Crítica: "Sin hijos", buen remake con peros

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Regina Blandón, en "Sin hijos"
Regina Blandón, en "Sin hijos"
Por Lucía Martín Muñoz     

La película mexicana "Sin hijos" (2020), remake de la argentina homónina de Ariel Winograd, se estrenaba este viernes en la plataforma de streaming de Netflix, siendo una buena opción de entretenimiento embarrada por un mal desempeño actoral.

El film narra la historia de Gabriel y Ari, un padre y una hija muy unidos, quizás demasiado. En su intento por recuperar esa libertad que creía perdida después de ser padre, se reencuentra con Vicky, su amor de la infancia y de la que se enamora, pero tiene un defecto: odia a los niños. Comienza así el calvario de Gabriel por intentar ser buen padre, tener pareja y enmascarar un par de secretos.

Los primeros minutos del largometraje de Roberto Fiesco son bastante lentos, hecho que no cautiva a un espectador acostumbrado a contenido más dinámico. Al comienzo, los diálogos son extremadamente explicativos y dan demasiada información sobre el background de los personajes que no debería darse a conocer a través de las líneas de un guion, sino a través de los propios actos de los actores.

El hecho de que las actuaciones no sean las mejores, sumado a lo comentado anteriormente, puede provocar que a los quince minutos de película cambies de elección y escojas otro título. Sin embargo, es a la hora de desarrollar la trama donde esta irradia originalidad y creatividad, con sorprendentemente buenos diálogos y puntos de giro muy pensados.

Parece que el tema principal es la paternidad o maternidad, cómo esta se apropia de ti y te convierte en otra persona diferente. Sin embargo, a medida que se desarrolla la narrativa, hay algo más potente que une a todos los personajes: el hogar. Algo que cada persona entiende de manera diferente, no tiene porqué ser con familia de sangre, con niños o pareja, sino un lugar donde estás cómodo y te sientes querido.

En este tópico sobre ser padre y tener hijos, es muy gratificante ver cómo es la mujer la persona a la que no le gustan los niños. Plantea un discurso feminista que protesta por la presión que tienen la mayoría de las mujeres por tener hijos o al menos, porque les gusten los niños.

Un momento muy destacable del film, hay un triálogo sobre el conflicto de Gabriel: ¿engañar a alguien que quieres o perderle? Se presentan a diferentes personajes hablando sobre temas banales enmascarando el conflicto interno que tiene el protagonista y del que busca desesperadamente una solución. La creatividad a la hora de narrar ese sentimiento de angustia y el dinamismo de los planos, consiguen que el espectador se vuelva a enganchar desde ese negacionismo por un comienzo bastante flojo, que consigue remontar en el primer punto de giro.

Está clasificada a través de la etiqueta, que no género, "comedia romántica", y sinceramente, es una de las elecciones más acertadas. Consigue, en más de una ocasión, la risa del que está detrás de la pantalla, y, también, tiene ese punto de romanticismo, que no hace daño ni al menos enamoradizo del mundo.

La creación de personajes está muy trabajada, no solo los protagonistas, sino también los secundarios que hacen avanzar una trama de la que se cree conocer el final. Sí, como siempre sobran dos cosas: un cuarto acto completamente innecesario, pero cómico, y el final feliz. Aunque con tantos "y comieron perdices", los pobres animales deberían ya estar extintos, no se puede negar que es original.

En definitiva, una obra con mensaje, transfondo y creatividad, una buena opción de entretenimiento ensombrecida por actuaciones que no están a la altura de la narrativa.

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