Crítica: "Fin de fiesta", falta diversión y sobra histrionismo
- por © NOTICINE.com
Por Angela Pérez Torres
La opera prima de Elena Manrique, "Fin de fiesta", parte de una premisa que a priori puede resultar interesante: la historia de un inmigrante africano que se esconde en el cobertizo de una mansión en Andalucía, mientras observa las complejas dinámicas entre la señora de la casa, Carmina, y su joven sirvienta, Lupe. A medida que se desarrolla la trama, las tensiones se incrementan, especialmente cuando ambas mujeres descubren al inmigrante, pero optan por mantener el secreto, lo que conduce a un desenlace imprevisto. Sin embargo, a pesar de su premisa intrigante, la película no logra cumplir con las expectativas que genera.
Con esta historia "Fin de fiesta" podría haber llegado a ser una propuesta interesante, de no ser por las decisiones narrativas que lastran el film. Podría haber suscitado un debate interesante, pero flojea por la vacuidad de sus personajes, que caen rápidamente en el terreno de los clichés. La falta de desarrollo en estos roles resulta en una narrativa débil. Por otro lado, el supuesto giro argumental, que presuntamente debía haber desbaratado la película, es tan predecible como insustancial.
En cuanto a la actriz protagonista, Sonia Barba, se nota que tiene tablas… para un escenario de teatro. Es cierto que ese tono irreverente le iba a su personaje como anillo al dedo, pero sólo hasta cierto punto, porque el resultado final es un personaje plano y sin relieve, de un histrionismo desmesurado que raya en lo inverosímil. Y teniendo en cuenta que el peso de la película recae sobre sus hombros, el resultado es, en líneas generales, decepcionante.
Quizá esta sobreactuación de la protagonista podría encontrar justificación en el tono cómico que intenta alcanzar la película. Pero ese sería un argumento plausible si la película llegase realmente a alcanzar ese propósito tonal. Y es que cuesta entender dónde queda el humor en esta supuesta comedia.
Con todo, puestos a destacar algo en el film cabe reseñar la actuación de Beatriz Arjona en su papel de criada, el único resquicio de credibilidad en la cinta. Y, en definitiva, lo único reseñable. Al contrario que Barba, Arjona aporta un toque de naturalidad y frescura a su personaje, que no necesita recurrir a los excesos para lograr transmitir las contradicciones internas y los dilemas personales que enfrenta su personaje. Así las cosas, el personaje de Lupe quizá sea el único respiro dentro de la película, el único que se salva de la mediocridad general y que consigue aportar cierto matiz de humanidad en un universo de personajes planos.
Así, a pesar de su intrigante propuesta inicial, el debut en la dirección de Elena Manrique no llega a alcanzar esa empatía y complejidad que una película de su naturaleza debería ofrecer. Porque, pese a las loables aspiraciones de la idea de fondo, "Fin de fiesta" cojea en muchos aspectos. Peca en recurrir a lo fácil, al estereotipo, e intenta salvar esto con el magnetismo de su escenario, un caserón andaluz de una familia acaudalada (el único atractivo del largometraje). Pero, por supuesto, un bonito decorado de fondo no es suficiente para levantar una buena película.
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La opera prima de Elena Manrique, "Fin de fiesta", parte de una premisa que a priori puede resultar interesante: la historia de un inmigrante africano que se esconde en el cobertizo de una mansión en Andalucía, mientras observa las complejas dinámicas entre la señora de la casa, Carmina, y su joven sirvienta, Lupe. A medida que se desarrolla la trama, las tensiones se incrementan, especialmente cuando ambas mujeres descubren al inmigrante, pero optan por mantener el secreto, lo que conduce a un desenlace imprevisto. Sin embargo, a pesar de su premisa intrigante, la película no logra cumplir con las expectativas que genera.
Con esta historia "Fin de fiesta" podría haber llegado a ser una propuesta interesante, de no ser por las decisiones narrativas que lastran el film. Podría haber suscitado un debate interesante, pero flojea por la vacuidad de sus personajes, que caen rápidamente en el terreno de los clichés. La falta de desarrollo en estos roles resulta en una narrativa débil. Por otro lado, el supuesto giro argumental, que presuntamente debía haber desbaratado la película, es tan predecible como insustancial.
En cuanto a la actriz protagonista, Sonia Barba, se nota que tiene tablas… para un escenario de teatro. Es cierto que ese tono irreverente le iba a su personaje como anillo al dedo, pero sólo hasta cierto punto, porque el resultado final es un personaje plano y sin relieve, de un histrionismo desmesurado que raya en lo inverosímil. Y teniendo en cuenta que el peso de la película recae sobre sus hombros, el resultado es, en líneas generales, decepcionante.
Quizá esta sobreactuación de la protagonista podría encontrar justificación en el tono cómico que intenta alcanzar la película. Pero ese sería un argumento plausible si la película llegase realmente a alcanzar ese propósito tonal. Y es que cuesta entender dónde queda el humor en esta supuesta comedia.
Con todo, puestos a destacar algo en el film cabe reseñar la actuación de Beatriz Arjona en su papel de criada, el único resquicio de credibilidad en la cinta. Y, en definitiva, lo único reseñable. Al contrario que Barba, Arjona aporta un toque de naturalidad y frescura a su personaje, que no necesita recurrir a los excesos para lograr transmitir las contradicciones internas y los dilemas personales que enfrenta su personaje. Así las cosas, el personaje de Lupe quizá sea el único respiro dentro de la película, el único que se salva de la mediocridad general y que consigue aportar cierto matiz de humanidad en un universo de personajes planos.
Así, a pesar de su intrigante propuesta inicial, el debut en la dirección de Elena Manrique no llega a alcanzar esa empatía y complejidad que una película de su naturaleza debería ofrecer. Porque, pese a las loables aspiraciones de la idea de fondo, "Fin de fiesta" cojea en muchos aspectos. Peca en recurrir a lo fácil, al estereotipo, e intenta salvar esto con el magnetismo de su escenario, un caserón andaluz de una familia acaudalada (el único atractivo del largometraje). Pero, por supuesto, un bonito decorado de fondo no es suficiente para levantar una buena película.
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