Crítica: "El amor de Andrea", paternidad deseada

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"El amor de Andrea"
"El amor de Andrea"
Por Alfonso Rivera-Cineuropa       

El español Manuel Martín Cuenca aborda en "El amor de Andrea" (2023), que se estrena este 24 de noviembre, otra vez los conflictos familiares, pero desde la perspectiva de una adolescente que demanda afecto paternal y no comprende el mundo de los adultos.

La filmografía de Martín Cuenca está cruzada por la sombra de la familia, sus disfunciones y cómo estas afectan a sus miembros. Basta recordar títulos suyos como "La mitad de Óscar" –asentada sobre el incesto– o "La hija" –abordando el anhelo enfermizo de procrear– para demostrar que le interesa indagar en los mecanismos más turbios y desgarradores de esta estructura social a veces más tóxica que benefactora. Con "El amor de Andrea" da un paso más e incide en la demanda de afecto, un sentimiento que no siempre va implícito en las relaciones paternales. La película participó en la reciente Semana Internacional de Cine de Valladolid y acaba de ser premiada como mejor dirección y guion en el festival Black Nights de de Tallin.

En ella presenta a la chica del título, una adolescente que se ocupa de sus hermanos más pequeños mientras su madre trabaja. Al mismo tiempo busca a su padre, quien hace años abandonó el hogar y fundó otra familia en otra localidad, no llegando a entender por qué no se relaciona con ellos, cuando su recuerdo de infancia le trae a la memoria a un buen progenitor.



De este modo, Martín Cuenca, confiando en la actriz debutante Lupe Mateo Barrero, retrata su profunda melancolía: es una muchacha que busca un amor del “pater familias” que no recibe y que debería sentir. Su joven mente aún no entiende los mecanismos que conducen a los adultos a romper uniones, ser contradictorios y, sobre todo, a no cumplir promesas, obligaciones y deberes. Se siente traicionada, confundida y triste, y por eso no acaba de entablar relaciones estrechas con su mejor amigo y se refugia en su cuaderno –donde escribe notas que nunca leeremos– y en la lectura de "Juan Salvador Gaviota", novela superventas de Richard Bach, publicada en los años setenta, sobre un ave que se distancia de las demás en búsqueda de libertad.

Con un estilo naturalista, una sensible banda sonora compuesta por el grupo pop Vetusta Morla y el paisaje de la ciudad andaluza de Cádiz como escenario reconocible –con su viento, sus playas y atmósferas–, El amor de Andrea habla de conflictos internos desde lo sencillo. Los actores no profesionales, la luz natural y su ritmo tranquilo ayudan a entender la psicología de una adolescente prematuramente madura que ha de ejercer de madre más que de hermana, pero a quien le recuerdan continuamente que sigue siendo menor de edad.

Pero el gran acierto de este largometraje reside en abordar el difícil e incómodo asunto de las familias tóxicas: cómo la falta de cariño verdadero condiciona profundamente a los más jóvenes y puros, víctimas indefensas y colaterales de unas acciones adultas conflictivas que no llegan a entender, pero con las que no tienen otra opción que convivir (y aceptar).

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