Crítica Seminci: "Edén", fallido ejercicio de estilo sobre la muerte

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"Edén"
"Edén"
Por Jon Apaolaza      

Este viernes en los cines tras presentarse en la Seminci que sigue desarrollándose en Valladolid, "Edén" (2022), de Estefanía Cortés, pretende ser una reflexión sobre la eutanasia, a partir de una supuesta empresa que brinda una anunciada muerte dulce a quienes quieren dejar atrás su existencia terrenal, pero no tienen la valentía de suicidarse solos. Las incongruencias del guión superan con creces el esfuerzo de sus cuatro prácticamente únicos protagonistas, Marta Nieto, Ramón Barea, Israel Elejalde y Charlotte Vega, por hacer creible una historia que -nunca mejor dicho- nace muerta.

La película se inicia con Marina (Vega) siendo conducida en un coche a un secreto emplazamiento campestre, con los ojos tapados para garantizar el anonimato. La veinteañera ha contratado los servicios de una empresa, llamada Edén, que garantiza un final agradable a una vida que los clientes consideran agotada. Allí se encuentra con otra mujer y dos hombres, de diferentes edades, que tienen su mismo objetivo.

La primera brecha en la credibilidad de la historia, que al principio recuerda a la reciente serie de Amazon "Nueve perfectos extraños / Nine Perfect Strangers", es que los cuatro coinciden en una moderna construcción, en medio de un bosque que se intuye pirenaico, con piscina y todo tipo de comodidades, pero sin el menor personal. Nadie los recibe, nadie los informa, ni atiende. Están solos y entre ellos interactúan en la hora y media que dura la cinta.

Cada uno de los personajes tiene motivaciones más o menos claras. La más evidente la de Félix (Barea), un hombre al borde de la ancianidad afectado de cáncer terminal. De Víctor (Elejalde) se apunta que pudiera querer frenar sus tendencias violentas para con sus propios familiares, mientras que los motivos de las dos mujeres quedan bastante más diluídos por no decir ignorados.

Tampoco es evidente cuál será el sistema por el cual morirán, ni cuándo, ni qué será de ellos después. Esa falta de información contagia a los propios personajes, más perdidos que elefantes en cacharrería, quienes en medio de la ignorancia parecen tender a buscarse el fin por sus propios medios en aquel edificio desierto de presencia humana que no sea la suya propia. La realización es plana, el guión -que no llega a primer borrador- no se preocupa de resultar creible, y los actores parecen dejados tan a su libre albedrío como los personajes a los que interpretan.

Siempre resulta interesante un debate sobre la vida y su final, lo que nos mueve a querer disfrutarla, soportarla o desear bajarnos antes de tiempo, si no fuera porque Cortés es incapaz de gestionar un ambiente que haga creíbles las diatribas de sus personajes. Estos, a la postre, se ven tan perdidos como un espectador que a mitad de camino ya mira su reloj y piensa en el desperdicio de un buen tema por la falta de talento de quien mueve los hilos en este "Edén".

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