Crítica: "Melancolía", la onda expansiva de una tragedia

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Alessandra Rosaldo, en "Melancolía"
Alessandra Rosaldo, en "Melancolía"
Por Eva Ramos    

No es "Melancolía" (2021) una película más sobre tiroteos en escuelas, aunque ese el el motor que desencadena la historia. Lo que más nos seduce es siempre ver la tragedia en sí, cómo se fragua, se desarrolla y acaba, incluso escuchar a los supervivientes revivir su pesadilla. Pero esta vez no, valientemente, el prolífico cineasta mexicano criado en California Jorge Xolalpa ha decidido mostrarnos la destrucción que dejan tras de sí estos niños asesinados.

Alessandra Rosaldo es la madre de una de esas niñas asesinadas en el lugar donde deberían estar más seguras. Con un primer plano de su dolor comienza la película; un dolor desnudo, en blanco y negro, tras el cual solo queda el silencio.

Su vida ahora se limita a su trabajo como enfermera, donde se encarga de los cuidados paliativos de personas incapacitadas. Su banda sonora son quejidos de dolor y un silencio espeso. La observamos cuidar a través de lejanos planos fijos, vemos sus movimientos mecánicos que nos transmiten justo lo opuesto de ese momento inicial de dolor. No hay drama, solo inercia y melancolía.

A través de esos planos profundos que la deshumanizan, vamos conociendo retazos de su historia. Cómo su hija fue disparada y asesinada durante un tiroteo, cómo se niega a hablar sobre cualquier tema relacionado con ella, ya sea su muerte o su vida anterior. Su marido huyó. Como pasa en muchos matrimonios tras una tragedia semejante, se han separado y él ha conseguido superarlo a través de la fe.

Sin embargo, ella no puede seguir adelante; no quiere seguir adelante. Una de sus pacientes se confiesa, el personaje interpretado por Paloma Morales habla sobre el abandono de su marido a causa de su enfermedad, pero es todo lo opuesto a ella. Ahora es cuando se siente realmente libre, a pesar de su estado, es feliz; por eso vemos en el mismo plano a la enferma tan cerca, y a la madre tan lejos. Esta no quiere conectar con sus sentimientos, solo enterrarlos y únicamente responde con más silencio.

Lo que nos ofrece su director, un "dreamer" como otros cientos de miles pendiente de su definitiva ciudadanía estadounidense, en esta cinta es muy diferente de su trabajo anterior. Aunque siempre hay algo de la propia biografía, supera la individualidad: no encontramos una película centrada o tratada desde el punto de vista de las diferencias étnicas o culturales, como podría pensarse por su origen y el tema de la historia. Predomina aquí el sentimiento universal de unos padres tras la pérdida y la forma que cada uno tiene de superarlo.

Pero no siempre la realidad acaba en una historia de superación donde se deja atrás todo y se comienza de nuevo. A veces el dolor se atraganta y nos asfixia. Aunque es cierto que quizá las metáforas pecan un poco de obviedad, Xolalpa consigue meternos de lleno en la melancolía, no nos alecciona ni nos da soluciones, solo retrata un sentimiento que no tiene solución. Porque las víctimas no solo se cuentan por fallecidos, sino también por las otras víctimas, la que quedan atrás sin esperanza.

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