Crítica: "Granizo", una tormenta que lo cambia todo
- por © NOTICINE.com
Por Eva Ramos
El argentino Guillermo Francella vuelve a cautivar con "Granizo", una comedia de sonrisa triste, de la mano del director Marcos Carnevale; un duo que ya puso su talento al servicio del humor en la luego muy versioneada "Corazón de León" y que cuenta en esta ocasión con una baza ganadora: un guion en el que participa un maestro como Nicolás Giacobone, junto al humorista Fernando Balmayor.
Giacobone, ganador junto a Iñárritu del Oscar por el guion original del film "Birdman" y que suma entre sus colaboraciones con el director grandes títulos como "Biutiful" (como guionista) y "El renacido / The Revenant" (como productor), vuelve a presentar una historia en la que la relación y el distanciamiento entre un padre y su hija es el corazón de la trama, junto al error de dejarse llevar por la fama y la gloria y olvidar a las personas que realmente importan. Todo ello envuelto de una divertida coraza de humor entrañable y sencillo, que transforma la trascendencia de su argumento en una "feel-good comedy", sin demasiadas pretensiones pero que cumple con su objetivo sobradamente.
Aunque la moraleja de esta bonita fábula, en la que Giacobone transforma la misma idea que nos hizo llegar con "Birdman", se encuentra en esta ocasión mucho más explícita, en ningún momento resulta condescendiente con el espectador. Simplemente, la trascendencia que tenía aquella se aligera al máximo para que la comedia nos llegue a través de un acertado y cercano Francella, con el que la audiencia conecta desde el primer momento, a pesar de presentar inicialmente la cara más superficial y ridícula de su personaje: Miguel Flores, un meteorólogo estrella de la televisión que ha conseguido tener incluso su propio show, además de una vida de ensueño en la capital rodeado de un séquito de aduladores tan irreal como efímero.
Al igual que le ocurría al personaje de Keaton, Flores pierde, debido en este caso al único error de predicción que comete en su vida, el cariño y el apoyo de su público. Será entonces cuando la acción se traslade de Buenos Aires a Córdoba, donde vive su hija y adonde irá a esconderse de aquellos que antes lo adoraban. Es un argumento totalmente conectado con nuestra actualidad y que obliga a reflexionar, siempre de una manera ligera y agradable, sobre el recurrente tema de las RRSS, los seguidores, la obsesión con la aceptación social en dichas redes y lo artificial ocupando el puesto de lo que debería importarnos.
Aunque Francella está impecable en su papel de padre ausente, los grandes momentos de la película llegan gracias a la interacción con su hija, la actriz Romina Fernandes; la complicidad entre ambos actores es el plato fuerte de la historia, que ambos consiguen con una naturalidad que llena de verdad la relación. Aunque Fernandes ha sido bastante criticada por interpretar a una cordobesa, no siendo de la localidad y tener que forzar el acento, una vez más las susceptibilidades lógicas que se ven a menudo con estos temas quedan devaluadas por la calidad interpretativa de la actriz seleccionada. Para el resto de espectadores que, lógicamente, no apreciamos una diferencia tan sutil entre pronunciaciones, resulta de agradecer que haya primado la elección de un gran talento por encima del lugar de nacimiento. Seguramente en una gran producción se hubiera conseguido un profesor de dicción que perfeccionara algo tan complicado como imitar un acento local, pero creo que es más importante encontrar una gran profesionalidad que una imitación perfecta, como ya demostraron Bardem y Kidman en "Being the Ricardos".
Hermosa es, también, la subtrama del taxista como contrapunto del personaje de Francella, que tiene prestigio pero le falta todo lo demás, frente al divertido personaje de Luis (Peto Menahem), rodeado de familiares y amigos que no le respetan lo más mínimo. Dos extremos que, gracias a una gran dosis de realismo mágico, llevado una vez más a lo cómico con el personaje de Bernardo, se encuentran y buscan el equilibrio entre lo que tienen y lo que necesitan conseguir.
Un cuento que nos deja, como comentábamos, con una sonrisa triste pero llena de esperanza y que nos recuerda que la fama está llena de trampas y espejismos, a través de las palabras de esa hija sin padres que no sabe si quiere recuperar a uno de ellos: "Esa gente no te quiere. No se puede querer a alguien que no se conoce". Lo importante no es quién se sube al carro en los buenos momentos, sino quien permanece cuando la fiesta se acaba. Un mismo concepto con distinto modo de contar, pero que hermana a Keaton y Francella a través de dos historias muy diferentes pero con igual corazón.
Sigue nuestras últimas noticias por TWITTER.
El argentino Guillermo Francella vuelve a cautivar con "Granizo", una comedia de sonrisa triste, de la mano del director Marcos Carnevale; un duo que ya puso su talento al servicio del humor en la luego muy versioneada "Corazón de León" y que cuenta en esta ocasión con una baza ganadora: un guion en el que participa un maestro como Nicolás Giacobone, junto al humorista Fernando Balmayor.
Giacobone, ganador junto a Iñárritu del Oscar por el guion original del film "Birdman" y que suma entre sus colaboraciones con el director grandes títulos como "Biutiful" (como guionista) y "El renacido / The Revenant" (como productor), vuelve a presentar una historia en la que la relación y el distanciamiento entre un padre y su hija es el corazón de la trama, junto al error de dejarse llevar por la fama y la gloria y olvidar a las personas que realmente importan. Todo ello envuelto de una divertida coraza de humor entrañable y sencillo, que transforma la trascendencia de su argumento en una "feel-good comedy", sin demasiadas pretensiones pero que cumple con su objetivo sobradamente.
Aunque la moraleja de esta bonita fábula, en la que Giacobone transforma la misma idea que nos hizo llegar con "Birdman", se encuentra en esta ocasión mucho más explícita, en ningún momento resulta condescendiente con el espectador. Simplemente, la trascendencia que tenía aquella se aligera al máximo para que la comedia nos llegue a través de un acertado y cercano Francella, con el que la audiencia conecta desde el primer momento, a pesar de presentar inicialmente la cara más superficial y ridícula de su personaje: Miguel Flores, un meteorólogo estrella de la televisión que ha conseguido tener incluso su propio show, además de una vida de ensueño en la capital rodeado de un séquito de aduladores tan irreal como efímero.
Al igual que le ocurría al personaje de Keaton, Flores pierde, debido en este caso al único error de predicción que comete en su vida, el cariño y el apoyo de su público. Será entonces cuando la acción se traslade de Buenos Aires a Córdoba, donde vive su hija y adonde irá a esconderse de aquellos que antes lo adoraban. Es un argumento totalmente conectado con nuestra actualidad y que obliga a reflexionar, siempre de una manera ligera y agradable, sobre el recurrente tema de las RRSS, los seguidores, la obsesión con la aceptación social en dichas redes y lo artificial ocupando el puesto de lo que debería importarnos.
Aunque Francella está impecable en su papel de padre ausente, los grandes momentos de la película llegan gracias a la interacción con su hija, la actriz Romina Fernandes; la complicidad entre ambos actores es el plato fuerte de la historia, que ambos consiguen con una naturalidad que llena de verdad la relación. Aunque Fernandes ha sido bastante criticada por interpretar a una cordobesa, no siendo de la localidad y tener que forzar el acento, una vez más las susceptibilidades lógicas que se ven a menudo con estos temas quedan devaluadas por la calidad interpretativa de la actriz seleccionada. Para el resto de espectadores que, lógicamente, no apreciamos una diferencia tan sutil entre pronunciaciones, resulta de agradecer que haya primado la elección de un gran talento por encima del lugar de nacimiento. Seguramente en una gran producción se hubiera conseguido un profesor de dicción que perfeccionara algo tan complicado como imitar un acento local, pero creo que es más importante encontrar una gran profesionalidad que una imitación perfecta, como ya demostraron Bardem y Kidman en "Being the Ricardos".
Hermosa es, también, la subtrama del taxista como contrapunto del personaje de Francella, que tiene prestigio pero le falta todo lo demás, frente al divertido personaje de Luis (Peto Menahem), rodeado de familiares y amigos que no le respetan lo más mínimo. Dos extremos que, gracias a una gran dosis de realismo mágico, llevado una vez más a lo cómico con el personaje de Bernardo, se encuentran y buscan el equilibrio entre lo que tienen y lo que necesitan conseguir.
Un cuento que nos deja, como comentábamos, con una sonrisa triste pero llena de esperanza y que nos recuerda que la fama está llena de trampas y espejismos, a través de las palabras de esa hija sin padres que no sabe si quiere recuperar a uno de ellos: "Esa gente no te quiere. No se puede querer a alguien que no se conoce". Lo importante no es quién se sube al carro en los buenos momentos, sino quien permanece cuando la fiesta se acaba. Un mismo concepto con distinto modo de contar, pero que hermana a Keaton y Francella a través de dos historias muy diferentes pero con igual corazón.
Sigue nuestras últimas noticias por TWITTER.