Crítica: "También esto pasará", tedio mediterráneo con voz en off

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"También esto pasará"
"También esto pasará"
Por Santiago Echeverría         

La cineasta española María Ripoll adapta la novela autobiográfica de Milena Busquets en "También esto pasará", un retrato del duelo que navega entre la introspección y el tedio. Marina Salas encarna a Blanca, una mujer de 40 años sumida en el vacío tras la muerte de su madre, editora clave de la intelectualidad barcelonesa. La cinta, situada en la postal mediterránea de Cadaqués, contrasta la belleza costera con la tormenta interna de una protagonista que usa el sexo como anestesia y la voz en off como catarsis.

El recurso de esa narración oral —donde Blanca dialoga con su madre muerta— funciona como columna vertebral del relato, pero también como su talón de Aquiles. Lo que pretende ser un desnudo emocional termina ahogando la trama en monólogos circulares que aspiran a ser muy profundos. La voz, lejos de acercarnos al personaje, refuerza su distancia: una mujer privilegiada que se autojustifica entre copas y amantes ocasionales, mientras el espectador busca en vano un resquicio de empatía.



Marina Salas se esfuerza en rescatar a la película de su propio naufragio. Su interpretación captura la ambivalencia de una mujer atrapada entre el duelo auténtico y la pose burguesa. No es casual que la escena más conmovedora sea muda: un primer plano donde la cámara captura su risa convertida en mueca de dolor. Junto a ella, Susi Sánchez —fantasma materno en flashbacks— y los hijos de Blanca (representados con naturalidad) ofrecen los momentos de humanidad que la voz en off diluye.

La casa solariega frente al mar no es simple escenario: encarna la paradoja central. Mientras Blanca se revuelca en sábanas ajenas, la cámara se deleita con amaneceres que hieren por su serenidad. Ripoll parece decirnos que el dolor, en entornos idílicos, se vuelve aún más grotesco. Pero el efecto rebota: la insistencia en planos turísticos (cala Bona, el Faro de Cala Nans) termina evocando más el folleto de una agencia de viajes que el desgarro íntimo.

La película hereda las contradicciones de la novela. Busquets escribió un ejercicio de autocrítica feroz, pero el cine transforma esa crudeza en postureo. Las escenas de sexo, clave en el libro como actos de autodestrucción, aquí se diluyen en coreografías estilizadas que fracasan en el intento de generar emoción o excitación.

El último acto intenta reconciliar las contradicciones con un giro hacia la luminosidad: Blanca abraza a sus hijos, perdona a su madre y contempla el mar con nueva serenidad. Pero el gesto llega tarde. Tras 100 minutos de narcisismo, el arrepentimiento final se siente impostado. "También esto pasará" refleja verdades incómodas sobre el duelo y los privilegios de clase, pero lo hace con una frialdad que congela al espectador. Salas brilla, el paisaje enamora, pero juntos no bastan para salvar un relato demasiado largo que confunde profundidad con verborrea.

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