Crítica: "Lo que queda", Mariel Escobar y una reflexión sobre el amor, la pérdida y lo que nunca fue

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"Lo que queda"
"Lo que queda"
Por Juan Pablo Russo      

En la argentina "Lo que queda" (2024), Ana regresa a Buenos Aires tras un accidente que deja a su primer amor en coma. Dirigida por Mariel Escobar, la película sigue a una mujer en su intento por reconciliarse con las decisiones que marcaron su vida, mientras enfrenta un presente lleno de incertidumbre.

"Lo que queda" cuenta la historia de Ana (Malena Filmus), una joven que dejó Buenos Aires para vivir en Canadá. Tres años después, un inesperado accidente la obliga a regresar: Julián (Lautaro Bettoni), su primer novio, está en coma. Acompañada por su actual pareja, J.B. (James Wright), Ana viaja impulsivamente, dejando su presente en pausa. Al llegar, se enfrenta a una familia que ya no le pertenece y a un lugar que le resulta ajeno.

Mientras acompaña a la madre y hermana de Julián en su duelo, Ana se refugia en el departamento que alguna vez compartió con él. Allí, revive el pasado al ver videos y escuchar las canciones que solían escuchar juntos. Estos recuerdos la sumergen en una tormenta emocional, con sueños recurrentes en los que Julián y el mar aparecen como símbolos de un futuro que nunca se materializó.



La película explora los dilemas de Ana, atrapada entre un presente incierto y un pasado que parece desvanecerse. En ese limbo, se cuestiona sobre el rumbo que tomó su vida y sobre las decisiones que la alejaron de un posible futuro junto a Julián. Lo que queda es una reflexión sobre el duelo no resuelto, las relaciones perdidas y los momentos cruciales que definen quiénes somos.

Mariel Escobar aborda esta historia con una sensibilidad particular, profundizando en el carácter introspectivo de Ana y en la atmósfera melancólica que rodea su viaje emocional. La directora logra capturar la sensación de pérdida a través de detalles sutiles: los espacios vacíos, los objetos que evocan recuerdos y el mar, siempre presente en los sueños de Ana, simbolizando aquello que se escapa de nuestras manos.

Escobar se apoya en una narrativa íntima y delicada, donde los silencios y las miradas transmiten tanto o más que las palabras. La película evita caer en dramatismos excesivos, concentrándose en la experiencia interna del personaje, lo que permite que los espectadores se conecte con sus propios sentimientos de nostalgia, pérdida y arrepentimiento.

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