Crítica: "El silencio de Marcos Tremmer", Benjamín Vicuña frente al dilema de una verdad oculta
- por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
Por Juan Pablo Russo
El segundo largometraje de Miguel García de la Calera, "El silencio de Marcos Tremmer" (2024), protagonizado por Benjamín Vicuña y Adriana Ugarte, aborda los dilemas éticos y emocionales de un hombre enfrentado a su propia mortalidad.
El segundo largometraje de Miguel García de la Calera ("Caribe, todo incluido", 2020), "El silencio de Marcos Tremmer" (2024), protagonizado por Benjamín Vicuña y Adriana Ugarte, presenta los desafíos éticos y emocionales de un hombre frente a su propia muerte La película, que tuvo su estreno en el 39 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, ofrece una mirada sobre el amor, el sacrificio y las decisiones difíciles que surgen ante el final de una vida.
La historia sigue a Marcos Tremmer (Vicuña), un exitoso publicista uruguayo (aunque con acento chileno) que vive en Madrid. Tras recibir un diagnóstico terminal, toma la decisión de ocultar su enfermedad y alejarse de su esposa, Lucía, para evitarle el sufrimiento que traerá su partida. Sin embargo, esta decisión plantea una pregunta fundamental: ¿Es válido decidir por otra persona en circunstancias tan determinantes?
Este dilema atraviesa la trama, colocando al espectador ante una situación donde las emociones y los principios éticos chocan de manera constante. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que expone las implicaciones de cada elección.
Benjamín Vicuña ofrece una interpretación que encuentra ecos en su trabajo previo en "El primero de nosotros", donde también abordó los desafíos emocionales de un personaje enfrentado a su propia fragilidad. A través de una actuación contenida, logra transmitir el peso de una decisión que lo atraviesa y la incertidumbre que lo acompaña. Junto a él, Adriana Ugarte sostiene la relación central con una actuación que equilibra los silencios, la furia y las reacciones, permitiendo que su personaje exprese tanto el desconcierto como la resiliencia frente a la distancia impuesta por Marcos.
El elenco secundario, conformado por Félix Gómez, Daniel Hendler, Hony Estrella, Irene Ferreiro y Mirta Busnelli, aporta capas adicionales al relato. Cada uno contribuye a dar profundidad al universo emocional que rodea al protagonista, evitando que sus personajes queden relegados a simples acompañamientos narrativos. Sus intervenciones, aunque breves en algunos casos, enriquecen la trama con momentos que refuerzan el sentido colectivo de las decisiones individuales que atraviesan la historia.
El guion evita caer en recursos simplistas y se enfoca en el desarrollo pausado de los personajes. Las emociones fluyen a través de diálogos precisos y silencios significativos, donde cada pausa parece decir más que las palabras. La estructura narrativa permite que los conflictos se desarrollen sin apurar los tiempos, logrando un equilibrio entre el avance de la historia y la introspección de los personajes.
En el aspecto visual, Miguel García de la Calera trabaja una narrativa que utiliza la fotografía como un medio para expresar el mundo interior del protagonista. Los colores fríos y la iluminación tenue crean un espacio donde el aislamiento y la reflexión predominan. Los planos cerrados, que se repiten en momentos clave, acercan al espectador al universo emocional de Marcos, capturando sus gestos más sutiles y los silencios que definen su viaje.
A pesar de la solidez de su propuesta, la película presenta momentos donde los recursos musicales resultan subrayados y algunos segmentos caen en un tono melodramático que podría haberse evitado. Además, la excesiva duración diluye la fuerza del relato principal.
El director maneja los tiempos cinematográficos con precisión, dejando que cada escena respire y cada decisión de los personajes se despliegue de manera orgánica. La historia fluye con un pulso constante que evita las prisas y que deja en el aire las preguntas planteadas, manteniendo su eco mucho después del final.
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El segundo largometraje de Miguel García de la Calera, "El silencio de Marcos Tremmer" (2024), protagonizado por Benjamín Vicuña y Adriana Ugarte, aborda los dilemas éticos y emocionales de un hombre enfrentado a su propia mortalidad.
El segundo largometraje de Miguel García de la Calera ("Caribe, todo incluido", 2020), "El silencio de Marcos Tremmer" (2024), protagonizado por Benjamín Vicuña y Adriana Ugarte, presenta los desafíos éticos y emocionales de un hombre frente a su propia muerte La película, que tuvo su estreno en el 39 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, ofrece una mirada sobre el amor, el sacrificio y las decisiones difíciles que surgen ante el final de una vida.
La historia sigue a Marcos Tremmer (Vicuña), un exitoso publicista uruguayo (aunque con acento chileno) que vive en Madrid. Tras recibir un diagnóstico terminal, toma la decisión de ocultar su enfermedad y alejarse de su esposa, Lucía, para evitarle el sufrimiento que traerá su partida. Sin embargo, esta decisión plantea una pregunta fundamental: ¿Es válido decidir por otra persona en circunstancias tan determinantes?
Este dilema atraviesa la trama, colocando al espectador ante una situación donde las emociones y los principios éticos chocan de manera constante. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que expone las implicaciones de cada elección.
Benjamín Vicuña ofrece una interpretación que encuentra ecos en su trabajo previo en "El primero de nosotros", donde también abordó los desafíos emocionales de un personaje enfrentado a su propia fragilidad. A través de una actuación contenida, logra transmitir el peso de una decisión que lo atraviesa y la incertidumbre que lo acompaña. Junto a él, Adriana Ugarte sostiene la relación central con una actuación que equilibra los silencios, la furia y las reacciones, permitiendo que su personaje exprese tanto el desconcierto como la resiliencia frente a la distancia impuesta por Marcos.
El elenco secundario, conformado por Félix Gómez, Daniel Hendler, Hony Estrella, Irene Ferreiro y Mirta Busnelli, aporta capas adicionales al relato. Cada uno contribuye a dar profundidad al universo emocional que rodea al protagonista, evitando que sus personajes queden relegados a simples acompañamientos narrativos. Sus intervenciones, aunque breves en algunos casos, enriquecen la trama con momentos que refuerzan el sentido colectivo de las decisiones individuales que atraviesan la historia.
El guion evita caer en recursos simplistas y se enfoca en el desarrollo pausado de los personajes. Las emociones fluyen a través de diálogos precisos y silencios significativos, donde cada pausa parece decir más que las palabras. La estructura narrativa permite que los conflictos se desarrollen sin apurar los tiempos, logrando un equilibrio entre el avance de la historia y la introspección de los personajes.
En el aspecto visual, Miguel García de la Calera trabaja una narrativa que utiliza la fotografía como un medio para expresar el mundo interior del protagonista. Los colores fríos y la iluminación tenue crean un espacio donde el aislamiento y la reflexión predominan. Los planos cerrados, que se repiten en momentos clave, acercan al espectador al universo emocional de Marcos, capturando sus gestos más sutiles y los silencios que definen su viaje.
A pesar de la solidez de su propuesta, la película presenta momentos donde los recursos musicales resultan subrayados y algunos segmentos caen en un tono melodramático que podría haberse evitado. Además, la excesiva duración diluye la fuerza del relato principal.
El director maneja los tiempos cinematográficos con precisión, dejando que cada escena respire y cada decisión de los personajes se despliegue de manera orgánica. La historia fluye con un pulso constante que evita las prisas y que deja en el aire las preguntas planteadas, manteniendo su eco mucho después del final.
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