Crítica Cannes: "La crónica francesa / The French Dispatch", hasta la saturación y más allá
- por © NOTICINE.com
Por Daniela Creamer
Wes Anderson, maestro del perfeccionismo en sus detalles y del esplendor geométrico de personajes, escenarios y colores, desembarcó finalmente el en Cannes, en Competición, un año después -por la pandemia- con su tan esperada "La crónica francesa / The French Dispatch". Junto al aclamado director norteamericano, desfiló todo el estelar equipo de la película, que llegó en un autobús a la entrada de la alfombra roja y posó ante los paparazzi antes de ingresar al Gran Teatro Lumière en el que se realizó la gala de la première mundial del film.
Un verdadero regodeo para ellos. Nosotros periodistas y demás invitados escasamente saboreamos el gusto de l'entrée con las estrellas, culpa de las restricciones sanitarias que se aplican con severidad en esta edición 74 del Festival. No obstante, nuestra tolerancia fue recompensada. La ovación de los espectadores se alargó hasta el final de la velada.
Su nuevo film, que llega con un retraso de más de un año (fue seleccionada aquí mismo el año anterior), es justamente todo lo que vemos siempre en el cine de Wes Anderson, pero en esta ocasión convertido en prototipo. Sus minuciosos detalles, casi obsesivos, se multiplican por miles, creando un efecto de saturación inmediato.
"La crónica francesa / The French Dispatch" narra como la imaginaria revista inglesa impresa en Francia (homenaje declarado al The New Yorker) dedica su último número al obituario de su director-editor (Bill Murray) mediante historias paralelas y peculiares que toman vida en una sucesión de episodios en la gran pantalla.
En realidad, el mundo del periodismo es solo una cornisa: La ciudad nos la muestra un cronista en bicicleta (Owen Wilson) que viaja entre los diferentes barrios de la ciudad de Ennui, contrafigura de París, donde se asienta la redacción. Hay "El Trabajo Maestro", donde la critica J.K.L. Berensen (Tilda Swinton) cuenta como el coleccionista Cadazio (Adrien Brody) descubrió la destreza del genial pintor encerrado en una prisión Moses Rosenthaler (Benicio del Toro), cuya musa es una guardia penitenciaria (Lea Seydoux, ausente en Cannes por estar con Covid-19).
"Revisiones a un Manifiesto" es la reconstrucción que hace la periodista Lucinda Krementz (Frances McDormand) sobre las protestas estudiantiles de la ciudad en mayo 68, lideradas por el soñador Zeffirelli (Timothee Chalamet) y de la testaruda Juliette (Lina Khoudri); en fin, Roebuck Wright (Jeffrey Wright) reconstruye en "El Comedor Privado" como el comisario (Mathieu Amalric) resuelve el caso del secuestro de su propio hijo.
Se trata de un juego de referencias y citaciones: la Nouvelle Vague de Jean Luc Godard y la pintura de Jackson Pollock, la música a la Erick Satie y los manifiestos estudiantiles de Daniel Cohn-Bendit. El resultado es un resumen de los temas usuales del cineasta, que no tiene la fuerza que se desprende de títulos como "The Grand Budapest Hotel" o "Moonrise Kingdom", cuyo universo poseía en el fondo una curiosa visión del mundo.
Sin duda aquí hay valioso material y admirable talento actoral como para algunas películas más, lo cual se disfruta mucho. Lo que agota es la saturación, la excesiva complejidad de los relatos entrelazados y la infinita repetitividad de recreaciones: cada escena pretende ser una citación, una proeza técnica, un homenaje cinéfilo. Al final, uno se siente como forzado a digerir un pesado postre que, en pequeñas dosis, hubiera sido más placentero.
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Wes Anderson, maestro del perfeccionismo en sus detalles y del esplendor geométrico de personajes, escenarios y colores, desembarcó finalmente el en Cannes, en Competición, un año después -por la pandemia- con su tan esperada "La crónica francesa / The French Dispatch". Junto al aclamado director norteamericano, desfiló todo el estelar equipo de la película, que llegó en un autobús a la entrada de la alfombra roja y posó ante los paparazzi antes de ingresar al Gran Teatro Lumière en el que se realizó la gala de la première mundial del film.
Un verdadero regodeo para ellos. Nosotros periodistas y demás invitados escasamente saboreamos el gusto de l'entrée con las estrellas, culpa de las restricciones sanitarias que se aplican con severidad en esta edición 74 del Festival. No obstante, nuestra tolerancia fue recompensada. La ovación de los espectadores se alargó hasta el final de la velada.
Su nuevo film, que llega con un retraso de más de un año (fue seleccionada aquí mismo el año anterior), es justamente todo lo que vemos siempre en el cine de Wes Anderson, pero en esta ocasión convertido en prototipo. Sus minuciosos detalles, casi obsesivos, se multiplican por miles, creando un efecto de saturación inmediato.
"La crónica francesa / The French Dispatch" narra como la imaginaria revista inglesa impresa en Francia (homenaje declarado al The New Yorker) dedica su último número al obituario de su director-editor (Bill Murray) mediante historias paralelas y peculiares que toman vida en una sucesión de episodios en la gran pantalla.
En realidad, el mundo del periodismo es solo una cornisa: La ciudad nos la muestra un cronista en bicicleta (Owen Wilson) que viaja entre los diferentes barrios de la ciudad de Ennui, contrafigura de París, donde se asienta la redacción. Hay "El Trabajo Maestro", donde la critica J.K.L. Berensen (Tilda Swinton) cuenta como el coleccionista Cadazio (Adrien Brody) descubrió la destreza del genial pintor encerrado en una prisión Moses Rosenthaler (Benicio del Toro), cuya musa es una guardia penitenciaria (Lea Seydoux, ausente en Cannes por estar con Covid-19).
"Revisiones a un Manifiesto" es la reconstrucción que hace la periodista Lucinda Krementz (Frances McDormand) sobre las protestas estudiantiles de la ciudad en mayo 68, lideradas por el soñador Zeffirelli (Timothee Chalamet) y de la testaruda Juliette (Lina Khoudri); en fin, Roebuck Wright (Jeffrey Wright) reconstruye en "El Comedor Privado" como el comisario (Mathieu Amalric) resuelve el caso del secuestro de su propio hijo.
Se trata de un juego de referencias y citaciones: la Nouvelle Vague de Jean Luc Godard y la pintura de Jackson Pollock, la música a la Erick Satie y los manifiestos estudiantiles de Daniel Cohn-Bendit. El resultado es un resumen de los temas usuales del cineasta, que no tiene la fuerza que se desprende de títulos como "The Grand Budapest Hotel" o "Moonrise Kingdom", cuyo universo poseía en el fondo una curiosa visión del mundo.
Sin duda aquí hay valioso material y admirable talento actoral como para algunas películas más, lo cual se disfruta mucho. Lo que agota es la saturación, la excesiva complejidad de los relatos entrelazados y la infinita repetitividad de recreaciones: cada escena pretende ser una citación, una proeza técnica, un homenaje cinéfilo. Al final, uno se siente como forzado a digerir un pesado postre que, en pequeñas dosis, hubiera sido más placentero.
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