Crítica: "La abuela", cuando el pasado se apropia del presente
- por © NOTICINE.com
Por Eva Ramos
El director valenciano Paco Plaza nos ofrece un nuevo relato de terror, por una parte muy alejado y, por otra, muy cercano a su saga "[REC]". La principal diferencia es el guion, que en aquellas creó el propio Plaza junto a Jaume Balagueró y Luiso Berdejo, y que ahora ha escrito Carlos Vermut sobre una idea del propio director. No sabemos si la gloria de un argumento tan caduco y poco elaborado, nacido de refritos del terror estadounidense, es de uno o de otro. Lo que está claro es que lo que Plaza consiguió con Balagueró dista mucho de esta simplona cinta donde el único acierto es la elección de sus protagonistas.
Sin embargo, sí que tiene algo en común con "[REC]", de nuevo el escenario es un espacio cerrado, una casa, en lugar de un edificio, pero que se convierte en un laberinto a través de perspectivas, puertas y espejos. Volvemos a ver los cuerpos femeninos en decrepitud y desnudez como motivo de desazón, en un intento de horrorizar sobre el miedo al paso del tiempo, en esta ocasión. Nada nuevo en el horizonte, la juventud frente a la decrepitud y la enfermedad, un motivo interesante para una película filosófica pero que aquí no se sabe muy bien a quién pretende aterrorizar. Hay que tener mucho miedo a envejecer, porque el mito de la bruja que se alimenta de la sangre de vírgenes, de la juventud de la muchacha que la anciana envidia, está muy lejos de ser algo aterrorizante a día de hoy, afortunadamente.
La historia que nos cuenta Plaza se centra en una modelo que reside en París, Susana, encarnada por Almudena Amor, que es lo único que consigue llamar la atención en su más de hora y media de repetitiva duración. Su abuela, Pilar (Vera Valdez) ha sufrido un derrame cerebral, cuyos daños la convierten en una persona dependiente, que ni siquiera es capaz de hablar. Susana fue criada por su abuela tras la muerte de sus padres y de inmediato se desplaza a Madrid para encontrar una manera de atenderla.
Su rechazo a internarla en una residencia hace que tenga que ocuparse de ella mientras encuentra a una persona que se instale en la casa y la atienda día y noche. En este tiempo, comenzarán a darse sucesos extraños que irán in crescendo, enfrentando a Susana a recuerdos que parecen borrados de su mente y que irán conformando una historia predecible desde los pocos minutos de metraje, que solo mantiene el interés por ver a Amor y a Valdez interactuar.
El popurrí que presenta la cinta es muy similar al que estamos acostumbrados a ver en multitud de series y largometrajes nacionales, en el que la falta de ideas se suple haciendo un collage con productos ajenos, en los que en esta ocasión ni siquiera se logra dar una coherencia mínima que pueda interesar, cosa que no es condición sine qua non en el género, pero siempre que al menos se haya conseguido una atmósfera lo suficientemente angustiosa. La repetición de planos calcados, que puede que la primera vez funcionaran, pero que a la tercera ya hacen mirar el reloj y personajes vacíos a los que apenas se perfila y con los que en ningún momento se conecta, dejan al espectador totalmente frío.
Lo más entretenido es ir encontrando los retazos usados para formar el todo: "Paranormal Activity" y su aquelarre con tirón de manta incluido, "Muñeco diabólico" y su transposición de almas, ese cuadro que parece el de Dorian Gray, y así se puede continuar infinitamente. Motivos revisitados una y otra vez, puertas que se cierran, luces que se apagan, que se repiten sin innovar en nada. Aunque asustar a instagramers con que la protagonista pierda una oferta para ser fotografiada es nuevo, eso sí, es posible que alguno no haya podido pegar ojo. Al final, el paso del tiempo, que parece querer ser el trasfondo filosófico del argumento, se queda en el horror del espectador al realmente sentir que se ha envejecido inútilmente perdiendo minutos de vida ante la pantalla.
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El director valenciano Paco Plaza nos ofrece un nuevo relato de terror, por una parte muy alejado y, por otra, muy cercano a su saga "[REC]". La principal diferencia es el guion, que en aquellas creó el propio Plaza junto a Jaume Balagueró y Luiso Berdejo, y que ahora ha escrito Carlos Vermut sobre una idea del propio director. No sabemos si la gloria de un argumento tan caduco y poco elaborado, nacido de refritos del terror estadounidense, es de uno o de otro. Lo que está claro es que lo que Plaza consiguió con Balagueró dista mucho de esta simplona cinta donde el único acierto es la elección de sus protagonistas.
Sin embargo, sí que tiene algo en común con "[REC]", de nuevo el escenario es un espacio cerrado, una casa, en lugar de un edificio, pero que se convierte en un laberinto a través de perspectivas, puertas y espejos. Volvemos a ver los cuerpos femeninos en decrepitud y desnudez como motivo de desazón, en un intento de horrorizar sobre el miedo al paso del tiempo, en esta ocasión. Nada nuevo en el horizonte, la juventud frente a la decrepitud y la enfermedad, un motivo interesante para una película filosófica pero que aquí no se sabe muy bien a quién pretende aterrorizar. Hay que tener mucho miedo a envejecer, porque el mito de la bruja que se alimenta de la sangre de vírgenes, de la juventud de la muchacha que la anciana envidia, está muy lejos de ser algo aterrorizante a día de hoy, afortunadamente.
La historia que nos cuenta Plaza se centra en una modelo que reside en París, Susana, encarnada por Almudena Amor, que es lo único que consigue llamar la atención en su más de hora y media de repetitiva duración. Su abuela, Pilar (Vera Valdez) ha sufrido un derrame cerebral, cuyos daños la convierten en una persona dependiente, que ni siquiera es capaz de hablar. Susana fue criada por su abuela tras la muerte de sus padres y de inmediato se desplaza a Madrid para encontrar una manera de atenderla.
Su rechazo a internarla en una residencia hace que tenga que ocuparse de ella mientras encuentra a una persona que se instale en la casa y la atienda día y noche. En este tiempo, comenzarán a darse sucesos extraños que irán in crescendo, enfrentando a Susana a recuerdos que parecen borrados de su mente y que irán conformando una historia predecible desde los pocos minutos de metraje, que solo mantiene el interés por ver a Amor y a Valdez interactuar.
El popurrí que presenta la cinta es muy similar al que estamos acostumbrados a ver en multitud de series y largometrajes nacionales, en el que la falta de ideas se suple haciendo un collage con productos ajenos, en los que en esta ocasión ni siquiera se logra dar una coherencia mínima que pueda interesar, cosa que no es condición sine qua non en el género, pero siempre que al menos se haya conseguido una atmósfera lo suficientemente angustiosa. La repetición de planos calcados, que puede que la primera vez funcionaran, pero que a la tercera ya hacen mirar el reloj y personajes vacíos a los que apenas se perfila y con los que en ningún momento se conecta, dejan al espectador totalmente frío.
Lo más entretenido es ir encontrando los retazos usados para formar el todo: "Paranormal Activity" y su aquelarre con tirón de manta incluido, "Muñeco diabólico" y su transposición de almas, ese cuadro que parece el de Dorian Gray, y así se puede continuar infinitamente. Motivos revisitados una y otra vez, puertas que se cierran, luces que se apagan, que se repiten sin innovar en nada. Aunque asustar a instagramers con que la protagonista pierda una oferta para ser fotografiada es nuevo, eso sí, es posible que alguno no haya podido pegar ojo. Al final, el paso del tiempo, que parece querer ser el trasfondo filosófico del argumento, se queda en el horror del espectador al realmente sentir que se ha envejecido inútilmente perdiendo minutos de vida ante la pantalla.
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