desentona con la realidad que trasladan, mantiene el canon con el que imaginamos que conviven. Pero eso no es impedimento para que la película sea un juicio tremendo a la masculinidad. Esa masculinidad que es intrínseca a la violencia latente de los protagonistas como respuesta a la frustración del hombre, que casi siempre desemboca en conductas coléricas. Todo ello está escenificado por un trío de actores que administran el poco espacio del piso al compás de sus emociones. Antonio de la Torre y Raúl Arévalo atestiguan su química que a estas alturas está más que contrastada por sus más de diez películas juntos. Ambos hacen patente que son una de las parejas más dinámicas y resolutivas del cine español. Sin embargo, Chema del Barco es un descubrimiento en esta película, el cual ya había interpretado su papel en el teatro y es quien realmente representa al personaje más complicado, con más matices.
En paralelo, la temática del desempleo y de la situación laboral de los tres amigos justifica en cierta medida sus acciones, lo cual es cuestionable en vista a su secuencia final. Otra de las temáticas más importantes es la relación que tiene cada uno con las mujeres de sus vidas. Por un lado, los personajes de Antonio de la Torre y Chema del Barco están casados, pero se atisba insatisfacción e inseguridades que les hace tener una etiqueta de perdedores cada vez que sale a relucir el tema conyugal. Por otro lado, está el personaje de Raúl Arévalo, que no está casado y que acusa la falta de la figura maternal para justificarse por no haber sentado la cabeza todavía.
El guion es virtuoso y elástico debido a los distintos géneros en los que se mueve. Al principio tiene una vis cómica hipoactiva y un tanto surrealista, que se va tornando en cada vez más oscura. En los dos primeros tercios alterna la comedia negra con un contexto profundamente dramático para que al final se produzca una de las rupturas más álgidas de los últimos años en el cine español. Una ruptura incluso terrorífica.
La corta duración de "El plan" (79 minutos) es un acierto porque en ningún momento produce una sensación claustrofóbica a pesar de estar rodada en un piso humilde. No obstante, se le podría haber sacado más partido al mismo piso, ya que la decoración es triste, no reluce por ningún lado, pero, eso sí, es acorde a las personalidades deprimidas del trío protagónico. En "El plan" todo está dirigido a su punto final, totalmente inesperado.
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