Crítica: "Una Quinta Portuguesa", otro lugar en el mundo
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Por Eduardo Larrocha
Inventarse un pasado y moverse, casi sin equipaje, a otro lugar es lo que hacen los protagonistas de "Una Quinta Portuguesa", el segundo largometraje de la española Avelina Prat, de quien antes vimos "Vasil"(2022) . Calma en movimiento marca el ritmo de esta historia aparentemente banal pero cargada de poesía con guión escrito por la propia directora valenciana. La identidad es lo que se esconde, y que los personajes principales cuentan, detrás del relato, misterioso e inventado, para justificar su presencia en su nuevo destino.
Manolo Solo, sensible y generoso Fernando, y María de Medeiros, tierna y encantadora Amalia, dan sentido vital a esta producción hispano portuguesa. El encuentro entre ambos personajes está lleno de contenida emoción. Este drama sicológico se estrenó en el pasado Festival de Málaga, sin rédito en el Palmarés del certamen, y podría convertirse en una de las promesas de acogida por el público y la crítica de esta temporada cinematográfica. También se pudo ver en el Festival Internacional de Cine independiente de Buenos Aires (BAFICI).
En la presentación de "Una Quinta Portuguesa" Avelina Prat reconoció que le había salido sin querer una historia de fantasmas. En la película los fantasmas habitan la hermosa Finca del norte lusitano a la que se desplaza Fernando. La cineasta está habituada a cargar de poesía sucesos reales. Así lo hizo en su opera prima con un indocumentado búlgaro que vivía en la calle y que su propio padre había acogido en su casa. Ahora parte de una historia que leyó en un periódico, la de un señor que se fue a Venezuela sin decir nada y veinte años después, cuando su hija quiere heredar, anuncia que sigue vivo.
Qué será más enriquecedor para conocer el mundo ¿Dibujar un mapa-mundi o recorrer la Tierra que habitamos? Esta interrogante se plantea al comienzo entre Fernando y sus alumnos en clase de geografía. El profesor universitario cuestiona el dilema en el principio de este periplo que comienza cuando descubre que su mujer, serbia, ha desaparecido y no sabe a dónde ni porqué se ha ido. A ella no la veremos más en las casi dos entretenidas horas de "Una Quinta portuguesa". Enseguida aparece Amalia en su heredada casa señorial. Amable e inteligente contrata al desconocido como jardinero. Ambos viven en un tránsito existencial. Hay otros dos personajes relevantes que dan sentido y giros de guión a la trama de "Una Quinta Portuguesa". Rita, divertida Rita Cabaço, la amable criada de la casa y Bianca Kovacs, la mujer que pretende suplantar a la desaparecida.
Con una elegante puesta en escena llena de detalles tiernos y de miradas cómplices de los personajes, "Una Quinta Portuguesa" indaga de una manera misteriosa y amable sobre la identidad y las falsas versiones de la propia vida. La película nos invita a preguntarnos si la arquitectura de nuestra personalidad se construye, o bien la descubrimos a lo largo del camino de la vida. No ofrece respuestas ni moraliza, sólo muestra. No es para todos los públicos, sólo para quienes degustan un cine aparentemente sencillo pero a la vez ameno y profundo.
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Inventarse un pasado y moverse, casi sin equipaje, a otro lugar es lo que hacen los protagonistas de "Una Quinta Portuguesa", el segundo largometraje de la española Avelina Prat, de quien antes vimos "Vasil"(2022) . Calma en movimiento marca el ritmo de esta historia aparentemente banal pero cargada de poesía con guión escrito por la propia directora valenciana. La identidad es lo que se esconde, y que los personajes principales cuentan, detrás del relato, misterioso e inventado, para justificar su presencia en su nuevo destino.
Manolo Solo, sensible y generoso Fernando, y María de Medeiros, tierna y encantadora Amalia, dan sentido vital a esta producción hispano portuguesa. El encuentro entre ambos personajes está lleno de contenida emoción. Este drama sicológico se estrenó en el pasado Festival de Málaga, sin rédito en el Palmarés del certamen, y podría convertirse en una de las promesas de acogida por el público y la crítica de esta temporada cinematográfica. También se pudo ver en el Festival Internacional de Cine independiente de Buenos Aires (BAFICI).
En la presentación de "Una Quinta Portuguesa" Avelina Prat reconoció que le había salido sin querer una historia de fantasmas. En la película los fantasmas habitan la hermosa Finca del norte lusitano a la que se desplaza Fernando. La cineasta está habituada a cargar de poesía sucesos reales. Así lo hizo en su opera prima con un indocumentado búlgaro que vivía en la calle y que su propio padre había acogido en su casa. Ahora parte de una historia que leyó en un periódico, la de un señor que se fue a Venezuela sin decir nada y veinte años después, cuando su hija quiere heredar, anuncia que sigue vivo.
Qué será más enriquecedor para conocer el mundo ¿Dibujar un mapa-mundi o recorrer la Tierra que habitamos? Esta interrogante se plantea al comienzo entre Fernando y sus alumnos en clase de geografía. El profesor universitario cuestiona el dilema en el principio de este periplo que comienza cuando descubre que su mujer, serbia, ha desaparecido y no sabe a dónde ni porqué se ha ido. A ella no la veremos más en las casi dos entretenidas horas de "Una Quinta portuguesa". Enseguida aparece Amalia en su heredada casa señorial. Amable e inteligente contrata al desconocido como jardinero. Ambos viven en un tránsito existencial. Hay otros dos personajes relevantes que dan sentido y giros de guión a la trama de "Una Quinta Portuguesa". Rita, divertida Rita Cabaço, la amable criada de la casa y Bianca Kovacs, la mujer que pretende suplantar a la desaparecida.
Con una elegante puesta en escena llena de detalles tiernos y de miradas cómplices de los personajes, "Una Quinta Portuguesa" indaga de una manera misteriosa y amable sobre la identidad y las falsas versiones de la propia vida. La película nos invita a preguntarnos si la arquitectura de nuestra personalidad se construye, o bien la descubrimos a lo largo del camino de la vida. No ofrece respuestas ni moraliza, sólo muestra. No es para todos los públicos, sólo para quienes degustan un cine aparentemente sencillo pero a la vez ameno y profundo.
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