Crítica: "Los inocentes", el que esté libre de culpa que tire la primera piedra

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"Los inocentes"
"Los inocentes"
Por Noemí Romero Vera      

"Los inocentes", protagonizada por Pablo Gómez-Pando, Susana Abaitua, Violeta Orgaz, Olicia Delcan, Pilar Bergés y Raúl de la Torre, es una película en la que las vidas de seis personas quedan unidas en el transcurso de una noche por un accidente, en el que un impacto de una piedra mata a un agente en unos altercados producidos tras el desalojo de un concierto en un centro social. La cinta, que se constituye como el primer largometraje del director Guillermo Benet, se concibe como una historia de silencio, cobardía y de culpa, a modo de puzzle de preguntas sin resolver que va cobrando forma y deja al descubierto la trinchera de individualidad en la que vive el ser humano.

A lo largo de todo el film se indaga sobre el asunto de quién ha tirado la piedra, porque quien la ha tirado esconde la mano, y de alguna manera todos son culpables de un acto individual, pero colectivo. La cinta trata así todos los diferentes puntos de vista de los personajes que también suscitan distintas visiones por parte del espectador y poco a poco el desarrollo del guion va profundizando en la soledad y la individualidad de cada uno de ellos. Es un guion que está acompañado por la intensidad que cada uno de los protagonistas le confiere a su personaje, con marcados silencios, espacios; y por los fuera de campo, que se tornan un elemento más e incluso otro personaje, que representan ese contexto, el colectivo y la lejanía que hay entre él y el individuo. Miradas y conversaciones en off, situaciones fuera del marco, acciones tomando forma fuera de cuadro, y una cámara constantemente encima de sus reacciones, miradas, emociones, haciendo partícipes y testigos a los espectadores de cada uno de sus interiores y de sus sentimientos de desconfianza, recelo, vergüenza, ira, miedo o incredulidad que nace del preocuparse de ellos mismos más que del grupo con el que han perpetrado las acciones.

La película expone así las dificultades de vivir en colectivo, y lo difícil de la comunicación con nuestro contexto, uno donde se mezclan la culpa, el fracaso y la negación de querer obrar bien, de intentar ser valiente o de pretender poner a los demás por delante, y no poder.

Así, la relación entre la soledad, el individuo y el colectivo se concreta a nivel visual y sonoro entre el formato 1:1 (cuadrado, como las fotos de Instagram) y los retratos con los fuera de campos que en todo momento está en el rostro de los protagonistas, unos que han llevado a cabo con maestría la complicada tarea de levantar la tensión en cada momento y de transmitir las emociones que estaban sintiendo, con sus creíbles, verdaderas y capaces actuaciones. Cabe destacar la soberbia de Pablo Gómez-Pando ("El coche de pedales"), la credibilidad del debutante Raúl de la Torre, Olivia Delcán ("Isla bonita"), y la hipnótica actuación de Susana Abaitua, quien no deja de arrasar desde su papel como Nerea en "Patria", y su reciente papel protagonista en la cinta de Netflix "Loco por ella".

Además, a pesar de la disparidad entre sus diferentes elementos narrativos y a pesar de un largo proceso de consolidación de 5 años, la cinta logra el equilibrio que suscita el corazón que arraiga en el film, la reflexión en el espectador, el ¿y tú qué harías?, ¿cómo actuarías en esa situación?, o ¿cómo te sentirías? Y una película que narrativamente se vuelve potente porque logra plantear más interrogantes de los que contesta, y capta la atención de la acción que envuelve cada personaje, sobre la verdad de cada uno, de cada momento, y sobre la duda de quién ha sido quien ha tirado la piedra.

"Los inocentes" se vuelve así una película que expone a gente del "bando" supuestamente correcto o inocente, hijos del movimiento de los indignados envueltos en una cuestión ética y un dilema moral que les queda grande, y que se convierte en un retrato generacional del individualismo de hoy en día, en el que se desarrolla el ser humano, acomodado, que no adquiere especial relevancia por el contexto en el que nos vemos inmersos en estos momentos, ante las protestas y altercados que han sucedido a lo largo de estas semanas en España. Y es que, lo que expone el film es una violencia constante, que define el sistema en el que se vive. Esa violencia siempre ha estado latente, en algunos momentos más presente por la cobertura mediática, y en otros latente, hasta que las crisis económicas, los problemas derivados de la vida pública, la corrupción, injusticias y violación de los derechos y libertades van calando en el ánimo de la gente, que estalla.

En definitiva, nos encontramos ante una opera prima sobresaliente en las interpretaciones, con un montaje arriesgado pero sorprendente, y cohesionado con la narración de la historia, una que logra uno de los valores más importantes que puede conferir una cinta, y es la reflexión sobre la soledad y la incapacidad del ser humano contemporáneo de comunicarse plenamente, sobre la manera que tenemos hoy en día de encarar la realidad política y social, y sobre la verdad, una que es frágil y esquiva, y que cuando desaparece, enfrenta a todos que la dudan o no la conocen, quedándonos solos, con nuestra voz interior.

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